Denuncias en Qatar por las condiciones inseguras de presos ante el coronavirus

Doha, Qatar @Getty
Doha, Qatar @Getty

Los responsables de instituciones penitenciarias de Qatar deberían aplicar protocolos de manera inmediata para una mejor protección de los encarcelados y del personal penitenciario en medio del peligro existente ante el brote de la enfermedad COVID-19 en la prisión central de Doha, según demandó Human Rights Watch (HRW), organización no gubernamental dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos.

Las autoridades del país del Golfo deberían reducir la población carcelaria para permitir el distanciamiento social y garantizar que todas las personas encarceladas tengan acceso a información y atención médica óptima. Las autoridades también deben establecer protocolos adecuados de higiene y limpieza incluido todo lo relacionado con suministros de mascarillas, desinfectantes y guantes para reducir el riesgo de contagio, según la ONG. “Las autoridades qataríes deben actuar rápidamente para evitar una mayor propagación del coronavirus que puede infectar a los prisioneros, el personal penitenciario y los residentes de Doha”, dijo Michael Page, subdirector para Oriente Medio de Human Rights Watch. “Qatar puede comenzar liberando prisioneros vulnerables, como las personas mayores y los detenidos por delitos de bajo nivel o no violentos, y asegurando que los prisioneros restantes tengan un acceso adecuado a la atención médica”, agregó la institución.

HRW se comunicó con seis detenidos extranjeros en los últimos días y estos detallaron el deterioro de las condiciones carcelarias en la única prisión central de Qatar en la capital de Doha después de que se sospechara que varios prisioneros habían contraído el coronavirus. Los detenidos señalaron que los guardias les informaron de manera extraoficial en las últimas semanas sobre el presunto brote, aunque las autoridades de Qatar no lo confirmaron públicamente. Los encargados sellaron y aislaron el bloque donde surgió el presunto foco, pero no antes de trasladar a varios detenidos de esa misma zona a otras secciones de la prisión que ya están superpobladas y sin las condiciones sanitarias necesarias. Expresaron que las autoridades penitenciarias también restringieron aún más el acceso limitado de los presos a la atención médica básica dejando a los prisioneros mayores y a los que tienen patologías previas con un riesgo todavía mayor de padecer graves consecuencias si se infectan.

Las autoridades carcelarias han dado información incompleta a los presos, según se ha denunciado. Un prisionero dijo que el 2 de mayo de 2020 un guardia de la prisión comunicó a los reclusos que cinco prisioneros en otro bloque se habían contagiado, desatando el pavor entre la comunidad allí presente. “Desde entonces, más presos, posiblemente muchos infectados, han venido a nuestro bloque”, remarcó el prisionero, y agregó que hay “camas para 96 personas cuando existen alrededor de 150 prisioneros en este bloque”. El encarcelado señaló también el 6 de mayo que otro guardia de la prisión le dijo que se habían registrado 47 casos en ese momento. Además, los prisioneros dijeron que su bloque tiene solo ocho baños para 150 reclusos y que hay una falta acuciante de instalaciones mínimas para el bienestar de la población reclusa. “La gente está durmiendo en el suelo, en la mezquita de la prisión, en la biblioteca; y todos tienen miedo  el uno del otro, no sabemos quién podrá infectarnos”, señaló la fuente. “Es un momento en que deberíamos estar aislados unos de otros, pero nos mantienen como animales en un cobertizo”, aseveró. Otros prisioneros corroboraron la situación de hacinamiento, según HRW.

Los encarcelados señalaron que durante la semana anterior los guardias y el personal de la prisión comenzaron a usar máscaras y guantes y que el personal médico había dejado de realizar visitas. “Nadie sabe quién podría estar enfermo”, alertó un prisionero. “Esta personas tiene algo parecido a la gripe, pero, ¿es gripe, es el coronavirus?, quién sabe. Nadie está controlando. Hasta mayo, las enfermeras solían venir a revisarnos y, si estábamos enfermos y queríamos ir al hospital, podíamos ir, ahora no hay enfermeras ni visitas al hospital”, manifestó. Otro prisionero dio muestras de las deficientes condiciones sanitarias: “Las enfermeras que solían venir y aplicar inyecciones de insulina a pacientes con diabetes ya no vienen, los guardias reparten las inyecciones de insulina y los pacientes se inyectan ellos mismos”.

Los presos dijeron que tienen acceso limitado a agua y jabón, que no han recibido desinfectante para manos y que las medidas de distanciamiento social son imposibles, dada la aglomeración. Dos de ellos comunicaron que, a partir del 7 de mayo, todos recibieron dos mascarillas cada uno. Mientras, un preso dijo que las autoridades penitenciarias aún tienen que desinfectar sus bloques y continúan proporcionando solo una barra de jabón por mes a cada preso a pesar de la necesidad de mejores protocolos de limpieza e higiene durante la pandemia. “Ayer los guardias me dieron dos mascarillas por primera vez”, dijo un cautivo el 8 de mayo. “Dijeron que las usaran, pero nadie las usa. La mayoría de prisioneros simplemente las guardan y a los guardias no les importa, no le dicen a nadie que las use”, afirmó. Dijo que la administración no les confirmó oficialmente la presencia del virus en la prisión ni les comunicó los cambios recientes de manera clara y transparente, lo que provocó un mayor temor y ansiedad entre los internos.

Qatar cuenta actualmente a nivel nacional con 16 muertos y más de 37.000 casos diagnosticados, según cifras oficiales. De esta forma, el número de casos confirmados de la COVID-19 en Qatar continúa aumentando, con picos como los 1.733 casos registrados en un solo día el 14 de mayo. Con más de 37.000 positivos, Qatar es uno de los países del mundo con mayor tasa de contagios, más de un 1,15% de la población. Solamente San Marino y el Vaticano han registrado tasas más elevadas de infección por habitante.

Ante la situación mundial que se vive con la crisis sanitaria del coronavirus, los gobiernos deberían reducir su población carcelaria mediante la liberación anticipada de detenidos de bajo riesgo, incluidos aquellos en prisión preventiva por delitos no violentos y menores, o cuya detención continua es igualmente innecesaria o injustificada, señaló Human Rights Watch. Los presos con alto riesgo de sufrir más severamente los efectos del coronavirus, como las personas mayores y aquellos con afecciones de salud subyacentes, también deben ser considerados para su puesta en libertad, teniendo en cuenta si el centro de detención tiene la capacidad de proteger su salud, incluido el acceso a un tratamiento adecuado, y factores como la gravedad del delito y el tiempo cumplido. Las autoridades penitenciarias deben divulgar públicamente sus planes para reducir el riesgo de infección por coronavirus en sus instalaciones y los pasos que tomarán para contener la infección y proteger a los prisioneros, el personal y los visitantes.

Michael Page advierte de una manera muy clara por la situación en Qatar: “La propagación de la COVID-19 en la cárcel central de Qatar podría convertirse rápidamente en un desastre de salud pública”. “Las autoridades qataríes tienen el poder de reducir el daño y deben actuar con rapidez y decisión”, remarcó.

Ante los datos registrados, el Gobierno del país del Golfo decretó recientemente el uso obligatorio de la mascarilla en público “hasta nueva orden”. Las penas contra los infractores pueden llegar hasta los tres años de prisión y una multa de 200.000 riales (unos 51.000 euros).

Otras medidas para evitar la propagación del virus en el país árabe han sido el cierre de restaurantes, cines, colegios, centros comerciales y mezquitas. Sí que han seguido funcionando las obras de construcción, sobre todo las relacionadas con los estadios para la Copa del Mundo de fútbol de 2022. Estas también generaron polémica por las malísimas condiciones de trabajo y la ausencia de medidas sanitarias para enfrentar al coronavirus, denunciadas por los propios trabajadores inmigrantes, que también viven hacinados en zonas industriales a las afueras, y desveladas por medios como Foreign Policy.

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