Crimen en La Rioja

El detenido por el crimen del niño de Lardero estaba en libertad condicional por buen comportamiento

Francisco Javier Almeida López de Castro fue condenado a 30 años por agredir sexualmente y matar a una mujer en 1998

La pena quedó en 25 años tras la acumulación de ambos delitos y estaba en libertad condicional hasta su cumplimiento íntegro dentro de tres años

El detenido por el crimen del niño de Lardero estaba en libertad condicional por buen comportamiento
Francisco Javier Almeida en el juicio en el año 2000
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

La impotencia y el dolor recorren todos y cada uno de los rincones de la localidad riojana de Lardero horas después de que un niño de sólo 9 años haya sido secuestrado y presuntamente asesinado por un vecino que mediante engaños se lo llevó de un parque de la localidad hasta un portal cercano. Sin embargo, la indignación ya se está haciendo un hueco entre la sociedad riojana y poco a poco en la del todo el país. El sospechoso, simplemente, no debería estar en libertad, pero los beneficios penitenciarios y el buen comportamiento lo han dejado en la calle, cerca de su presunta víctima, tres años antes de que cumpliera la condena que se le impuso en abril del año 2000.

Almeida fue condenado por un crimen execrable cometido también en La Rioja, muchos años antes de la muerte del niño de Lardero. Pese a que la información conocida hasta el momento menciona una pena por agresión sexual y asesinato, conviene conocer los detalles de la misma para entender el perfil del asesino que el Sistema ha dejado en libertad. La sentencia a la que ha tenido OKDIARIO explica unos hechos que colocan al presunto secuestrador del niño en un plano muy distinto al del mero depredador sexual.

El 17 de agosto de 1998 Francisco Javier Almeida acudió a la inmobiliaria San Martín de Logroño. Hacía días que visitaba la empresa mostrando cierto interés por algunos pisos que al final parecía que no le convencían. Pero el interés de Almeida no estaba en la oferta inmobiliaria de la empresa. Almeida se había fijado en María del Carmen, una de las trabajadoras del negocio. Ese 17 de agosto concertó con ella una cita para ver otro piso, esta vez de manera más detallada porque incluso quería tomar medidas del inmueble.

La mujer se retrasó y Almeida la llamó para recordarle la cita. Ella llegaría con una hora de retraso, sobre las ocho de la tarde. El cambio no alteró los planes de Almeida, quien ni siquiera se desanimó por la copiosa lluvia que caía aquella tarde en Logroño. Él esperó pacientemente a María del Carmen.

Joven, soltera, sin hijos, aún vivía con sus padres, la mujer llegó al portal en el que la esperaba Almeida. Juntos subieron al piso que iban a visitar. Ella entró primero, dejó su bolso y su paraguas en la entrada y se dirigió a las habitaciones del fondo de la casa, donde había unas camas, para comenzar la visita. Fue entonces, en esa habitación, donde Almeida se reveló como lo que es: un depredador sexual sádico que sólo se excita con el sufrimiento de sus víctimas.

17 puñaladas

La sentencia explica cómo Almeida empujó a María del Carmen sobre una de las camas. Se colocó sobre su espalda para inmovilizarla y apretó su cabeza contra el colchón para amortiguar el sonido de sus gritos de auxilio. Almeida sacó una navaja del bolsillo y comenzó a apuñalar a María del Carmen.

Hubo un total de 17 pinchazos. 16 de ellos muy superficiales, en la zona de la cabeza, en el cuello, en la parte visible de la cara. Sin embargo, hubo un navajazo mortal de necesidad, el que le seccionó la tráquea. María del Carmen estaba condenada, pero le quedaba un hilo de vida. Lo que pasó a continuación viene reflejado en la sentencia que lo condenó a 30 años de prisión. Con María del Carmen aún boca abajo, Almeida le quitó las bragas, se sacó el pene del pantalón y comenzó a manipular los genitales de su víctima con la suficiente violencia como para causarle heridas. Según el tribunal consiguió eyacular sin penetrar a María del Carmen precisamente porque el dolor de la misma era lo que le hacía obtener placer.

Cuando Almeida terminó, le dio la vuelta al cuerpo agonizante de María del Carmen. La miró una última vez. Ella trató de defenderse y llegó a hacerle un pequeño corte a su agresor entre dos de sus dedos. Estaba lamentablemente condenada y herida de muerte, pero su agresor decidió zanjar sus brutales actos con una certera puñalada más, ésta en el corazón.

Más de 20 años después este hombre presuntamente ha tenido al alcance de su mano a un niño de 9 años en Lardero para presuntamente secuestrarlo y acabar con su vida. ¿Cómo es posible, si fue condenado a 30 años? Pues lo es porque Almeida, que ya tenía antecedentes penales previos al crimen de María del Carmen por otra agresión sexual, pidió que acumularan sus condenas: 20 por asesinato y 10 por agresión sexual. Esa técnica judicial le dejó la pena en 25 años.

El buen comportamiento en prisión hizo el resto y Almeida salió de la cárcel de manera condicional tres años antes de que agotara su condena. Lo que se le viene encima ahora a este hombre a sus 55 años es una condena a Prisión Permanente Revisable si lo condenan por la muerte del niño de Lardero, que lo mantendría preso al menos hasta convertirse en octogenario en prisión, de donde, tal vez, nunca debería haber salido.

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