Belhot dijo que cobraba una comisión del 0,75 pero sacaba de la cuenta más dinero para su uso privado

Fernando Belhot Zaplana
El supuesto "testaferro" uruguayo Fernando Belhot y el ex presidente de la Comunidad Valenciana Eduardo Zaplana.
Manuel Cerdán

El testaferro Fernando Belhot en la única declaración que ha prestado en el caso Erial por videoconferencia desde Montevideo, tras llegar a un acuerdo con la Fiscalía a finales de 2018, desveló cuáles eran sus emolumentos por prestar sus servicios, supuestamente, a Eduardo Zaplana. Aseguró que percibía anualmente una comisión del 0,75 del «monto de los fondos administrados en cada ejercicio», más un bonus que negociaba con su cliente, según los resultados.

También desveló que el montante de todas esas comisiones ni lo retiraba ni lo traspasaba de la supuesta cuenta de Zaplana en el Julius Bär a otras suyas personales: «Se quedaba en la cuenta y lo seguía administrando con el capital principal», según su declaración literal. Un procedimiento inhabitual para ese tipo de operaciones opacas de blanqueo de dinero, según confirman los expertos consultados por OKDIARIO.

Sin embargo, si se analizan, pormenorizadamente, tan sólo los fondos que Belhot desvió de la cuenta suiza, entre 2017 y 2018, para su uso personal -casi medio millón de euros- los números no cuadran, como acreditó ayer OKDIARIO con datos oficiales de la investigación. Zaplana tendría que ser un bendito para consentir que su testaferro le estafara su dinero en su propia cara. Únicamente, con la transferencia de 300.000 euros que Belhot ordenó transferir a una cuenta de la abogada tinerfeña Carmen Sánchez Pacheco para la compra del 50% de la sociedad Guiraser Service, superaba con creces su supuesta comisión anual del 0,75%. Esa operación, como pudo demostrar ayer este periódico, no guardaba ninguna relación con los intereses privados de Zaplana.

Basta con comparar los intereses que cobraban otros testaferros en casos tan mediáticos como Zagatka o Gürtel para comprobar que las supuestas ganancias de Fernando Belhot eran desorbitadas, a no ser que el dinero fuera suyo. En su única declaración por videoconferencia ante la titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Valencia y el fiscal Pablo Ponce el testaferro aseguró que informaba en persona a Zaplana del estado de los fondos de la cuenta unas cuatro veces al año. Un dato sin verificar porque el fiscal nunca se esforzó en verificar la presencia de Fernando Belhot en España solicitando el registro de entradas y salidas del país. Los agentes de la UDEF sí lo hicieron, en 2009, cuando investigaron en el caso Gürtel al testaferro suizo, Arturo Fasana, que ocultaba en la cuenta Soleado de Ginebra los fondos de Ángel Correa.

Las cuentas eran de Belhot

Fuentes expertas en blanqueo de dinero señalaron a OKDIARIO que, si Fernando Belhot alguna vez actuó como testaferro de Zaplana, nunca utilizó los métodos tradicionales para ese tipo de operaciones. Todo lo contrario: cometió demasiadas imprudencias y torpezas si su fin último era garantizar la opacidad de los movimientos bancarios. Utilizó cuentas particulares a su nombre, compartió alguna de ellas con su esposa Gabriela Luisa González Larena -hermana de uno de sus socios y de profesión doctora en odontología-, depositó sus comisiones en la misma cuenta del cliente, realizó transferencias de manera directa a otras cuentas personales suyas en Uruguay o de offshores fáciles de identificar, pactó un acuerdo verbal sin un contrato secreto con su cliente y pagó servicios propios como la compra de un caballo o artículos de aeromodelismo, entre otros errores. A no ser que la cuenta en el Julius Bär fuera suya y no necesitara ningún tipo de blindaje.

Belhot justificó la existencia de cuentas a su nombre por una mejor operatividad. Según él, las abrió una cuenta en euros de la que era titular para facilitar el manejo de los fondos, «ya que los bancos no ponían tantos problemas en el movimiento de dinero de cuentas de personas privadas». Una versión poco convincente. El testaferro uruguayo, investigado por blanqueo en varios países americanos, declaró al fiscal Pablo Ponce que las operaciones que figuraban en el extracto bancario pertenecían a operaciones especulativas de los fondos de Zaplana en distintas inversiones para aminorar el riesgo.

En el único testimonio de Belhot en la causa -el juzgado se ha opuesto a que sea preguntado por los abogados de las defensas o a mantener un careo con Zaplana- aseguró que la confianza era clave en las relaciones entre el fiduciario y el cliente: «Nosotros actuamos en nombre y representación de otra persona y se hace en forma de contrato verbal para mantener la plena confidencialidad». Y, partiendo de esa premisa, afirmó que no tenía ningún acuerdo firmado con Eduardo Zaplana, algo inusual en las relaciones entre fiduciario y propietario que sellan un acuerdo, al menos, con un contrato privado que se mantiene en secreto.

Y, sobre todo, en el caso de Zaplana que, el 11 de diciembre de 2015, ingresaba en un quirófano de Valencia para someterse a un trasplante de médula, después de permanecer casi un mes en el hospital. Por tanto, es poco probable que un cliente, que lucha entre la vida y la muerte, deje a su suerte una cuenta millonaria en Suiza sin amarrar antes su titularidad para traspasar el dinero a sus herederos.

El testaferro uruguayo manifestó que, siguiendo su sistema de total confidencialidad, sus relaciones con Zaplana no dejaron ningún rastro ni de emails ni de mensajes telefónicos. Fernando Belhot declaró, así mismo, que los supuestos fondos de Zaplana fueron traspasados de la sociedad Imison de Luxemburgo a Disfey, una offshore que había sido fundada en Montevideo, en noviembre de 2009, y que, desde septiembre de 2015, estaba presidida por su primo Gonzalo García Belhot y en la que él figuró como accionista.

La declaración de Fernando Belhot no cuadra porque la administradora de Imison era hasta entonces Beatriz García Paesa, la sobrina del famoso espía que negoció la entrega de Roldán. La gestora de sociedades ordenó el traspaso de unos activos financieros de 7.990.000 euros. Sin embargo, García Paesa, que desde muy joven reside en Luxemburgo, declaró ante la juez de Valencia y confirmó a OKDIARIO que nunca conoció a Zaplana y que su relación profesional era con la familia Cotino.

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