El día después de la cumbre europea

Las renuncias que ha tenido que asumir Pedro Sánchez a cambio del rescate de la UE

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Pedro Sánchez, durante una cumbre de la UE.

Pedro Sánchez y España han tenido que asumir múltiples renuncias a cambio del rescate de la UE. Sin embargo, el presidente del Gobierno fue recibido este martes en La Moncloa, tras el acuerdo en Bruselas de los líderes europeos sobre el fondo de recuperación, entre aplausos y vítores.

Un vídeo triunfalista que difundieron sus asesores a las televisiones, como parte de un plan de marketing muy pensado, que trataba de esconder las renuncias que ha tenido que asumir el Ejecutivo a cambio de lo que es un rescate en toda regla de la UE a España.

De hecho, la primera evidencia que se puede extraer tras la cumbre es que España será rescatada. Aunque se niegue. Un rescate consiste en recibir un préstamo de la Unión Europea, tal como recibió el país en 2012, para hacer frente a sus necesidades de financiación. Sin ese dinero España tendrá graves dificultades para afrontar sus compromisos de pago, que se han disparado desde que arrancó la crisis del covid-19.

Si en 2012 España pidió el rescate para hacer frente a la reestructuración de la banca, ahora ya no se pide para un sector concreto sino para afrontar el momento más difícil que ha vivido la economía nacional en la historia reciente. El PIB se desplomará más de un 10%, el déficit podría dispararse al 15% y la deuda pública ascenderá vertiginosamente hasta el 120% del PIB, según el diagnóstico que hacen cada vez más analistas y organismos internacionales.

En segundo lugar, cuando alguien pide prestado dinero a alguien siempre hay que cumplir con unas condiciones. Le ocurre a cualquier ciudadano cuando va al banco para pedir una hipoteca: tiene que justificar sus ingresos, dar un aval, justificar que tiene un trabajo fijo, etc. Es decir, que hay que garantizar la propia solvencia para devolver las ayudas, algo que España tendrá que demostrar presentando una hoja de ruta reformista detallada que evaluará la Comisión Europea, que es partidaria de que España vuelva cuanto antes a la austeridad, aunque Pablo Iglesias insista en que no habrá nuevos recortes ni renunciará a la derogación de la reforma laboral del PP.

En tercer lugar, está previsto un «freno de emergencia» que permitirá que cualquier país o grupo de países, si ve algún asunto preocupante en las finanzas públicas de otro país o en su gobernabilidad, transmita esa inquietud al Consejo Europeo, que será el encargado de evaluar qué ocurre. Aunque desde Moncloa se escudan en que no es un derecho de veto directo de las políticas de otros estados miembros, este freno sí será disuasorio y permitirá -mientras que se estudia lo que pasa en el país ‘acusado’- bloquear la entrega de las subvenciones a fondo perdido o el dinero del crédito. Parece claro que Sánchez ha aceptado que España entre en el aro de un rescate con condicionalidad cuando lo que pedía era recibir dinero sin condiciones.

Menos fondos, más control

Pero no son las únicas renuncias que ha tenido que asumir el líder del Ejecutivo español a cambio del rescate de la UE. Aunque Sánchez dice ahora que el acuerdo es «histórico» y «bueno» para España, el 20 de abril lo que pedían era que el fondo de reconstrucción de la Unión Europea ascendiera en realidad a 1,5 billones de euros, que no tendría que funcionar con préstamos sino a base de subvenciones para no aumentar el nivel de deuda pública. Es evidente que esta petición, que también apoyó el Banco de España, no se ha conseguido. De hecho, el fondo asciende en total a 750.000 millones de euros, la mitad de lo que buscaba el Gobierno, y sólo 390 millones de euros se concretarán mediante subvenciones a fondo perdido.

A esto se suma que España ha perdido dinero por el camino. Si la propuesta inicial de la Comisión Europea planteaba que España recibiría 77.324 millones de euros en ayudas directas, finalmente percibirá 72.700 millones, 5.000 millones menos. Contrasta con lo que ha pasado con Italia, que las negociaciones le han permitido mejorar su punto de partida.

Lo que está claro es que a partir de ahora el Gobierno perderá autonomía, lo que dificultará su gestión diaria. No hay que olvidar que la continuidad del Ejecutivo está en manos de fuerzas como Podemos -pero también del PNV, Bildu y los independentistas catalanes-, que son las que están permitiendo que Pedro Sánchez siga en el cargo dando luz verde a sus reales decreto y a sus proyectos de ley en el Congreso de los Diputados.

Las recomendaciones de la Comisión Europea a España a cambio del rescate de la UE, los informes del Fondo Monetario Internacional o las sugerencias del Banco Central Europeo cobrarán más relevancia si cabe en el futuro cercano.

Y si Sánchez y sus socios no obedecen, Holanda y el resto de los países frugales podrán pedir explicaciones y parar las ayudas que, no hay que olvidar tardarán en llegar. Como muy pronto podrían empezar a recibirse a partir de 2021, cuando la situación del país o de muchos sectores ya no sea la misma -puede que mejor o que peor-. Dependerá de cuál sea la política económica y de cómo evolucione la pandemia.

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