Pilar Eyre: «Al Rey Juan Carlos las mujeres directamente se le ofrecían, así es fácil la seducción»
La periodista y escritora publica 'De amor y de guerra', una novela donde relata una historia de amor donde hay lucha de clases sociales e ideologías, ambientada en el escenario del final de la Guerra Civil.
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Periodista, escritora y ahora, desde hace casi un año, también youtuber. Pilar Eyre (Barcelona, 1951) acaba de publicar De amor y de guerra, una nueva novela donde relata una historia de amor donde hay lucha de clases sociales e ideologías, todo ambientado en el escenario del final de la Guerra Civil Española y la posguerra. «Aquella generación castigada y enferma a raíz de la guerra son nuestros padres, abuelos o bisabuelos. Todos somos herederos de los dos bandos», explica.
«¡Hola, amigos!», le digo a Eyre mientras levanto los brazos para darle la bienvenida a la entrevista. Ella sonríe, sabe que es un guiño a su forma de comenzar sus vídeos en YouTube, un canal online en el que ya cuenta con casi 100.000 suscriptores. Un exitazo donde cuenta millones de detalles de sus veranos en Marbella, de la vida de personajes del momento como Marta Chávarri o Carmen Martínez Bordiú, del accidentado día en el que conoció a Gala Dalí y, por supuesto, de jugosas anécdotas de la Casa Real Española, ese lugar regio donde hace años que no la acreditan porque «están muy disgustados».
«Doña Sofía no es tan dulce como aparenta. Y Don Juan Carlos, a la hora de ligar, siempre ha tenido la erótica del poder y, aunque la frase es horrible: las mujeres directamente se le ofrecían. Así era fácil la seducción», comenta pícara. Bienvenidos a una charla gamberra y nada correcta.
Veo que te ha hecho mucha gracia ver mi bienvenida.
Claro, así saludo en mis vídeos porque es una señal para mí misma, así sé dónde he comenzado el vídeo y dónde debo editar. Es que yo hago todo sola, eh, tengo mi móvil, mi micrófono y también mi aro de luz. Sólo me acompaña mi perro Brody. Así que levanto los brazos y, al final, mando un beso a todos, así también sé dónde terminar. Mucha gente me dice que empiezo de una forma muy estrafalaria, pero bueno, son motivos prácticos.
Un canal que tiene casi 100.000 seguidores y donde hablas de tus anécdotas con personajes famosos como Bertín Osborne, Salvador Dalí, miembros de la Casa Real o tus veranos en Marbella. ¿Esperabas ese éxito?
Bueno, no sé. El otro día en una televisión en el faldón me pusieron influencer, me hizo gracia. Es una cosa que me propuso mi hijo porque yo siempre salgo cabreada de las televisiones, le llamo y le digo: mira, qué mal esto, qué encerrona, ya no vuelvo más a la televisión, aunque tengo muchos amigos en ella a los que adoro. Y me dijo: ‘Hazte un canal’. Y yo pensé: ‘Pero, que no soy yo Vasile, ni nada de eso. ¿Cómo voy a montar un canal?’. Pero, vaya, que decía en YouTube. Me dio unos consejos, empecé y dije: ¡Esto es lo mío! Me lo paso genial y hablo de muchas cosas de tantos años de profesión, con cierta inmodestia. Pero, bueno.
Tienes una nueva novela, De amor y de guerra. Una historia de amor, desamor, madres solteras, matrimonios no enamorados, etc. Y todo ello ambientado en la Guerra Civil Española y la postguerra. Sabes que es un capítulo de la historia de España que siempre conlleva polémica. ¿Cuentas con ello?
Somos herederos de aquello. A mí cuando me dicen eso de ‘otro libro de la guerra’, lo escucho y pienso que no deberíamos hablar de otra cosa. Los americanos hablan todo el día de Vietnam o de la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué nosotros no? De alguna forma, todos somos herederos de los dos bandos.
Aquella generación castigada, perdida, agotada y enferma a raíz de la guerra son nuestros padres, abuelos o bisabuelos. Todavía tenemos la marca de aquellos años. Yo, por mi nacimiento, soy heredera de uno de los bandos y, después, mi conciencia me ha hecho heredera del otro. Entonces he podido, creo así lo he hecho, hablar en mi libro de los dos bandos de la Guerra Civil. No con objetividad, que ya sabemos los periodistas que es una palabra que no existe, sino al menos con cierta empatía hacia cada una de las partes.
En el libro, y en tus videos también, hablamos mucho de tu padre, ¿cómo fue tu relación con él?
Sí, mi padre ha salido en varios de mis libros. Es la persona más importante que he tenido en mi vida, aparte de mi hijo. En este libro también aparece, mi padre era falangista y estuvo condenado a muerte durante toda la Guerra Civil, estuvo en la prisión Modelo y cada mañana daban la lista de los que iban a ser fusilados ese día. Sólo descansaba cuando llegaban a la letra ‘E’ y su apellido no estaba. Sabía que tenía 24 horas más de vida, en ese momento los chicos de 20 años se conformaban con continuar viviendo.
Mi padre es de los ganadores de la guerra, pero en realidad creo que fue una guerra en la que perdieron todos porque él jamás hablaba de aquello, algo que creo que es generalizado en aquella generación. Mi padre era una persona muy animada, era pintor y muy bohemio, y le gustaba mucho la vida social; pero siempre tenía un fondo de melancolía en los ojos que yo creo que venía de aquellos tres años terribles que pasó condenado a muerte.
Era pintor, con todo lo que eso conlleva en una familia. ¿Cómo era aquella casa?
Vengo de dos culturas: gallega por mi padre, que era hijo de un juez que se instala en Barcelona, y catalana por mi madre. Entonces, el ambiente en mi casa era dual porque todo era muy bohemio, siempre había muchos personajes del mundo social como Jaime de Mora y Aragón o Antonio Gades, por ejemplo. A éste lo conocí cuando era bailarín de Pilar López, era un chico de 20 años que bailaba fenomenal y estuvo toda una Semana Santa en mi casa de Sitges.
Y, mira, lo que me acuerdo es un día a la hora de la siesta que empecé a escuchar unos suspiros y unos ‘ay, ay ay’ que no identificaba. Yo era muy pequeña, no sé, tenía como 11 años, y encontraba a Gades un chico guapísimo, me fui hasta la habitación donde se alojaba que daba a la terraza y me asomé, allí vi que estaba en la cama practicando sexo con la chica doméstica que teníamos en casa. Yo me fui corriendo, ni sabía lo que había visto porque en aquella época no sabía ni lo que era hacer el amor. Así que, bueno, este era el ambiente de mi casa, un espacio muy bohemio y lleno de gente; pero al mismo tiempo también estricto en cuanto a educación.
Mis padres eran muy de derechas y los dos eran católicos. Íbamos a misa y rezábamos el rosario. Éramos muy conservadores en lo que es la vida cotidiana; pero luego, al mismo tiempo, también había un contacto con gente del mundo de las letras. También eran grandes lectores mis padres. O sea, en definitiva, fue aquel un ambiente muy enriquecedor para mí.
Cuando empiezas a dedicarte a la escena del corazón, que se tiene por un periodismo menos serio, ¿qué es lo que te dicen ellos?
Huy, hasta aquello pasaron muchas cosas. Estudié Filosofía y Letras, y Ciencias de la Información, hubo una enfermedad grave, etc. Yo realmente empecé trabajando en la sección laboral de un periódico Barcelona, uno muy bueno que ya no existe. Más tarde entré a trabajar en varias revistas del grupo Zeta, hasta que un día en 1980 estaba en la redacción haciendo reportajes normales de los que yo hacía, que eran muy de temas sociales y de la mujer, vinieron los Reyes a Barcelona, una de las primeras visitas, ya que hacía sólo cinco años que Franco había muerto.
En aquel momento recibían en el Palacete Albéniz y convocaron a la prensa. Recuerdo a mi redactor jefe mirándonos a todos en aquella redacción y, claro, todos los periodistas de aquella época iban vestidos de forma patética, con jerseys dados de sí, coderas, vaqueros con rodilleras, barbas y bigotes, creciendo así a lo salvaje, con olor a pipa y a tabaco. En fin, que las chicas no es que fuéramos mucho mejor, pero yo era la única que estaba allí en ese momento. Así que me acreditaron para ir a ver a los Reyes, aunque fue visto y no visto porque pasó lo que pasó y no me volvieron a acreditar nunca más. Es decir, ha sido la única vez que me acreditaron.
Pero, ¿qué pasó?
Al principio de la democracia no sabíamos muy bien qué debíamos hacer delante de los Reyes, así que había una persona antes de que pasaras a verlos y a saludarlos que te indicaba el protocolo que tenías que seguir, aunque la verdad creo que ni ellos lo sabían muy bien. Y te enseñaban a hacer la reverencia, adelantar la rodilla, la otra no sé qué y mirar de esta forma. No podías mirarles a los ojos, no podías hablar si ellos no te hablaban, ni tocarlos, ni estrechar la mano ni hacer ningún comentario o apunte persona, nada de nada.
Vamos, que llevabas tantas indicaciones en la cabeza que ya no sabías ni qué hacer. Al llegar estaba primero Doña Sofía y luego Don Juan Carlos. Llegué delante de la Reina, allí ella esperando hierática a la reverencia y no se la hice, sólo le hago reverencia a mi madre y la Virgen, de nadie más así que le tendí la mano para estrechársela. En este momento, ella se miró la suya pensando que, efectivamente, era una mano de estrechar, pero no tenía ninguna experiencia. Me tendió una mano blandengue y yo, pues nada, se la estreché. Aquello fue un escándalo.
¿Notaste frialdad en su mirada?
Sonreía, con esa sonrisa suya; pero los ojos me mataban. Pero redundé en la metedura de pata, llegué al Rey y él mismo me tendió la mano, se la estreché; pero la mismo tiempo se giró a su ayudante y le dijo: ‘Tráeme un whisky, por favor’. Y yo me fui a redacción, escribí lo de la Reina y que el Rey había pedido un whisky.
¿Y te llamaron de Casa Real?
No me dijeron nada, pero no me volvieron a acreditar nunca más.
¿Hoy en día tampoco?
No, tampoco. Bueno, he ido a cosas en Barcelona donde estaban ellos y eso, imagino que ni se acordarán de mí, con la cantidad de personas que deben conocer. Aunque alguna vez me han llamado para regañarme de Casa Real para decirme que no les ha gustado algo que he escrito.
¿Y ante eso qué les dices?
Pues que ya lo siento, nada más. Me llamaron cuando saqué el libro de La soledad de la Reina, sobre Doña Sofía. Salió publicado un lunes y ese mismo día me llamaron, y me dijeron: ‘Oye, Pilar, que sepas que el libro no lo vamos a prohibir porque estamos por la libertad de expresión. Pero que sepas que no nos ha gustado, que a la señora no le ha gustado y estamos todos muy disgustados. ¿Por qué no has llamado para contrastar las informaciones?’. Les contesté que sí que llamé y escribí varias veces preguntando varios detalles del libro y ni me contestaron. ‘Ah, ya, pues a mí esto no me consta; pero bueno, que sepas que no vamos a hacer nada, aunque estamos disgustados’.
Y a partir de ahí ellos no hicieron nada, aunque es una forma de hablar porque hicieron muchas cosas. A partir de ese momento todos los programas de radio y televisión que tenía en promoción del libro se cayeron como piezas de dominó. Algunos incluso me lo decían en el último minuto, en las puertas de la redacción; mientras que otros me decían directamente que había llamado Casa Real para que no me entrevistaran. Esas fueron las consecuencias.
Tú que has visto al Rey Emérito en distancia corta, ¿es tan guapo como para haber sido tan playboy?
A ver, el poder atrae mucho. Es decir, si no hubiera sido Rey no hubiera ligado ni la mitad. Aunque sea incorrecto decirlo, porque es una frase horrible, a mí amigos de Don Juan Carlos me han contando que las mujeres directamente se le ofrecían. ‘Se le ofrecían todas. Actrices, modelos, aristócratas, políticas, todas. He visto cosas que ni imaginarías’, me decía un amigo del Rey.
Entonces, a un hombre que le gustan las mujeres y que, además, tiene estas situaciones. Es que, además, ¿quién le va a decir que no al Rey? Claro, así la seducción es fácil.
¿Y es la Reina Sofía tan dulce como aparenta ser?
Si es Doña Sofía tan dulce como parece… Pues no, la verdad es que no, no lo es. La última vez que la tuve en distancia corta fue cuando operaron al Rey Emérito en el Hospital Clínico de Barcelona de un nódulo de pulmón, allí estaba con él Corinna. Pero, claro, toda España estaba preguntándose dónde estaba la Reina siendo una operación grave. Ante este clamor, llamaron a Doña Sofía para que fuera enseguida a Barcelona, pero ella debió pensar que si estaba esa –por Corinna– ella no iba a estar. Estuvo en el hospital y cuando bajó de la habitación del Rey, que me contaron que ni entró ni le vio, se puso en un pequeño vestíbulo con algunos periodistas, seis o siete, no más.
Nos habló de tú a tú, nos contó que el Rey estaba bien, fenomenal y que nos mandaba recuerdos y nos daba las gracias. Entonces, alguien preguntó cuáles habían sido sus primeras palabras y, claro, no lo llevaba preparado. Se quedó como a alguien a quien le faltan pilas, quieta y con una mirada que decía ‘¿Cómo no me han avisado de que van a preguntarme esto?’. Su jefe de prensa, en ese momento, salió a su rescate: ‘Majestad, ha preguntado por sus hijos’. ‘Ah, sí, sí. Eso, ha preguntado por sus hijos’, asintió ella. Pero, vamos, en esa mirada había mucha bibiliografía.
También en este libro aparece el rey, pero en este caso Alfonso XIII.
Sí, porque el libro es un tiene un gran contexto histórico, evidentemente, además de contar un gran amor entre personas. Beatriz y y Román –los protagonistas– son de diferentes clases sociales y se conocen en el Club Pompeya, un club muy pijo de la Barcelona de aquella época. Allí ella está por derecho propio, su padre era el Conde de Túneles, un titulo que le habían dado a su abuelo porque había asesorado a Alfonso XIII en la inversión en el Metro de Madrid, el Rey era uno de los grandes accionistas del subterráneo.
Y Román, que no era de la burguesía catalana, estaba allí porque su padre era un empleado de la Banca Arnús al que, en un año de beneficios extraordinarios, el dueño le regala un carnet de socio para uno de sus hijos. Así es como ellos se conocen, Román era el chico más guapo del club conociendo a Beatriz en el momento que estalla la guerra, un espacio de desesperación donde los socios o habían huido o los habían matado.
Se casan, pero él no está enamorado.
No, no lo estaba, pero se casó con ella. Una de esas uniones de la Guerra Civil. Luego él tuvo que irse al exilio y ella se queda, su familia es de derechas y no le iba a pasar nada. Y camino de Francia, ocurre un hecho terrible que cambia la vida de todos ellos y es el momento, además, en el que Román conoce a Teresa, una joven miliciana que es el amor de su vida.
¿Esa burguesía catalana de la que hablas en la novela sigue vigente? Dicen que las clases sociales se diluyen en el S. XXI, pero…
Sí, sí, sí. Sigue vigente, hay unos apellidos que se repiten a pesar de los años. Si lees crónicas de los años 20 y 30 en Barcelona, ahora los apellidos siguen siendo los mismos que ahora. Existe y siguen siendo los que mueven los hilos del poder.
En este punto, cuando me hablan de la existencia de héroes y villanos en los dos bandos, siempre digo que no, que los villanos siempre estaban arriba y eran los que mandaban a los jóvenes a las carnicerías. No eran los políticos los que iban, ni los grandes empresarios que hacían las guerras por intereses económicos; los otros, los que iban, eran pobres víctimas que morían en guerras que a lo mejor ni sabían la razón de la misma.
Yo pienso que estas personas de la alta sociedad continúan teniendo poder y continúan teniendo influencia. Y en Barcelona, por supuesto, pero estoy convencida de que en Bilbao, en Madrid, en La Coruña, en Sevilla y en todas partes pasa exactamente lo mismo.
Mira, hay un club en Barcelona, que no diré el nombre porque a lo mejor se ofenden si lo digo, que tú ves el listado de socios y pasa de padres a hijos porque la cuota es relativamente baja. Sin embargo, la entrada sí que es cara y complicada, así que te digo que son los mismos desde hace 100 años.
Bueno, dentro de esta élite social sí que logrado entrar una chica de clase social media y divorciada: la Reina Letizia.
Ah, sí, claro, es verdad, sí.
Que le costó entrar ahí, claro.
Sí, le costó entrar, si es que ha entrado… que todavía no lo sé, la verdad. Creo que en este punto la reina Sofía se ha encontrado con un regalazo que es impresionante y es el grupo de los ‘sofistas’. Ahora hay partidarios de Doña Sofía, que ya podían haber salido a defenderla antes cuando el Don Juan Carlos le hacía todas aquellas barbaridades y se las tapaban, porque es una forma de atacar a Doña Letizia. Si ensalzan a una, defenestran a la otra.
Ahora los que hablan de Doña Sofía diciendo que es una gran reina, que es muy querida por todos, son los que precisamente tiran con bala hacia Letizia y yo creo, de verdad, que es una buena Reina, una reina del S. XXI y la que necesitamos en estos momentos. Otra cosa es el debate de monarquía sí o no, pero en este momento tenemos monarquía y creo que tanto Felipe como Letizia son los mejores Reyes que podríamos tener. Lo están haciendo bien.
¿Crees que la sociedad está siendo dura con el rey Juan Carlos?
Yo pienso, precisamente, que somos muy blandos con Don Juan Carlos. Creo que sólo conocemos la punta del iceberg de todo lo que ha hecho y, la verdad, sólo leo elogios en los periódicos. Así que no veo que seamos duros con Don Juan Carlos en ningún sitio. De hecho, de las grandes tropelías económicas que ha cometido nos hemos enterado por la prensa extranjera, no por la prensa española.
Bueno, aquí en OKDIARIO sí se han revelado detalles a este respecto.
Sí, sí. Es verdad que Eduardo Inda lleva tiempo desvelando detalles de estas tropelías, estaba generalizando; pero sí que ha habido un pequeño grupo de periodistas, entre los que tengo el honor de incluirme, que hemos intentado levantar un poco el velo que cubre la monarquía.
¿Cómo es eso de que el día de tu boda estabas en una cabina telefónica vestida de novia hablando con tu director?
(Ríe) Es una anécdota que indica lo mucho que el periodismo ha llenado mi vida. Tengo una fotografía de ese momento, yo en la cabina y mi marido esperándome con el ramo fuera, mientras le explicaba a mi redactor jefe que no podía ir a cubrir no sé qué porque me estaba casando. Esa foto muestra mucho cómo ha sido mi vida.
Eso y que tu buena pinta te llevaba a sitios como el tenis donde, entre otros personajes, conociste al tenista Guillermo Vilas, un tío guapísimo que estaba liado con Carolina de Mónaco y tú sin saberlo.
Ay, sí, el tenista argentino. Uno de los tíos más impresionantes que me he encontrado en mi vida y que se reía todo el rato haciéndose el inocentón. Lo mismo me decía Luis Miguel Dominguín, que nada de sexo en la temporada de toros, ese también era un ligón impresionante que dejaba pequeños a Julio Iglesias y al rey Juan Carlos.
¿Luis Miguel Dominguín era tan guapo en persona?
Muy guapo. Y yo soy antitaurina porque soy una gran amante de los animales, pero creo que ha sido una de las personas más seductoras y más atractivas que he visto nunca. Que me perdone Julio Iglesias, esto es una pequeña deslealtad que estoy cometiendo, pero es que Luis Miguel Dominguín era impresionante. Es que, además era simpático, educado, te escuchaba, le importaba tu opinión. Siempre lo recuerdo sentado, descalzo y con las piernas cruzadas, mientras movía una de ellas todo el tiempo. Tenía unos pies muy largos, era un tipo atractivo.
Voy a decir una cosa nada popular, lo sé, pero a mí Julio Iglesias nunca me ha gustado.
Bueno, mejor así, menos competencia.
Lo siento, Pilar. Sé que a ti te encanta.
Bueno, te perdonaré porque eres tan estupenda que ese pequeño defecto no importa.