Crónica del día

Sánchez quiere la investidura el día 30

Niñas Tenerife
Casado y Sánchez en una reunión.

Pedro Sánchez quiere ser investido el día 30. Todo su aparato logístico sobre el que manda, es un suponer, Iván Redondo, está preparando todo para que su jefe el día 26 presente su candidatura en el Congreso de los Diputados y para que, a partir de ese momento, se abra un debate que debe culminar con la votación que le entronizará formalmente como jefe del Gobierno. Eso es lo que pretende, pero ¿ello quiere decir que ya lo tiene todo apalabrado, que cuenta con los votos decisivos de quienes fueron en otro momento sus socios en la moción de censura? Pues probablemente que sí; queda sin embargo unos días para que los independentistas se convenzan -ya se cree que lo están- de que Sánchez, como dice un diputado socialista de que «es lo mejor que nos puede suceder». Poco más de una semana para que el pelotón que nutre el Grupo Mixto del Congreso también se decida a dar su apoyo al PSOE, por más que Miguel Ángel Revilla, el pinturero presidente de Cantabria, ponga reparos artificiales de última hora, cosa que no hará por ejemplo Bildu. Y si no al tiempo.

Y, ¿qué piensa a todo esto el principal partido de la oposición?, ¿qué creen Pablo Casado y sus huestes?  Pues no han metabolizado  esta especie que -lo constató este cronista este martes- es algo más, mucho más, que un mero rumor de los que habitualmente corren por los cenáculos de la capital del Reino. Porque, hagamos historia: el lunes, Pablo Casado acudió al Congreso de los Diputados con tres seguridades  y una percepción corriéndole por el cuerpo. La primera seguridad, que la reunión era sólo una martingala encubierta para mitigar el horrible efecto que está causando en la opinión pública la negociación con los sediciosos catalanes; la segunda, que, tras analizar muy concienzudamente pros y contras (el asunto se discutió en la Dirección del partido) el PP votará en contra en el caso de que Sánchez se presente finalmente a la investidura, algo que está por ocurrir; la tercera, que el PP debe seguir insistiendo en  lo que en algunos despachos del partido se vienen a llamar «pactos intermedios». La percepción es que, efectivamente, Sánchez necesitaba empezar el 2020 como presidente efectivo del país.

Sánchez, cada vez que el presidente del PP le decía: «Y, aparte de la abstención gratuita, ¿tienes alguna oferta que hacerme», el alienado agachaba la cabeza y susurraba: «No». Como si no le escuchara o, mejor, como si no le importara nada lo que le transmitía. Sánchez es un individuo que, en frase de un dirigente muy gráfico del PP: «Está más para allá, los secesionistas, que para acá, nosotros». Descartada la «abstención selectiva» del PP («Préstame solo trece escaños») que, con todo desahogo exigió Sánchez a Casado, y, arruinada desde un principio la posibilidad de un Gobierno de gran coalición sin Sánchez dentro, lo que hubieran querido negociar los’ populares’ es, precisamente, una serie de pactos intermedios para evitar que, tras la composición  inevitable del nuevo Gobierno del Frente Popular, los más importantes órganos jurídicos, constitucionales e incluso sociales del país, caigan en manos de los comunistas y de los independentistas. Casado se teme que Sánchez, en su temeraria negociación, haya acordado ya con ERC y lo haya hecho anteriormente con Podemos, la presencia de ambos en instituciones tan trascendentes como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial o, incluso, el Defensor del Pueblo que, no se olvide el dato, tiene capacidad para recurrir algunas leyes. El temor fundado del PP es que tanto en el Constitucional como en el Poder Judicial ocupen puestos representantes de dos partidos que no solo no respetan la Constitución, sino que están intentando volarla. «¿Qué ocurriría por ejemplo -preguntaba una dirigente del PP- si llegara al Constitucional en representación del partido de Iglesias un personaje como Javier Pérez Royo que viene sustentando juicios muy contrarios a nuestra Norma Suprema?», «¿O que en el Poder Judicial entraran jueces o fiscales afectos al separatismo?». No hubo forma de hallar un espacio para que Casado «colocara» en la reunión este tipo de preocupaciones; Sánchez estaba literalmente en otra cosa.

La propuesta del PP no halló la menor audiencia en el aún presidente del Gobierno en funciones, pero debe conocerse, en la opinión de los dirigentes del partido, para que se constate la nula intención de Sánchez de pactar nada de nada con los ‘populares’. Ahora los precisa como «una simple coartada para blanquear sus cesiones al separatismo» y en eso se quedó, con certeza, el paripé del lunes. Casado no se anduvo por las ramas: «Mira, Pedro -le dijo- esta vez no me vas a volver a utilizar». Esa era su intención: disimular la entrevista con un golpista. Ahí quedó todo porque,  aunque Sánchez en otra pirueta falaz, se aviniera a estudiar la propuesta, Casado tiene la seguridad que sería también otro instrumento (sustantivo que tanto gusta ahora mismo en el PSOE) para el engaño porque «no hay  ninguna garantía de que Sánchez pueda decir la verdad en algo, tampoco en que cumpla compromiso o pacto alguno».  Para el PP, Sánchez tiene «credibilidad cero».

Por lo demás, Casado no tuvo el lunes en momento alguno la menor intención de debatir con su dialogante la iniciativa de Inés Arrimadas para un consenso entre los tres partidos, PSOE, PP y Ciudadanos, que conduzca a la formación de un Gobierno distinto al del Frente Popular. No lo manifiestan con demasiada crudeza porque el PP alimenta el deseo de un «España Suma» general y por tanto no quiere desdeñar demasiado a Arrimadas, pero el enfado con ella es más que notable. Aseguran esto: «Pero, ¿quién se ha creído que es esta señora para hablar en nuestro nombre, para hacer propuestas en nuestro nombre?». Bien se puede inducir que el último requerimiento de Casado para que Ciudadanos apoye a Sánchez, es la contrapropuesta a la interesada iniciativa de la líder en funciones de que el PP se abstenga en la investidura, algo que no va a suceder en absoluto. Hasta ahora, y desde las elecciones, el aún presidente ha ninguneado al jefe del PP; ahora lo que quiere, como en el caso del Rey, es servirse de él, utilizarle para tapar sus vergüenzas. Casado no está por la labor.

Él no está por dejarse enredar por Sánchez y éste, como parece ser, no le precisa para nada que no sea vestir el muñeco de su felonía. Las cosas están como aquí se describen. Solo un par de cautelas; tratándose de Sánchez todo puede suceder; otra final,  en el momento postrero no es imposible que los indeseables separatistas le hagan una pedorreta. Hoy por hoy sin embargo esto no es lo más probable.

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