El perdón de la deuda de Cataluña y el no perdón de la deuda de España
La quita de deuda de Sánchez a Cataluña es equivalente a más de 3 años de pensiones de los madrileños
El mercado exige el interés más alto desde 2014 para prestar dinero a España por el récord de deuda
La explosión de la deuda pública española obligará al nuevo Gobierno a un recorte drástico del gasto
Se desveló el misterio y Junts apoyó a Pedro Sánchez para la Mesa del Congreso. Lo cual allana el camino para la investidura, pero no será gratis. Los independentistas catalanes (ERC también) exigen tres cosas para que siga en Moncloa, según ellos mismos han declarado: la condonación de la deuda de Cataluña, la amnistía para los golpistas de 2017 y un nuevo referéndum de independencia.
Lo de la amnistía parece que está hecho, como ha adelantado OKDIARIO. Lo del referéndum se planteará en la famosa mesa de diálogo y veremos si se alcanza una fórmula que satisfaga a Junts y ERC -o si Sánchez se salta directamente la Constitución, que es capaz-. ¿Y la deuda? Pues también parece que va bien encarrilado, a tenor de las declaraciones de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a principios de mes.
Una deuda que viene del FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), que se creó precisamente para que no quebrara la Generalitat de Artur Mas y alguna otra comunidad, como Valencia. Mas había intentado financiarse con sus famosos ‘bonos patrióticos’ (¿se acuerdan?) pero el mercado pedía unos intereses altísimos, del 7,5%, inasumibles por la comunidad. Rajoy acudió entonces en su rescate y es de suponer que todavía se esté arrepintiendo, visto lo que pasó después.
A Bruselas le da igual
Obviamente, esta quita o perdón total, que se aplicaría a los 72.000 millones que Cataluña debe al FLA, supondría un agravio comparativo brutal con el resto de regiones, en especial las que han sido más responsables en la gestión de los recursos públicos y se han endeudado menos. Por no hablar de las más pobres, que siguen viendo cómo el Estado riega a las ricas como Cataluña y País Vasco, mientras en Extremadura siguen sin tren.
Ahora bien, desde el punto de vista estrictamente económico, a Bruselas le da lo mismo que esa deuda la tenga que devolver Cataluña o el Estado español, ya que para Europa todo es lo mismo: deuda pública española. Se suma el conjunto de las administraciones públicas: central, comunidades autónomas, ayuntamientos y Seguridad Social. Por eso, la maniobra de Sánchez para ocultar la deuda de las pensiones metiéndola en el Estado en vez de en la Seguridad Social puede que cuele entre sus seguidores, pero no en la UE.
Porque esa deuda la tiene que pagar alguien. Si Cataluña no la devuelve, tendrá que engrosar la deuda del Estado; la deuda pasa de un cajón a otro, pero no desaparece por arte de magia. De hecho, esta posible condonación tiene una lectura perversa para los propios independentistas: al asumirla el Estado, refuerza el concepto de que Cataluña es España a ojos del resto del mundo. A lo mejor no han caído en eso. O sí, pero la pela es la pela.
Deuda desmadrada
En todo caso, el problema de verdad es la explosión de la deuda pública del conjunto de las administraciones -se la impute quien se la impute- durante el Gobierno de Sánchez, que se exacerbó con la campaña electoral. Este desmadre ya empieza a traducirse en la subida de los intereses que deben pagar los bonos españoles. Y eso que el BCE aún nos compra deuda; cuando deje de hacerlo, veremos qué risa.
En Alemania no sólo se acuerdan de la hiperinflación de la República de Weimar que desembocó en el nazismo -y que explica su obsesión histórica con el control de los precios-. También se acuerdan de la crisis de la prima de riesgo de 2011-2012 que estuvo a punto de romper el euro y que forzó el rescate financiero de España y la inclusión en nuestra Constitución del famoso artículo 135 que limita el déficit de las administraciones.
Y ni Alemania ni el resto de países centrales de la UE están dispuestos a que aquello se repita. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha tenido mucha manga ancha con España a la hora de elevar su deuda (quédate con quien te mire como Ursula mira a Pedro). Y Christine Lagarde, la responsable del BCE, también nos ha dado más oxígeno que a los demás con la compra de deuda.
Alemania se planta
Pero todo tiene un límite. Alemania ya ha dicho hasta aquí hemos llegado y exige la vuelta a las reglas fiscales tras su suspensión excepcional durante la pandemia. Una suspensión que, por supuesto, Sánchez quiere convertir en permanente. Perto no va a colar. El Gobierno podrá perdonar la deuda de Cataluña, pero Europa no va a perdonar la de España.
Y ahí viene el verdadero problema de nuestro presidente in pectore, aunque consiga el apoyo de los independentistas prometiéndoles el oro y el moro. Porque si batimos récords de deuda con la recaudación de impuestos en máximos históricos -por la no deflactación del IRPF y el crecimiento de la economía-, qué no haremos cuando empiecen a bajar los ingresos del Estado. Porque el estancamiento o recesión de los principales países europeos va a ralentizar sí o sí el PIB español por muy bien que vaya el turismo este verano.
La única salida que le queda a Sánchez es recortar el gasto. Y mucho. ¿Cómo se lo va a explicar a unos socios que exigen cada vez más «gasto social» y un crecimiento constante del sector público, que hablaban de «austericidio» cuando gobernaba el PP y que salieron decenas de veces a la calle con el lema «recortes no»? Va a ser divertido.