Dibujos de corazones y caritas: así son los programas de rehabilitación para agresores como el de Lardero
Los depredadores sexuales deben realizar estos cursos para acceder al tercer grado
Educadores penitenciarios ponen en duda la utilidad de unas herramientas que se basan en la empatía
Si Francisco Javier Almeida, el detenido por la muerte del pequeño Álex en Lardero, quería salir de la cárcel sabía que la condición indispensable para hacerlo era realizar programas individualizados dentro de prisión para tratar de reconducir la conducta que le había llevado a prisión. Casi 40 permisos penitenciarios, su progreso al tercer grado y su definitiva libertad condicional dan fe de que realizó alguno de esos cursos. OKDIARIO ha tenido acceso al material didáctico con el que se trata de enderezar en la cárcel a pederastas, violadores y maltratadores. Lo que nos hemos encontrado ha sido viñetas de colores, dibujos, caritas para dibujar gestos, imágenes para asociar sentimientos y un sinfín de ejercicios propios de cualquier curso de colegio.
«Tratan a los presos como si fueran adolescentes revoltosos y lo que parece que no entienden es que los presos se mofan y usan estos programas para lo único que les interesa a ellos: salir de la cárcel y salir pronto». Los educadores penitenciarios se resisten a no denunciar una realidad que se vive a diario en los centros penitenciarios. De los casi 50.000 reclusos que hay en España la inmensa mayoría, prácticamente todos, deberían ser reinsertables, incluso los que hubieran cometido los delitos más graves. Sin embargo, existe otro porcentaje cuya recuperación social está permanentemente puesta en duda por los expertos: los depredadores sexuales, los pederastas y los violentos con las mujeres, tienen niveles de reincidencia altísimos cuando regresan a la sociedad.
Por ese motivo, para presos como Almeida, el presunto asesino de Álex, se diseñaron programas específicos para tratar de reeducarlos durante su estancia en prisión. El fin es tan loable como inútil porque para empezar esos cursos están destinados a obtener privilegios penitenciarios como libertades adelantadas, permisos o progresiones de grado, por no mencionar que además son voluntarios. Así que dejamos en la voluntad de violadores, pederastas y violentos con las mujeres la elección de querer modificar conductas que les son tan profundas como el placer que obtienen con sus perversiones.
Pero imaginemos que alguno de estos individuos accediera con la sincera intención de reformarse a la práctica de alguno de estos programas. En el caso del sospechoso de la muerte de Lardero, un hombre que con 23 años secuestró a una vecina de 13 para disfrutar sexualmente viendo cómo perdía el conocimiento mientras él la estrangulaba con una cuerda y que años después volvió a disfrutar ante la agonía de la mujer a la que había apuñalado 17 veces, ¿cuál sería la mejor herramienta para reeducarlo?
«Su abordaje terapéutico»
OKDIARIO ha tenido acceso a los programas específicos a los que se somete a este tipo de delincuentes cuando acceden a levarlos a cabo. Nos centramos en el PICOVI, el Programa de Intervención de Conductas Violentas. Detrás de un título tan grandilocuente llegan más de 400 páginas que se muestran cómo la herramienta capaz de transformar a secuestradores de niños o violadores en serie en los perfectos vecinos.
Así se justifica la existencia del programa: «Una preocupación constante de la sociedad española, de gran impacto emocional en los ciudadanos y de repercusión mediática, es la aparición de conductas violentas que provocan graves consecuencias personales de lesión o muerte y conducen a la apertura de procedimientos judiciales, con posterior condena por delitos contra la vida y la integridad de las personas. El presente programa pretende el abordaje terapéutico de quienes han sido condenados por dichas conductas, en el ámbito de los fines encomendados a las Instituciones Penitenciarias en el artículo 1 de la Ley Orgánica General Penitenciaria, estableciendo estrategias tanto en el cumplimiento de condena como en su posterior reincorporación a la vida en libertad, que eviten comportamientos similares a los descritos».
Ante estas expectativas uno se espera un despliegue de métodos innovadores y maniobras psicológicas de referencia que hagan posible ese mágico cambio. La realidad es que lo que hay dentro de ese programa son globos de texto de colores donde los internos deben expresar sus sentimientos, viñetas de cómic, caritas a las que los reclusos deben dibujar sonrisas o expresiones tristes, cuestionarios sobre sus sentimientos y comportamientos durante sus últimas relaciones sexuales. Este diario ha consultado con educadores que en prisión conviven con los presos que llevan a cabo estos programas y la respuesta es unánime: son herramientas inútiles porque se basan en la empatía y si algo caracteriza a este tipo de delincuentes es que siempre anteponen su placer personal al dolor que éste les pueda suponer a sus víctimas.
Al acabar el programa los presos llegan a un esquema muy curioso: el ciclo de la recaída. Un esquema de colores pastel con una especie de recorrido guiado por flechas que les permite reaccionar ante «una situación de riesgo» o «disparador». Si siguen el camino correcto del esquema consiguen alcanzar el «STOP». El pasado 28 de octubre, a las ocho de la tarde, Almeida se quedó mirando fijamente a Álex hasta que estuvo solo, se acercó a él mientras crecía su perverso deseo sexual basado en el secuestro de un niño de 9 años, lo engañó y lo llevó a su casa. 45 minutos después lo detuvieron junto al cadáver del niño. Cabe preguntarse si en algún momento Almeida se acordó de los esquemas, las caritas y los dibujos del curso diseñado para evitar tragedias como la muerte del niño de Lardero.