Rubén Amón: «La máquina del fango está en Ferraz»

En 'Tenemos que hablar' invita a reflexionar sobre los seres que hablan mucho, pero conversan poco

"Es gravísimo confundir la afinidad ideológica de un socialdemócrata con la tolerancia hacia un sistema nepotista"

"Ferraz es la gran fábrica de bulos con la que nos tiene totalmente amaestrados"

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«Asistimos a la devastación del Estado de derecho», dice Rubén Amón, uno de los periodistas más reputados y conocidos de España, en esta entrevista en la que charlamos del arte de hablar, del de escuchar y de política.

Empezó haciendo cultura, fue corresponsal de guerra en los Balcanes y ahora, cada mañana habla con Alsina de la actualidad política. También está por la noche con Pablo Motos en El Hormiguero y dirige y presenta La Cultureta en Onda Cero. Además, es escritor y acaba de publicar Tenemos que hablar, un libro en el que invita a reflexionar sobre esta sociedad de hoy plagada de seres que hablan mucho, pero conversan poco y escuchan nada o casi nada. Una sociedad de intereses sin apenas gente interesante; gente que ha olvidado hablar de ideas, de historia o de cultura, para perderse en el escaparate de las redes sociales, cuando no en el ruido de la charlatanería.

Atrás quedaron Sócrates y Platón con sus diálogos para aprender y alcanzar el conocimiento; Oscar Wilde y su arte efímero y privado de la conversación; los aforismos lúcidos. Hoy, nos cuenta Amón, nos movemos más en aquello de Godwin de entregarnos a las amalgamas argumentales con sus exabruptos y sentencias hiperbólicas. Dice que «podríamos pasarnos la vida sin decir nada, dando por buenos los clichés y los refranes» que se abastecen del prestigio de la obviedad. Añada usted también los lugares comunes, las frases hechas y las coletillas. Así puede usted tener cara de poema, pero ¿qué poema? ¡Ah!, ésa es la cuestión.

Él tiene tres temas tabúes, de los de no mentar: el dinero, las enfermedades como asunto quejoso continuado y el fanfarroneo de los hombres sobre conquistas de féminas.

Y como se trata de hablar de cosas de enjundia, además de recordar los beneficios de airear la lengua para nuestra salud y ahondar en la importancia del silencio, en aquello de escuchar para aprender, reflexionar y darle al otro interlocutor su importancia, en esta entrevista hablamos de lo que hoy se entiende por progresismo, de política y del periodismo que rige con la imparcialidad de los valientes y la sinfonía de consignas, con los correspondientes cambios de posición que hagan falta, de los que tocan para el Gobierno.

Asevera que «el progresismo de hoy se ha hecho mojigato y puritano y tiene miedo a relacionarse con la libertad de expresión y, por exceso de celo, la termina perjudicando». Le parece gravísimo confundir la afinidad ideológica de un socialdemócrata con la tolerancia hacia un sistema nepotista, cesarista, autoritario que ha pervertido el valor de las instituciones, cuando no se ha apoderado de ellas, y que ha desfigurado la ética y la mínima sensibilidad constitucional. Por eso le preocupa la deriva del país bajo el Gobierno de Pedro Sánchez, y se pregunta dónde está el umbral ideológico de Sánchez cuando gobierna con partidos ultraconservadores como Junts o cuando lo hace, según la conveniencia, con fuerzas de extrema izquierda. Detrás, como dice él, está la mansedumbre y tolerancia de la sociedad española, de los individuos, ante las medidas del presidente.

Nos habla de los dos planetas que ha creado la polarización: Fachosfera y Sanchosfera, a punto de colisionar. Recuerda que el último invitado de la Fachosfera es el Financial Times y alerta sobre sus dimensiones y escasez de espacio exclamando: «En la Fachosfera ya no cabemos». Asfixia que le lleva a pedir a Sánchez, con la gracia que derrocha su ironía, que amplíe las dimensiones del planeta de Mordor en el que empieza a haber demasiado azufre.

La Fachosesfera, dice, es todo aquello que Sánchez entiende como motivo de discusión y de contraste. De ahí nace la persecución de los bulos. A Rubén Amón no le cabe ninguna duda de que la máquina del fango está en Ferraz, «la gran fábrica de fabricación de bulos con la que nos tiene totalmente amaestrados. Sánchez se erige en contra de ellos cuándo es el primero que los fomenta».

Esta polarización de altos decibelios que “engrasa el sistema del tertuliaje”, radicaliza los posicionamientos y cultiva las ideologías sin ideas y el cainismo más atávico. Por cierto, en el libro nos cuenta que un día, hace ya un tiempo un tanto lejano, a Carlos Alsina le propusieron a Pedro Sánchez de tertuliano.

Sostiene Rubén Amón que Sánchez no tiene nada que ver con el socialismo ni con la socialdemocracia, sino con una capacidad de adaptación deslumbrante; que se alimenta de la oposición de quienes cuestionan sus aberraciones políticas. «Le funciona recurrentemente la amenaza de que viene la derecha». Y con ese miedo inoculado que niebla la visión de gran parte de los ciudadanos, perdura en el poder. Cree que esta legislatura se completará y está convencido de que una década de Sanchismo supondrá la desnutrición total de la credibilidad del sistema de la cooperación de las instituciones, el uso partidista de las instituciones mismas, la degeneración de la vida democrática, de la propaganda.

«El escepticismo que produce esta clase política no hace sino redundar en esta idea de que las instituciones están vacías. Sánchez ha trabajado mucho en esa dirección».

Sepa usted que, cuando termina de trabajar, Rubén Amón apaga el taxímetro y necesita distancia y desahogo por aquello de que le satura y está un poco cansado de sí mismo. Él, que nos dice que tenemos que hablar, es muy de silencios. Las conversaciones las reserva para las personas afines, consciente de que las mejores fluyen cuando no tienen propósito.

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