Las urnas que aparecieron solas y el referéndum que no pagó nadie
Rull insiste durante su declaración, y pese a las evidencias, en que "no se gastó ni un euro público” en la celebración del referéndum del 1-O. ”Mantengo mi delenda est Carthago”, dice el ex consejero catalán citando el popular latinajo -atribuido a Catón el Viejo- que se utiliza para insistir en la repetición de una idea fija sin descanso.
En un lugar de Cataluña, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo amanecieron unas urnas… Bien podría haber comenzado así el ex consejero de la Generalitat, Josep Rull, su declaración de esta mañana en el Tribunal Supremo. Hidalguía cuestionable, ingenio desde luego no les falta a los líderes independentistas catalanes en esto de plantear sus defensas. Hasta tal punto es así el disparate imposible y el empeño en la negación de los hechos delictivos del 1-O que a Rull “asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones (…) que para él no había otra historia más cierta en el mundo” que diría Cervantes si tuviera que narrar, en síntesis, la crónica de la quinta sesión del juicio del ‘procés’.
Afirma Rull que las urnas fueron el fruto de la “ola inmensa de esperanza” que recorría Cataluña en los días previos a la fecha del referéndum. «No sabía dónde se habían construido ni dónde estaban, pero tenía la certeza íntima de que aparecerían. Porque confiaba en mi país donde hay un volumen muy importante de ciudadanos y ciudadanas que apoyan esta causa y que querían canalizar su voluntad democrática», asegura.
Rechaza el ex consejero ante las preguntas de la fiscal, Consuelo Madrigal, que el Govern tuviese «mecanismos de coordinación» orientados a su producción y distribución. Sostiene que la parte operativa vinculada al referéndum fue una actuación “de la sociedad civil». De personas concretas «con una capacidad extraordinaria” tal, que se concretó en la aparición espontánea de las urnas y papeletas necesarias, en una fiesta gratis total.
La ‘hoja de ruta’ hacia la independencia existió, según Rull. Pero urnas y papeletas ‘aparecieron’ el 1-O y el referéndum fue gratis
En efecto, Rull “rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república”: la fiesta de la democracia que fue el referéndum de 1 de octubre de 2017, no la pagó nadie.
Si hacemos caso a semejante aseveración, en los cientos de miles de papeletas impresas, las más de 6.000 urnas colocadas y los más de 2.000 colegios electorales habilitados, la Generalitat no tuvo que ver nada. Pese a que -de acuerdo a la Ley Presupuestaria de la anfitriona- se habían reservado, recuerda hábilmente la Fiscalía, más de 6 millones de euros para la causa. Nada. Una mera prevención fruto de la “diligencia política” por si acaso el Gobierno de España -el mismo que intervendría las cuentas catalanas y que advertía con la suspensión de la autonomía, en base a la aplicación del artículo 155 de la Constitución- se plegaba a la celebración del referéndum “pactado”. Claro.
El ex consejero Rull cuestiona la ‘autoridad moral’ del Tribunal Constitucional y así justifica su desobediencia al mismo
«Mantengo mi delenda est Carthago”, proclama el ex consejero catalán en sala citando el latinajo -atribuido a Catón el Viejo- que se utiliza para insistir en la repetición de una idea fija sin descanso: «No se gastó ni un euro público” en la celebración del 1-O.
«Firme, inalterable y granítico en su determinación democrática», Rull sostiene -frente las múltiples cuestiones planteadas por Madrigal, sobre las advertencias judiciales acerca de lo delictivo de la convocatoria del referéndum- que su presunta desobediencia al Tribunal Constitucional se debió a que el órgano en cuestión «tiene un déficit importante de autoridad moral».
Y «hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar y abusos que mejorar» para participar activamente, tal y como él mismo ha reconocido y sacando pecho, en la ‘hoja de ruta’ del separatismo catalán hacia la Declaración Unilateral de Independencia.
Bassa y el «sólo sé que no hice nada»
«No hice nada a partir de la suspensión de la ley» (el 7 de septiembre de 2017), se defiende Bassa. «Tampoco hice nada para no cumplir las sentencias del Tribunal Constitucional. Me las notificaron, pero ahí se quedaron. A partir de la suspensión de la ley no hicimos ninguna acción, no hacemos nada más», sostiene.
El fiscal pregunta a Dolors Bassa si nadie sugirió, entonces, que la firma del decreto de convocatoria del referéndum iba contra las resoluciones judiciales previas del Constitucional que obligaban a paralizar el ‘procés’. Pero para ella, la Ley de Transitoriedad que se aprobó al día siguiente, el 8 de septiembre de 2017, estaba en vigor. «Eran dos cosas totalmente diferentes», argumenta la ex consejera. La transitoriedad de la autonomía de Cataluña hacia la república independiente «emanaba del programa electoral», con el que ella misma había concurrido a las elecciones, y que «no había sido invalidado ni impugnado». Todavía.
«No tengo ni idea de dónde salieron las urnas», afirma Bassa por la tarde, sumándose al desconocimiento de Josep Rull, por la mañana. Y es incapaz de responder a la Abogacía del Estado cuando le plantea cómo pensaban efectuar un referéndum sin dotarlo de medios económicos. «Cada uno lo pensaría a su manera» espeta Bassa «y el pensamiento no es delito», liquida con la sucinta reflexión la existencia del delito de malversación en un microsegundo. A otra cosa, letrada.
Bassa: «El referéndum del 1-O nunca fue ‘un acto concluyente en sí mismo’ para declarar la independencia. Por eso no se declaró»
Bassa es, pese a lo repetitivo de algunos de sus argumentos, ágil y concisa:»Admito y siento la autoridad del Tribunal Constitucional». La ex consejera justifica entonces que siguieran adelante con el referéndum porque, en línea con lo ya expuesto por sus predecesores en el banquillo, nunca consideró que fuese un delito. «Porque se había derogado en 2005», apostilla.
Tanto es así, afirma la ex consejera sin el más mínimo atisbo de duda, que «no se declaró la independencia» porque el referéndum del 1-O no fue «nunca un acto concluyente en sí mismo» ni se planteó «como un acto de insurrección» política para desconectar la autonomía y proclamar la república. Pues ‘cosas veredes’, en este juicio, amigo Sancho.