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El euro: ¡25 años de luces y sombras!

Estamos de cumpleaños: el euro ¡cumple 25 años!

euro
Monedas de euro.

«Aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo», Friedrich Nietzsche.

¿Qué hacían ustedes allá por enero de hace 25 años?, ¿lo recuerdan? Pues estamos de cumpleaños, un cumple que lejos de los focos de la actual opinión pública nos deja el hecho de que el euro, nuestra moneda común, ¡cumple 25 años! tras arrancar en aquél ya lejano 1999 y consolidarse como una moneda referente a nivel mundial. La primera fase del euro voy a denominarla la fase del 2% (1999-2008), en la que el crecimiento económico, la inflación y los déficits presupuestarios se movieron a ritmo del 2%.

En su arranque, el euro fue pensado como un enorme corsé monetario que frenó las tentaciones de los gobiernos para solventar sus problemas de financiación imprimiendo moneda y limitando su emisión. La convergencia de los tipos de interés dio pie a representaciones demasiado optimistas de las cuentas públicas de algunos Estados miembros, reduciendo los incentivos para emprender reformas estructurales y reforzar el sistema bancario, derivando la inversión de los Estados miembro más ricos hacia sectores menos productivos en los países más pobres y alimentando el tamaño de papá Estado, la burbuja inmobiliaria y los préstamos a corto plazo.

En consecuencia, si bien las cuentas corrientes de la eurozona parecían equilibradas, surgieron desequilibrios significativos que saltaron a la luz tras la gran crisis financiera mundial de 2008 y el colapso de la economía Griega, que provocó una gran desconfianza en los Estados del norte, al comprobar que Grecia había falseado los datos de déficit y deuda provocando¡ la gran crisis europea de los PIGS! en 2012.

Este hecho es muy revelador hoy en día, puesto que desde la crisis financiera de 2008 la correlación histórica entre el Eurostoxx50 y el S&P500 se ha roto, y se ha roto para no recuperarse hasta el día de hoy. Pero, ¿cuáles han sido los motivos de esta gran decadencia de las economías europeas?

Pues bien, tras la crisis de los PIGS en 2012, Europa trató de imponer a través de la Troika y el MEDE la necesidad de que los Estados fallidos implementaran reformas estructurales a cambio de transferencias, imponiendo la lógica fundacional de que el euro sujetara las tentaciones de los Estados miembro en pro de la sostenibilidad. La disciplina de Jean-Claude Trichet se rompió con la histórica frase “whatever it takes” de mi querido Mr. Mario Draghi en julio de 2012, que si bien para muchos es considerado como un punto de inflexión y de salvación del euro, la realidad es que si bien terminó con las tensiones en los mercados de deuda, acabó también de facto con su propósito; apretar a los Estados miembro para que implementaran cuantas reformas estructurales fueran necesarias.

euro 25 años
El ex presidente del BCE, Mario Draghi.

Draghi rompió el corsé monetario y el euro se despidió para siempre de un cruce EUR/USD sobre la franja 1,20-1,50 devaluando el euro a la paridad con el USD y fragmentando las políticas económicas y financieras de la eurozona hasta que que el COVID-19 dejó en evidencia que los riesgos de la complacencia monetaria del BCE no se explican únicamente con la devaluación de nuestro poder adquisitivo a través de la moneda, sino que dejó latente la necesidad de unas cuentas saneadas en pro de un momento de máxima urgencia. 

Tras la pandemia, la UE logró recuperar cierta unidad perdida tras suspender el pacto de estabilidad, poniendo en marcha el Next Generation Fund mientras que el BCE aprobaba un programa de compra de activos de 1,85 billones de euros, ¡pasa mal! Sin embargo, si bien la respuesta unida al COVID parecía cambiar la dinámica rupturista de la UE, el aumento de la inflación provocado por el shock derivado de la ruptura de las cadenas de suministro y la invasión de Ucrania por parte de Rusia, dejó absolutamente al descubierto un nuevo problema para el euro: ¡la dependencia energética de Europa! Una nueva crisis que no logró la respuesta unitaria que Europa necesitaba y que se dio como respuesta al COVID derivando en que el 25 aniversario de nuestra divisa común termine con el endurecimiento monetario más agresivo desde su nacimiento, y con el mayor nivel de deuda y déficit de toda la historia de la UE. ¡Un desastre, vaya!

Está claro que el futuro no es muy halagüeño, puesto que la enorme resiliencia demostrada por las economías mundiales contrasta con el importante incremento en los costes financieros de los Estados, que siguen empeñados en negar lo evidente, y es que pagamos intereses en vez de comprar bienestar, y los pagamos señores con una brutal asfixia fiscal que sigue generando precariedad, desigualdad y frustración social, como estamos viendo estas semanas en Bruselas, ahora con el sector agrícola, al cual apoyo desde aquí. Europa ha funcionado bien con políticas homogéneas, con un mecanismo europeo de estabilidad, sus correspondientes seguros de depósitos para garantizar la estabilidad y una mayor capitalización del sector bancario con el fin de impulsar la unión del mercado de capitales en Europa que permita hacer frente a los desafíos financieros que nos exige un futuro marcado radicalmente por la dependencia energética, la inteligencia artificial y la digitalización, que se antoja como el hito laboral más importante desde la revolución industrial del siglo XVIII.

Como decía Nietzsche, aquel que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo, puesto que los retos nos preparan para superar cualquier adversidad cuando el deseo de éxito está totalmente comprometido con nuestras emociones. Los intereses personales que se anteponen a un interés común, suelen ser sinónimo de fracaso, una advertencia que harían bien en comprender los líderes europeístas que han convertido Europa más que en una elección, en una falta de opciones rebosante de burocracia, decadencia, déficit y deuda. Recuerdo cuando mi mamá me decía… Después de la primera mentira, toda verdad se convierte en duda. Y charlando entre nosotros, ya es hora de bajarnos del tren para subirnos al avión, ¿no les parece?

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO

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