Moción de censura

El PNV esperó hasta el mismo viernes, pero el precio siempre fue el mismo: la dimisión de Rajoy

Andoni Ortuzar
Andoni Ortuzar, presidente del PNV. (Foto: EFE)
Carlos Cuesta

El PNV alertó al PP de la creciente dificultad para vetar la moción de censura, al menos, desde el martes día 29. La intención inicial de los nacionalistas vascos era soportar a Mariano Rajoy frente al ataque de Pedro Sánchez. La razón: que no se fían del apoyo de Podemos al PSOE y de sus consecuencias —en toda España y en el País Vasco, donde es aliado de Bildu— y tampoco de las expectativas económicas que se abren a partir de ahora. Pero la falta de reacción del presidente hizo que la bola mediática de la sentencia del caso Gürtel y la moción avanzasen en paralelo. Y, con ellas, la dificultad de soportar al presidente en su cargo.

Los avisos, pese a ello, fueron trasladados consecutivamente al Ejecutivo: desde el mismo martes 29 por la noche —dos días antes de la tramitación de la moción de censura—, hasta la misma mañana del jueves 31 en el que se dio inicio al debate en el Pleno del Congreso.

Y esos avisos fueron trasladados, al igual que la escalada del precio político que pensaban cobrar por frenar la moción de los socialistas. Porque “las bases están totalmente en contra de Rajoy y no podemos asumir un sacrificio de este tipo sin un precio alto a cambio”, como señaló un representante de PNV la mañana del miércoles 30 —aún un día antes de la primera jornada de la moción—.

El precio fue definido la noche del martes 29, cuando ya se había calificado la moción por la Mesa del Parlamento. Es decir, cuando la moción ya no tenía más marcha atrás que la dimisión del presidente. Y, de hecho, ese fue el precio: la dimisión del presidente.

La moción es personal y, como tal, la dimisión del censurado hace decaer la propia moción. Pero esa dimisión implicaba el cese de todo el Gobierno, según exige la normativa española. Un Gobierno que, sin embargo, quedaba en funciones hasta cerrar el proceso de nueva investidura de Ejecutivo.

La oferta de los vascos diseñada esa noche del martes contó con este problema añadido. Y, por ello, ofreció negociar el apoyo a un candidato del propio PP. Soraya Sáenz de Santamaría era aceptada como una posible candidata.

Ésa fue la secuencia de los hechos. Una secuencia que realmente comenzó bastante antes. Y que abrió ventanas para dimitir y zanjar una historia que ha acabado con un cambio de Gobierno sin pasar por la urnas: por medio de una moción del PSOE, apoyada por Podemos, EH Bildu, PNV, ERC, PDeCAT, Compromís, etc.

El inicio de todo

La historia más cercana se remonta al jueves 24 de mayo, el día en el que fue publicada la sentencia del ‘caso Gürtel’. Ese día recibieron sus fuertes condenas Luis Bárcenas, su mujer Rosalía Iglesias, Francisco Correa, Pablo Crespo y todo el resto de implicados. Pero, sobre todo, ese día recibió su condena el PP, a título lucrativo y por responsabilidad civil, a pagar 245.000 euros.

El fondo de la noticia no era una gran novedad. Pero sí la confirmación de una sentencia que, obviamente, activaría todos los resortes de la opinión pública.

OKDIARIO llevaba contando el sentido de la sentencia desde el mes de febrero. Y a cada crónica, que avanzaba este diario, la concreción de los datos era mayor, hasta el punto de anticipar los días 22 y 24 de mayo de madrugada, la práctica totalidad de los detalles del fallo judicial: incluida la condena al PP como partido. La iniciativa por parte de Rajoy no llegó en todo ese tiempo. Y tampoco tras la publicación de la sentencia.

Ese día 24, la actualidad quedó colapsada, como era previsible, por la publicación de la sentencia. Podemos pedía al PSOE la moción de censura desde primeras horas de la mañana. El PSOE estudiaba los apoyos y al cierre del día tomaba la decisión de lanzar el jaque al Gobierno. Pero, a esas alturas, aún era simplemente eso: un jaque. Y no era mate porque esa misma noche los contactos del PP con PNV recordaban que los vascos podían aún frenar la moción. Que su postura preferente era la de votar no a la moción de Pedro Sánchez.

El viernes 25, el PSOE materializaba su decisión y registraba la moción. Ciudadanos reaccionaba y lanzaba su mensaje: “Esta legislatura esta liquidada por los casos de corrupción que atenazan al partido que apoya al Gobierno y al presidente del Gobierno”, y, por ello, deben “convocarse elecciones y que los españoles puedan decidir» o, en todo caso, que se haga «una moción de censura instrumental», señalaba José Manuel Villegas. Censura instrumental que pedía, de nuevo, la inmediata convocatoria de elecciones anticipadas.

La postura de Ciudadanos complicaba aún más las cosas. Porque si algo temía PNV en ese momento eran unas elecciones anticipadas, tal y como estaban las encuestas. Y es que Ciudadanos partía como favorito y a nadie en el PNV se le había olvidado el anuncio de Albert Rivera de actuar contra el cupo vasco, su verdadero nutriente de privilegios financieros.

El viernes pasaba. Y el sábado. Y el domingo. Y el lunes. Y la posible reacción de Rajoy seguía sin aparecer.

Llegó el martes 29. Y con él, la calificación y aceptación definitiva por parte de la Mesa del Congreso de la moción de censura. La bola mediática seguía creciendo. Y el PNV agravaba su mensaje: las bases de los nacionalistas exigían sangre y el precio ineludible pasaba a ser la dimisión del presidente.
Y, puesto que ese mismo jueves comenzaba la tramitación de la moción, no había mucho tiempo para decidir: sólo 24 horas.

Límite 24 horas

Así lo decisión y así lo trasladaron al Gobierno: en 24 horas Mariano Rajoy debía presentar su dimisión para frenar la moción. En caso contrario, PNV daría el sí al plan de Pedro Sánchez. A esas alturas, y pese a ello, los vascos seguían aceptando negociar un candidato alternativo al que respaldar en el Gobierno. Un candidato que no se negaban a que siguiese siendo del PP y que podía ser Sáenz de Santamaría —entre otros motivos, porque había sido la protagonista de la operación diálogo en Cataluña—.

Fieles a su estilo, a esas alturas, los vascos ya habían contactado con los separatistas catalanes [el lunes] y con el propio PSOE. Y ya sabían que en caso de frenar la moción lo harían en solitario. Y también, que el PSOE les ofrecía el acercamiento de presos, avances en el estatuto soberanista y más competencias. Regalos más que considerables para ellos.

Las 24 horas pasaron. Y la reacción y dimisión de Rajoy tampoco llegó.

La noche del miércoles llegaron los avisos más potentes de los vascos. A esas alturas, de hecho, las advertencias eran consistentes y OKDIARIO adelantaba ya el sentido de esas conversaciones.

La propia comunicación de que todo se decidiría en la reunión del Euzkadi Buru Batzar en la mañana del jueves fue trasladada a Moncloa como una evidencia de que si Rajoy no dimitía en las horas finales, Andoni Ortuzar Íñigo Urkullu no tendrían argumentos para convencer a sus bases de que era conveniente mantener al PP.

La reunión de la dirección del Partido Nacionalista Vasco (PNV) cerraba un acuerdo hacia las 12.00 del mediodía del jueves. Un acuerdo que se negaba a comunicar oficialmente aún: si Mariano Rajoy no dimitía, el sí a Sánchez estaba cantado. Pero, pese a ello, retrasaron la comunicación porque aún estaban dispuestos a negociar una salida. El acuerdo se alcanzó mientras se desarrollaba el debate de la moción de censura a Mariano Rajoy. En plena tensión. Y sirvió para ratificar la postura del PNV adelantada por OKDIARIO. Rajoy seguía sin responder.

A partir de ahí, la posibilidad de reacción se derretía por minutos. La cúpula del PNV había decidido y Aitor Esteban recibía la orden de comunicarlo en su primera intervención en el Congreso la tarde de ese mismo jueves —sin más demora— para evitar mayores tensiones y presiones. La condición estaba en la mesa y la postura de PNV también.

Rajoy se fue al restaurante. Las horas pasaban ya rápidas y las posibilidades de solución aún más.

Tan sólo quedaba el colofón, el viernes: el de la votación que haría presidente a Pedro Sánchez. La misma votación a la que aún muchos de los cargos populares siguen sin dar crédito. Y la misma que perseguirá su memoria durante años.

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