La sorpresa de un hostelero al distinguir el agua fitrada y la del grifo: «Me están tomando el pelo»
Polémica por el cobro de un vaso de agua a 4,50 euros


Pedir un vaso de agua en un bar puede ser algo completamente normal si por ejemplo estamos comiendo o consumiendo cualquier otra bebida y de repente queremos beber agua sin necesidad de pedir una botella. Pero ¿se puede negar el bar a darte ese vaso? En principio no, pero entonces surge otra duda ¿se debe cobrar? si es del grifo no tendría porqué ser así, sin embargo el programa Equipo de Investigación de LaSexta, destapó hace un tiempo que cobrar el agua del grifo era parte de las clavadas que meten muchos bares.
De hecho en el programa en cuestión, apareció un hostelero de Pedraza, un pequeño y turístico pueblo segoviano, que fue bastante polémico por cobrar 4,50 euros por un vaso de agua. Por ello, y en respuesta a situaciones como esta, el Gobierno impulsó hace algunos años una normativa que prohíbe cobrar por el agua del grifo, obligando a los bares y restaurantes a ofrecerla de forma gratuita. Sin embargo, como en muchas otras cosas, la picaresca acabó encontrando la manera de bordear la norma: y en es mismo programa de Equipo de investigación se destapó el auge del agua filtrada, una alternativa que muchos hosteleros siguen aplicando cuando no debería ser así.
Y es que ¿realmente existe una diferencia significativa entre el agua filtrada y la del grifo? ¿O estamos simplemente ante un cambio de nombre que encubre una práctica cuestionable? el reportaje mencionado, emitido en 2023, se propuso averiguarlo. Y lo que descubrieron dejó a más de un restaurador con la boca abierta.
La sorpresa de un hostelero al distinguir el agua fitrada y la del grifo
La teoría suena bien: empresas especializadas instalan sistemas de filtrado en los locales y prometen a los hosteleros un producto de calidad superior, con menos residuos y mejor sabor que el agua del grifo convencional. A cambio, los bares se comprometen a pagar un renting mensual por el uso de la máquina, además de comprar las botellas reutilizables en las que se sirve el agua a los clientes. Esta fórmula ha ganado terreno en muchos establecimientos, especialmente en los más modernos o en zonas con afluencia turística.
En apariencia, todo está justificado: el sistema tiene un coste, y como cualquier otro producto o servicio en hostelería, se traslada al consumidor. El problema es que, en la práctica, la diferencia entre el agua filtrada y la del grifo resulta ser, en muchos casos, prácticamente nula. Según los análisis realizados por el equipo del programa televisivo Equipo de Investigación, la calidad del agua filtrada no supera de forma significativa a la del grifo. En algunos casos, incluso se encontraron valores similares en cuanto a residuos, sabor o composición.
«Esto no es gratuito para un local», denuncia el hostelero
Uno de los momentos más reveladores del reportaje llegó cuando el equipo del programa regresó a los restaurantes con los resultados de laboratorio en la mano. En uno de ellos, el hostelero se mostró visiblemente contrariado al descubrir que el agua que llevaba meses sirviendo (y cobrando) no era tan diferente a la del grifo común. «Me parece que me están tomando el pelo, sinceramente», confesó ante las cámaras. Su desconcierto era comprensible: había confiado en las promesas de la empresa proveedora, había invertido en el sistema, y ahora sentía que la inversión no tenía el respaldo científico que esperaba.
El empresario detalló que el sistema de filtrado no es un simple accesorio gratuito, sino un gasto mensual añadido a los costes del local. «Esa máquina es un renting, todos los meses nos cobran X, y las botellas en las que lo servimos también nos las cobran», explicó. Aun así, defendió su decisión de cobrar por el agua filtrada, asegurando que «todo lo que se sirve tiene un coste».
El conflicto entre normativa, negocio y percepción del cliente
La polémica con el agua filtrada revela un dilema más profundo: el choque entre lo que se espera de un servicio básico y la realidad económica del sector. Los clientes, respaldados por una normativa que protege su derecho a recibir agua del grifo sin coste, sienten que se les cobra por algo que debería ser gratuito. Los hosteleros, por su parte, se ven atrapados entre las exigencias legales, la presión de los proveedores y los costes que, al final del día, alguien tiene que cubrir.
Lo cierto es que la frontera entre lo legal y lo moral no siempre es clara. Técnicamente, muchos locales no están cobrando el agua del grifo, sino una alternativa filtrada que, al servirse en botellas específicas y con un proceso de tratamiento, se presenta como un producto distinto. Pero en la práctica, ¿es así? Y más importante aún: ¿lo percibe así el cliente?
La respuesta depende, en gran medida, de la transparencia. Informar claramente al consumidor sobre qué tipo de agua se le está sirviendo, cuál es su procedencia, cómo ha sido tratada y por qué tiene un coste adicional, puede marcar la diferencia entre una experiencia aceptada y una sensación de timo.