Historia de España

Manuel Godoy, el «príncipe de la Paz» que tuvo que exiliarse tras el Motín de Aranjuez

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Manuel Godoy, valido de España

El reinado de Carlos IV no se entiende sin la primordial figura de Manuel Godoy. Sobre todo porque fue, en buena parte, uno de los responsables de la caída del rey y la llegada francesa a España de la mano de José Bonaparte. Con todo esto, el valido del rey fue una persona a la que la mayoría de historiadores le reconocen cierta visión política, pero sobre todo, le reconocen una ambición por el poder que lo llevó a tener que exiliarse a Francia.

Godoy llegó a Madrid con 17 años, procedente de su Badajoz natal. Aquel joven muchacho despertó el interés de muchos de los nobles de la época, pero su intención era ingresar en el cuerpo de las corps donde también estaba su hermano Luis. Una buena combinación de sus aptitudes físicas y sociales hicieron que los reyes se fijaran en él como un posible buen aliado del país.

En 1792, ocho años después de que Godoy ingresara en las corps, fue nombrado Secretario de Estado, un cargo al que muy pocos podían acceder. ¿Cómo lo logró tan rápido? El rey confió en él siempre y ya desde 1788, cuando Carlos IV acababa de llegar al trono, comenzó a compensarle con títulos nobiliarios y lo convirtió en una de las máximas autoridades del país.

Príncipe de la Paz

El rey concedió a Godoy los títulos de marqués y duque de Arcudia; I duque de Sueca; Señor de Soto de Roma; conde de Chinchón; o conde de Boadilla del Monte, entre otros. Además, Godoy gozó de ser, a título perpetuo, regidor de las ciudades de Santiago, Cádiz, Málaga, Écija, Burgos, Valencia, Segovia y Ronda.

Por si fuera poco, el nuevo gran amigo de los reyes consiguió la distinción de Príncipe de la Paz gracias a su intervención en el Tratado de Basilea en 1785 que acabó siendo un desastre para España ya que Francia había conseguido buena parte del territorio de las vascongadas y Cataluña.

Junto a esto, siempre se habló de una relación más que estrecha entre la reina, María Luisa de Borbón, y Godoy. Aunque no hay nada que lo demuestre y confirme, las existencia de muchas cartas entre ambos demuestran la estrecha relación entre ambos,

Y así, sin más, Godoy se convirtió en uno de los personajes más importantes de la historia de España. Esto levantó los recelos de muchos nobles, ya que Godoy no pertenecía a ese selecto grupo, además de levantar ampollas entre los que apoyaban a Fernando, hijo de los reyes y futuro Fernando VII «El deseado».

El Motín de Aranjuez

Godoy asentado en el cargo durante dos periodos, pero lleno de enemigos, dejó que las tropas francesas entraran en España bajo su control. Nada más lejos de la realidad. Napoleón quería hacerse con España y se alineó, a las espaldas de Godoy, con Fernando.

Cuando Godoy se dio cuenta de las estrategia de los franceses napoleónicos, ya era demasiado tarde y aconsejó a los reyes marchar hasta Cádiz donde estarían más refugiados y podrían partir para América si la situación se complicaba.

Ante esto, la población española lo tomó como una renuncia, alentada por los seguidores de Fernando en Madrid. Culparon a Godoy de la entrada de los franceses en España. El 8 de marzo de 1808, los sublevados entraron en el palacete de Godoy, en el llamado Motín de Aranjuez, y lo despojaron de todos sus bienes.

Fue destituido de todos sus cargos, al igual que el rey, y fueron encarcelados en el castillo de Villaviciosa de Odón. Poco después se encontró allí también encerrado a Fernando. Las tropas de Napoleón se habían hecho con España.

Olvidado de España

Godoy fue desterrado de España por Napoleón. Junto a Carlos y María Luisa, vivió primero a unos kilómetros de París, en Compiègne. Después fue trasladado a Marsella, y acabó viviendo en París, después de pasar por Roma unos cuantos años.

Al final de su vida, Godoy pudo obtener sus títulos que había conseguido por Carlos IV, pero murió olvidado por España y Francia en 1851. Su cuerpo estuvo un año en la iglesia de Saint Roch, y después fue sepultado en el ahora cementerio parisino de Pere-Lachaise, sin ningún tipo de honor.

 

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