¡Igualdad sin libertad!
Siempre he creído que todo aquello que no eliges, es lo que te define
«Es evidente que el común entusiasmo por la igualdad es, en un sentido fundamental, anti humano. Tiende a reprimir el florecimiento de la personalidad individual, de la diversidad y de la civilización misma. Es la búsqueda de la uniformidad de los salvajes.» Murray Rothbard
Siempre he creído que todo aquello que no eliges, es lo que te define; Tu ciudad, tu barrio o entorno, tu familia. Son cosas de las que me enorgullezco, para muchos de nosotros son un logro. Almas envueltas en cuerpos, cuerpos envueltos en ciudades, ¿no creéis? Este entorno no es fácil, me decía mi mamá. Cuánta razón tenías… a veces me pregunto cómo se podrá ir al cielo viviendo sin aliento, sin morir en el intento.
Y recuerdo lo que Jesús le decía a sus discípulos: sois ovejas entre lobos, sed sagaces como serpientes e ingenuos como palomas. Y si algo me define es que haré lo que sea necesario para seguir siendo genuina, no olviden que es la voluntad y la disciplina lo que convierte al genio en realidad, y en demostrarlo llevamos la corona. Nos toca reinventarnos un maravilloso año más, ¿me acompañan?
Y hablando de demostrar, vuelta a la costumbre para nuestro gobierno de España en su rama comunista, «Yoli&co», en lo que pretende ser el año de la justicia social, de los derechos de las personas y en definitiva, del mal llamado progresismo. Y digo mal llamado no por despecho, sino por la propia semántica de la palabra. Al fin y al cabo el progreso hace referencia al avance, al desarrollo, al perfeccionamiento y la prosperidad, o así lo entiende una servidora.
Los libertarios no presumimos de progreso, presumimos de libertades, puesto que entendemos que la prosperidad, más que el progreso, crecen al albur de la acción humana y ésta, al calor del incentivo. Las etapas de mayor progreso en la historia de las civilizaciones han venido de la mano de la innovación partiendo de genios que como Gutenberg, Edison o el propio Steve Jobs, han logrado ver más allá de lo común para transformar el mundo, y como verán ninguno de ellos ha sido precisamente un político en el marco de un mundo escaso de libertades.
Y es que pretender que unos pocos dicten las conductas de unos muchos es tan absurdo como peligroso, y en este sentido, y bajo mi humilde punto de vista, dejar el timón del mercado laboral a un partido comunista me parece tan ridículo como dejar al mando del ministerio de interior al propio Arnaldo Otegui. Darle en bandeja de plata a Yolanda Díaz, una comunista convencida, el ministerio de trabajo se convierte de facto en una declaración de intenciones. Nulos derechos para los empresarios y un claro conflicto de interés del gobierno hacia el trabajador. Entiéndase mis argumentos antes de avanzar.
Yo siempre he defendido que el principal problema de nuestra economía es esencialmente una mala redistribución de la riqueza, provocado como consecuencia de la constante manipulación de los mercados por parte de los bancos centrales, que han convertido las bolsas en una auténtico casino. De la misma manera que entiendo la libertad como epicentro del ejercicio de la acción humana, entiendo que el mundo es complejo y que las fuerzas sindicales deben ejercer presión para evitar en cierto modo como mano invisible que las empresas campen a sus anchas cuando los denominados «animal spirits» se pasan de la raya.
Y es que no puedo negar que de la misma manera que el poder es corruptivo, la codicia es un pecado mortal. Yo creo en la verdad, en los hechos, en la rectitud de mis valores y en una ética que me lleve a hacer lo correcto. Y a veces lo correcto es una medida muy impopular. No me gusta acomodar con buenas palabras actos cuasi criminales, si me refiero a un acto criminal al expolio de la propiedad privada del trabajador bajo coacción. De ahí que se llamen IMPUESTOS, básicamente porque ¡se imponen!
La economía es libre cuando la creatividad empresarial puede financiarse de los agentes económicos con superávit. Este hecho es el que pone en funcionamiento el círculo virtuoso de la economía que se retroalimenta sin freno del ahorro. El ahorro permite la inversión, que mejora la productividad y con ella, los salarios. Recordemos que los salarios son en términos económicos el valor descontado de la productividad marginal. Por lo tanto, a mayor ahorro, mayor inversión, más productividad y mejores salarios con trabajos de elevado valor añadido, ¿no es lo que queremos?
Bien, pues si restas el incentivo al ser humano apagas su creatividad, con lo que de facto provocas menos ahorro, menos inversión y menos productividad, lo que genera más precariedad y peores empleos. De poco sirve presumir de datos de empleo y de afiliados de la seguridad social si luego vamos sobrados en cuanto a precariedad laboral y tenemos a la vivienda como espada de Damocles para casi todos los españoles. Atraer la inversión es fundamental para mejorar las condiciones laborales y los salarios, imponerlos a golpe de decreto Ley no es más que un atraco al epicentro de la productividad y por ende, una medida populista que en mi opinión poco ayuda.
Como siempre los matices son importantes, personalmente siempre he expuesto que desafortunadamente los contratos laborales son de 3 partes: empleado, empleador y Estado, y ya sabéis a quien me refiero por desafortunado. Bromas aparte, si queremos que al empleado le llegue más salario neto, podemos lograrlo con menos impuestos o con más impuestos. En este caso, imponiendo al empresario a pagar más bruto, lo que de hecho repercute en más impuestos y tenemos un clásico cuál Disney: «Hacienda siempre gana»…
Dicho todo lo cual, yo estoy a favor, gracias al principio de solidaridad, a que se propongan medidas de ayuda en la que cedan las tres partes, ¡las tres! Que los empresarios suban salarios, pero en especial que papá Estado grave sustancialmente menos a aquellos empleados con salarios por debajo de la media de la renta per cápita de los países desarrollados. Al final, ésta debería ser la función del Estado.
Justicia social, es para todos, no sólo para algunos, pues lo contrario ni es justo ni es social. Y claro, hemos de adoptar medidas acompañadas de grandes reformas estructurales que permitan fomentar el círculo vicioso que les comentaba antes. Atraer inversión para poder desarrollar el innato espíritu creativo del ser humano y transformarlo en bienes de consumo y de servicio que mejoren la vida de las personas, y ni lo contrario. Eso siempre se logró con la innovación y no con la imposición.
Así son las cosas señores, así de fantásticas para una Yolanda Díaz presumida y orgullosa de su nuevo subsidio de desempleo que permite el acceso al mercado laboral. Un subsidio que lejos de cumplir sus objetivos, los entorpece. Las obligaciones de los beneficiarios están poco definidas; los servicios públicos son incapaces de ofrecer trabajos adecuados a los perceptores del subsidio, y aunque la cuantía de la ayuda se reduce mínimamente con el paso del tiempo, este recorte tampoco incentiva la vuelta al mercado laboral.
La solución consistiría en endurecer las exigencias de búsqueda de trabajo y de no rechazo de ofertas de empleo, así como en la mejora del funcionamiento del sistema para que lleguen más ofertas del INEM, pero estas cuestiones no se modifican con la nueva norma, de modo que la reforma no contribuirá en nada a aumentar la empleabilidad de los parados de larga duración. Según Fedea, estas medidas podrían convertirse en un gasto añadido de 2.500 millones de euros, que seguiremos pagando todos los españoles a fondo perdido, lo que viene siendo costumbre. Y es que señores, el expolio fiscal del Estado en este 2.024 se convertirá ya en un atropello de hasta el 70% de nuestra productividad, dirigiendo nuestro modelo económico a falta de tan solo un 30% para llamarle esclavitud, si la entendemos como un modelo económico con una carga impositiva del 100%. ¡Una joyita!
Ay ay ay, 2024… Cómo vienes ¿eh? ¡desaforado! tu marco tributario fiscal ni es justo ni es social, y lejos de medidas demagógicas como el subsidio de desempleo, la cotización de los becarios, y la reducción de la jornada laboral, se esconde una clara incompetencia a la hora de resolver el verdadero problema del gasto público, que son nada más y nada menos que las pensiones. Señoras y señores, ese iluso entusiasmo por la igualdad, qué insano es, ¿verdad? nos atrapa y obsesiona, pero ciertamente tiende a obstaculizar el florecimiento de la acción humana, de la diversidad y de la civilización en sí misma en una desaforada igualdad, que lejos de igualar, rechaza cualquier intento de construir al amparo de nuestras libertades. Y ya me conocen un poquito, entre la imposición de la igualdad o el ejercicio de mi libertad, soy Gisela Turazzini y nací libertaria.
Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.