La mejor sidra del mundo entero está en Villaviciosa: así revolucionó El Gaitero su producción hace 135 años
Ideas innovadoras, una temprana apuesta por la publicidad y la defensa de la cercanía han sido valores que la empresa asturiana ha sabido preservar hasta nuestros días, respetando siempre el legado familiar
La conexión emocional con la tradición no ha sido únicamente una estrategia, sino una convicción que se mantiene intacta desde hace décadas
Con 75 empleados en bodega, la mayoría de la zona, este negocio produce unas 110.000 botellas de sidra cada día
No es casualidad que en plena villa maliaya se levanten las emblemáticas instalaciones de El Gaitero. A escasos metros de la ría —uno de los estuarios mejor conservados y de mayor valor ambiental de la costa norte— se encuentran los espacios donde la manzana cosechada inicia su transformación: se prensa, fermenta y se convierte en sidra, antes de ser embotellada y enviada a destinos nacionales e internacionales.
La ría nunca fue solo un paisaje: fue la primera gran vía de comunicación y un elemento clave en la expansión de la empresa. Desde sus orillas, junto a la bodega, partían antaño las embarcaciones que llevaban la sidra ‘famosa en el mundo entero’ hasta el puerto de Gijón, donde los grandes barcos zarpaban rumbo a América. Aquellos viajes no solo significaban exportar producto, sino tender puentes entre Asturias y el otro lado del Atlántico, entre quienes se quedaban y quienes emprendían el viaje.

La sidra, cuya tonalidad va desde el amarillo dorado hasta el ámbar, encierra una historia milenaria. Sus orígenes se pierden en el tiempo, entre rituales celtas y una cultura que convirtió la manzana en símbolo, alimento y celebración. Con el paso de los siglos, la sidra se consolidó como parte esencial de la identidad asturiana, interpretando su territorio y su forma de vida.
Hoy, la Cultura Sidrera Asturiana ostenta el reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Pero mucho antes de este honor, Asturias ya era conocida como la cuna de la sidra, y no solo por tradición: también por innovación. Fue pionera en la producción internacional de sidra espumosa, gracias a empresas emblemáticas como El Gaitero, que llevaron este producto más allá de fronteras y generaciones, transformándolo en un símbolo universal de origen local.
El origen y el ingenio revolucionario

Los orígenes de esta empresa, constituida de manera oficial en 1890, son muy singulares y desde el inicio se han sustentado en un profundo espíritu familiar. Un par de años antes, los hermanos Alberto y Eladio del Valle, junto a Ángel Fernández y Bernardo de la Ballina, quienes aportaron la financiación, adquirieron la maquinaria necesaria para emplear la técnica de la “champanización” de la sidra, que permitía carbonatarla y mantenerla en perfectas condiciones para un viaje de ultramar, en el Concejo de Villaviciosa, una pequeña localidad que ronda en la actualidad los 14.500 habitantes.
Lo hicieron realidad tras poner en marcha “Valle, Ballina y Fernández”, una sociedad regular colectiva, que ponía en el foco en la exportación hacia América. Esa decisión no fue casual, ya que la familia Fernández encadenaba la cuarta generación de empresarios en países como México.

Tras obtener un valioso conocimiento sobre las particularidades del comercio en la zona y de los procesos de envío de mercancías desde la Península, “detectaron un gran potencial para la sidra, siempre que se encontrara la forma de conservarla en condiciones óptimas para el consumo, que era el principal desafío en aquel momento”, recuerda, con emoción, José Cardín, vicepresidente del Grupo El Gaitero cuarta generación de una empresa en la que, desde hace años, también se ha incorporado la quinta generación.
Aquellas primeras botellas que cruzaban el océano no sólo llevaban sidra: transportaban emociones. Para quienes habían dejado su tierra atrás en busca de prosperidad, eran un puente hacia sus raíces y sus recuerdos. Ese vínculo afectivo, unido a la creatividad técnica y al espíritu emprendedor de sus fundadores, dio forma a una marca destinada a convertirse en un auténtico icono.
Una empresa familiar que creció mirando al futuro sin apartar la vista del pasado

Ya en los cincuenta del siglo XX, llegaría otro momento dorado para la compañía de la mano de José Cardín Fernández (1905-1992), padre de Bernardo y José Cardín, actuales presidente y vicepresidente, respectivamente, del grupo empresarial. Bajo su impulso, la empresa vivió una expansión estratégica que consolidó la marca dentro y fuera del país.
A esta visión empresarial se sumaron valores que permanecen intactos hasta hoy: compromiso con el territorio, dedicación al trabajo y respeto por el legado, junto a una gran capacidad para escuchar a un consumidor en constante evolución. Gracias a ello, 135 años después, la marca sigue sorprendiendo con cada nueva creación.

Fruto de ese espíritu inquieto y de la constante investigación, las sidras tradicionales fueron dando paso a propuestas más innovadoras, adaptadas a las tendencias del mercado. Desde la brut nature Valle, Ballina y Fernández hasta Pomarina brut —que representan el lado más sofisticado de la firma y ambas acogidas a la DOP Sidra de Asturias—, pasando por la soberbia sidra de hielo 1898, que rinde homenaje al año en que se terminó de construir la bodega histórica. A ello se suman formatos pensados para el consumo individual, como Spring Cider o el Botellín de El Gaitero, y nuevas incorporaciones a la gama clásica, como El Gaitero Rosé, El Gaitero 0,0 o El Gaitero Etiqueta Negra. Un largo etcétera que demuestra que tradición y vanguardia pueden convivir sin renunciar a la esencia.
Además, este universo de sidras se ha ampliado con otros productos: turrones y dulces navideños, una línea de platos preparados que evocan la cocina casera, y vinos elaborados en su bodega de Rioja, Real Agrado. En definitiva, una diversificación que confirma que innovar no es traicionar los orígenes, sino ponerlos en valor desde nuevas perspectivas.
Apuesta por la cercanía y la proximidad

Quienes regresaban de América dejaron una huella profunda y visible. Impulsaron mejoras en infraestructuras, fomentaron la industrialización de la zona y sembraron nuevas pomaradas que reforzaron la tradición sidrera. Además, construyeron sus emblemáticas “casonas”, presididas por una palmera en el jardín como homenaje a aquellas tierras lejanas. Un símbolo que aún puede contemplarse en El Gaitero, frente a la representativa fachada de sus antiguas oficinas, rindiendo tributo a esa historia compartida.
La cercanía es un valor esencial en la empresa y se transmite de generación en generación. Un ejemplo es Tano Collada, enólogo de la bodega y cuarta generación de su familia vinculada a El Gaitero. Él supervisa todo el proceso, desde que la manzana madura en el árbol hasta que la sidra se embotella. Controla la evolución del fruto, dirige la elaboración y las fermentaciones, y junto a su equipo de Bodega y Calidad analiza parámetros clave como la acidez, los azúcares residuales, la estabilidad microbiológica y la evolución aromática. Su labor combina ciencia y sensibilidad en un “maridaje” perfecto entre tradición e innovación.

“La base de la elaboración es ancestral y muy parecida a como se hace actualmente. Antes se utilizaban depósitos de madera y ahora de acero inoxidable. Las prensas, por ejemplo, eran lagares tradicionales y, ahora, son neumáticas. Todos estos procesos hacen que la calidad final y sus caracteres sean lo que los consumidores están buscando”, apunta Collada. Y asegura, con orgullo, que “la manzana de aquí” no existe en otro lugar.
Esa cercanía se refleja en muchos aspectos de El Gaitero, empezando por su plantilla. En su mayoría —“por no decir el 100%”, apunta José Cardín— está formada por empleados oriundos de Villaviciosa o, como mucho, de localidades cercanas. Algunos incluso han continuado el legado durante varias generaciones. Por eso no sorprende ver a los gerentes saludando a veteranos directivos y conversando con los trabajadores sobre sus raíces familiares. “Es una empresa muy familiar”, subraya. El pan de cada día es recibir a productores locales que acuden con sus furgonetas y remolques para hacer entrega de la materia prima, las suculentas manzanas.
Un emblema económico para todo un territorio

El Gaitero es mucho más que una bodega: es un motor económico, un referente cultural y una parte indiscutible de la identidad maliaya. Desde su creación, su presencia ha impulsado el desarrollo de la comarca, generando empleo y creando oportunidades que han marcado la historia de la región.
“Es un emblema”, subraya, por su parte, Alejandro Vega, alcalde de Villaviciosa, quien destaca que El Gaitero ha sabido mantener una tradición que abarca varias generaciones, no solo en el accionariado, sino también en la estructura interna de la empresa. “La conexión con el tejido social de Villaviciosa y la comarca se ha mantenido. Es un buen ejemplo de empresa familiar que se ha sabido adaptar a estos tiempos”, cuenta.

El Gaitero —cuya facturación ronda los 22 millones de euros anuales— está presente en 32 países, aunque es el mercado español el que concentra el 75% de las más de 100.000 botellas que cada día salen de sus cubas y depósitos. Mantener un alcance tan amplio requiere algo más que tradición: necesita el apoyo constante de socios financieros que acompañen cada etapa del crecimiento. En este sentido, la relación con Banco Sabadell ha sido clave. “Es muy buena”, afirma Cardín, al referirse a ese vínculo “especial y familiar” que han mantenido con la entidad financiera a lo largo de la historia.
La sidra más famosa del mundo entero, como rezaba el clásico eslogan popularizado a finales de la década de los sesenta, encontró en la publicidad el camino adecuado para alcanzar un rotundo éxito, tanto en la Península como en América. El secreto fue la estrategia diseñada por el publicista asturiano Manuel Brun, quien halló la fórmula para aprovechar el tirón de los anuncios en los medios de comunicación.
Ese afán por darse a conocer estuvo presente desde el principio. Ya en 1900, con motivo de la Exposición Mundial de París, El Gaitero contó con un stand en el que se exhibían tres cuadros: un gaitero, una asturiana y un asturiano con traje popular. “Tenían todo tipo de ideas para la promoción: postales, cromos, reclamos publicitarios e incluso partituras de música”, puntualiza Cardín.
Apoyo al deporte local de Villaviciosa

La sidra sigue siendo el corazón del proyecto, su razón de ser y el motivo por el que nació. Pero en el ADN de El Gaitero también late un firme compromiso con el territorio. Por eso, la empresa apoya a prácticamente todos los clubes deportivos de la zona, desde disciplinas de base hasta referentes consolidados, incluido el Club de Piraguas, “desde sus inicios”, señala Ana Simón, tesorera de la institución.
“La marca nos da reconocimiento. Es una firma con prestigio internacional; allá donde vas, todos la conocen. De hecho, ya no somos el club de Villaviciosa, sino el club de El Gaitero, y eso nos aporta visibilidad, nos ayuda a captar talento y a atraer aficionados al piragüismo”, afirma con orgullo esta joven que practica una modalidad tan singular como el Barco Dragón, donde un grupo de palistas, acompañados por un timonel y un tambor, reman al unísono. Un ejemplo que demuestra que, en este llagar conocido en todo el mundo, cada trago no solo se bebe: se recuerda.
Patrimonio, memoria y puertas abiertas

La bodega de El Gaitero, declarada Patrimonio Histórico Industrial, se puede descubrir a través de visitas guiadas que comenzaron ya en los años veinte del siglo pasado, reflejando una vez más el carácter pionero de la empresa y dando origen a lo que hoy conocemos como “sidraturismo”, una tendencia en auge.
El recorrido incluye su colección permanente, donde se conserva y expone la historia y el legado familiar: desde los cuadros que sirvieron como cartelería en la Exposición de París de 1900 hasta anuncios icónicos con el famoso eslogan “Sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero”. Recorrer cada rincón emociona —y no solo a los asturianos— porque aquí no hablamos solo de sidra, sino de historia viva. Y El Gaitero lleva 135 años contándola como nadie.
¿Te acerco?
Más allá de las grandes ciudades existen relatos de empresas que valen la pena conocer. Empresas que tienen un vínculo especial con los pueblos y los territorios donde han edificado su particular manera de dirigirse a sus clientes. Son negocios que, al igual que Banco Sabadell, han contribuido al desarrollo socioeconómico de esos lugares donde, un día, quisieron abrir las puertas y mantener el compromiso con sus gentes. Conoce su historia de primera mano en este proyecto.
