La trampa de Sánchez: multiplica por 4 el gasto para esconder la desaceleración económica

El Gobierno de Pedro Sánchez sabe que la desaceleración económica ha comenzado e intenta camuflarla disparando el gasto público

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez y la vicepresidenta Carmen Calvo, en el Congreso de los Diputados (Foto: Europa Press).
Carlos Cuesta

El Gobierno sabe perfectamente que la desaceleración económica ha comenzado, pese a no dejar de negarlo. Lo sabe por sus indicadores avanzados –tal y como ha publicado OKDIARIO, más de la mitad se sitúan ya en negativo y casi la mitad lo hacen ya en situación de recesión (a lo largo de dos trimestres consecutivos)–.

Y Pedro Sánchez lo sabe, además, porque el debilitamiento del PIB se refleja claramente pese a que su Gobierno ha aprovechado el tiempo para disparar el gasto de las Administraciones públicas e intentar camuflar de ese modo la tendencia de caída que marca ya la actividad económica.

La economía puede crecer porque realmente haya ritmo económico. O puede hacerlo de forma artificial porque un Gobierno inyecte gasto público. La diferencia es abismal: el primer crecimiento será sano y sostenido porque no endeuda al país ni lo saquea a impuestos; el segundo será imposible de sostener porque se financia con lo que se quita en impuestos a la población con la otra mano. Y Sánchez ha metido ya a España en esta segunda vía para esconder la realidad de un debilitamiento generalizado.

Esa tendencia es precisamente la que refleja en estos momentos el gasto en consumo final de las Administraciones Públicas españolas, que se ha disparado al cierre del cuarto trimestre de 2018 con respecto al mismo periodo de 2017. Si hace un año el ritmo de crecimiento de este indicador marcaba un 0,3%, ahora se eleva hasta un 1,2%, cuatro veces más, situándose, de este modo, en los niveles mostrados en los años previos al estallido de la burbuja.

Se dispara el gasto público

Los datos son obstinados. El crecimiento del PIB de 2018 cerró en un 2,5%. Pero el gran componente de ese avance es ya el gasto decretado por Sánchez –y financiado con nuestros impuestos o deuda (que se acaba pagando con los impuestos)–.

En 2017, el tercer trimestre registró un aumento del consumo final del 0,9% en las Administraciones Públicas y la aportación del sector privado fue del 0,6%. El cuarto trimestre de ese año registró un avance del consumo final de los hogares de un 0,4%, y un crecimiento del de las Administraciones Públicas del 0,3%. Una evolución errática pero que no marcaba ni por lo más remoto la tendencia registrada tras la entrada de Sánchez en el Gobierno.

Así, en 2018, el tercer trimestre del año mostró un alza del gasto en consumo final de los hogares de un 0,8%, frente a un auge del gasto de las Administraciones Públicas similar: del 0,8%. Y la corriente se ha disparado al cierre del cuarto trimestre, donde el auge del gasto en consumo final de los hogares ha crecido a un ritmo del 0,5%, mientras que el de las Administraciones Públicas lo ha hecho con un empuje del 1,2%.
Y todo ello mientras España mantiene la espada de Damocles de Bruselas que exige justo lo contrario: un ajuste de 16.000 millones de euros.

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