Los jesuitas de Barcelona obligan a sus alumnos a presentarse a un concurso de la golpista Òmnium
Un colegio de jesuitas de Barcelona ha obligado a sus alumnos a presentarse a un concurso literario organizado por la asociación separatista Òmnium Cultural. Además, sin autorización de los padres, la organización se apropia de los datos de los menores.
El colegio de jesuitas Sarriá San Ignacio, en Barcelona, obliga a sus alumnos a presentarse a un concurso de literatura en catalán organizado por la asociación independentista Òmnium Cultural, cuyo presidente, Jordi Cuixart, está encarcelado por la organización del golpe del 1-O.
«El Premio Sambori es el único premio de narrativa en catalán dirigido a los centros educativos de los Países Catalanes”, anuncia la asociación en su página web.
El concurso va dirigido a alumnos de primaria, secundaria y bachillerato catalanes. Òmnium ha repartido un folleto informativo a los jóvenes en los que se explican las bases del concurso. Además, tal y como ha podido conocer OKDIARIO, la participación es obligatoria en el colegio de los jesuitas y se enmarca dentro de la asignatura de catalán.
Para participar se precisa del registro previo del alumno, un registro en el que se recoge un apartado sobre la protección de datos en la que se declara que la asociación independentista tiene derecho a “hacer llegar información comercial” al inscrito en el concurso.
Por lo tanto, sin autorización de los padres se cede un censo por colegios en el que aparecen los nombres de los alumnos. Dicho registro se hace directamente desde el profesorado incluyendo los datos de los menores y los relatos adjuntos.
Ómnium Cultural, junto a la ANC, son los dos brazos civiles de movimiento independentista en Cataluña. Bajo el manto de una simple asociación cultural han protagonizado actos de apoyo al separatismo con incidencia especial desde la celebración del referéndum ilegal del 1-O.
Además, ambas organizaciones han incluido de manera sistemática a los menores en sus actos. Lérida fue uno de los ejemplos más visibles donde las asociaciones colocaron celdas en la calle para que los niños pudiesen sentirse ‘presos políticos’.
Si bien es cierto que las instalaciones no iban dirigidas únicamente a menores, los niños las usaron para jugar con los lazos amarillos y ser partícipes del adoctrinamiento contra el Estado español.