Mesopotamia

Este descubrimiento podría derrumbar la versión oficial: los orígenes de Mesopotamia no son lo que creíamos

Mesopotamia
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
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Una nueva investigación liderada por científicos de la Universidad de Clemson y del Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI) sugiere que el desarrollo de la antigua civilización mesopotámica (al sur de la actual Irak),  pudo deberse irrigación natural producida por las mareas.  Este hallazgo lleva a los investigadores a concluir que algunos de los primeros desarrollos urbanos en las zonas costeras dependieron en gran medida de la capacidad de las civilizaciones para armonizar con los sistemas naturales.

El estudio, titulado «Morphodynamic Foundations of Sumer», fue dirigido por Reed Goodman, del Baruch Institute of Coastal Ecology and Forest Science (BICEFS) de Clemson, y Liviu Giosan, del WHOI. Ambos analizaron el surgimiento de la civilización urbana en la antigua Mesopotamia y su relación con los procesos naturales del entorno. «Una de las grandes preguntas al estudiar las civilizaciones del pasado es cómo grandes poblaciones lograron mantenerse gracias a los primeros sistemas agrícolas», explicó Goodman. «El éxito de su agricultura requería un profundo conocimiento de los procesos naturales y, a su vez, planificación y cooperación colectiva. Esos factores probablemente fueron esenciales para el desarrollo de las primeras ciudades y estados, como los de Mesopotamia».

Las mareas moldearon la antigua civilización mesopotámica

Durante el período en que florecieron las primeras ciudades mesopotámicas, las mareas del Golfo Pérsico penetraban en el delta formado por el Tigris y el Éufrates. Los investigadores sostienen que los primeros sumerios supieron aprovechar este fenómeno natural mediante canales cortos y simples que dirigían las aguas hacia los cultivos y los palmerales. De esta manera, lograban un riego eficiente sin necesidad de grandes infraestructuras hidráulicas.

Siglos más tarde, se adoptó este mismo método en las plantaciones costeras de Carolina del Sur y Georgia, en Estados Unidos, donde los agricultores cultivaban arroz aprovechando  los flujos y reflujos diarios de las mareas, al igual que lo hicieron los antiguos sumerios.

El Golfo Pérsico y la costa atlántica del sur de Estados Unidos comparten un patrón similar de ciclos mareales dos veces al día, lo que los hace ideales para este sistema natural. «El delta mesopotámico nunca fue un paisaje estable», recuerda Goodman. «Era una tierra cambiante, que exigía ingenio y cooperación. Esa inestabilidad impulsó algunas de las primeras formas de agricultura intensiva y de organización social compleja de la historia».

El estudio revela una secuencia evolutiva en la formación de la civilización sumeria. Inicialmente, el riego mareal permitió una agricultura de bajo riesgo y alto rendimiento, lo que facilitó el crecimiento de aldeas dispersas y la jerarquización progresiva de sus comunidades.

A medida que los deltas avanzaban y la construcción del Golfo reducía la penetración de las mareas, los sumerios se vieron obligados a mantener la productividad mediante redes de canales y obras hidráulicas cada vez más complejas. Según los investigadores, este proceso marcó la transición de comunidades proto-urbanas hacia auténticos estados-ciudad, sentando las bases de la administración, la política y la cultura urbana sumeria.

De la crisis ambiental a la edad dorada de Sumer

Utilizando datos arqueológicos del sitio de Lagash (una de las mayores ciudades de Sumer), imágenes satelitales y modelos ambientales, los investigadores reconstruyeron la antigua línea costera de Mesopotamia.

Descubrieron que, a medida que los ríos fueron depositando sedimentos y formando deltas, el acceso de las mareas al interior se redujo. Esto alteró los patrones naturales de irrigación y desencadenó una crisis ecológica sin precedentes. Para gestionar el agua, se crearon sistemas complejos de canales e infraestructura hidráulica, los cuales acabarían definiendo la llamada «edad dorada» de Sumer.

Lagash: del pasado al presente

Hoy, el sitio arqueológico de Lagash es conocido como Tell al-Hiba, cerca de la moderna ciudad iraquí de Shatrah. Hace siglos, Lagash fue una metrópoli portuaria, situada junto a la costa del Golfo Pérsico. Sin embargo, con el paso de los milenios, el mar se ha retirado decenas de kilómetros hacia el sur.

«Las mareas que dieron forma a Sumer todavía se sienten, en cierto modo, en las comunidades del delta actual», señala Giosan. «Su historia nos recuerda que las civilizaciones más duraderas son aquellas que aprenden a vivir con el movimiento, no contra él».

Apoyo institucional y colaboración internacional

La investigación fue posible gracias al apoyo de la National Science Foundation (NSF), el National Ocean Sciences Accelerator Mass Spectrometry Facility (NOSAMS), el Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI) y el Penn Museum de la Universidad de Pensilvania.

El trabajo también contó con la participación de arqueólogos iraquíes y con el respaldo académico de instituciones como el Institute for the Study of the Ancient World de la Universidad de Nueva York.

El estudio Morphodynamic Foundations of Sumer reinterpreta los orígenes de la primera civilización urbana del mundo: «más allá de la lección científica, esta investigación muestra que la historia humana está entrelazada con la historia del agua. Sumer fue un producto de las mareas, de la cooperación y del cambio. Y en esa historia, tal vez encontremos las claves para afrontar los desafíos ambientales del presente».

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