El año en que estalló la burbuja del bitcoin y las tecnológicas se hundieron
El año 2022 que termina este sábado pasará a la historia por ser uno de los peores años para los mercados: los inversores han perdido en casi todos los activos, incluyendo la deuda pública, víctima de las fuertes subidas de tipos de los bancos centrales. Sólo se ha ganado en energía y materias primas. Pero si hay dos acontecimientos que sobresalen son el estallido de la burbuja cripto (básicamente del bitcoin) y el hundimiento de las grandes tecnológicas.
Las criptomonedas han vivido una burbuja clásica on todos sus elementos: irracionalidad en las valoraciones (de hecho, nadie sabe cómo valorar un bitcoin), negación de que fuera una burbuja, consenso del mercado de que puede subir mucho más (una vez, unos cuantos bancos de inversión han quedado retratados), atracción del pequeño ahorrador sin conocimientos ni experiencia, exhibiciones de riqueza desmedidas, colofón de vodevil y estallido brutal con enormes pérdidas para los atrapados. Eso sí, las burbujas cada vez se hinchan y estallan más rápidamente.
El bitcoin fue el gran activo de moda en 2021 y se subieron a ese carro millones de inversores en todo el mundo, en especial gente joven que jamás había invertido en otro activo. Y en muchos casos, como suele ocurrir, se jugaron los ahorros de su vida. Las fuertes ganancias de los amigos y el miedo a perdérselas (FOMO, como se dice en inglés), el «se te queda cara de tonto cuando todos se forran y tú no», fue el principal argumento para entrar. Apoyado por los gurús que siempre aparecen cuando hay un euro a ganar, que valoraban la divisa en 100.000 o incluso en un millón de dólares.
Con esta gasolina de entrada constante de dinero, su cotización rozó los 65.000 euros en octubre del año pasado. Los brokers contrataban a Matt Damon en todo el mundo y a nombres como LeBron James, Paris Hilton o Tom Brady en EEUU para promocionar el bitcoin. El mítico Staples Center de Los Ángeles -la casa de los Lakers- pasaba a llamarse Crypto.com Arena.
El hundimiento
Ahí llegó el primer susto: cayó a 35.000 en enero. «Corrección saludable», se animaban los fans del bitcoin. Y el mercado pareció darles la razón, porque su precio rápidamente volvió a la zona de 50.000. «Todo tranquilo, estos altibajos son normales». Pero no. Cuando no se superan los máximos previos, es una señal bajista, como bien saben los analistas técnicos (lo que se conoce como fallo alcista).
Estos malos augurios se confirmaron con un batacazo en mayo y, tras un descanso en los 30.000, otro desplome en junio. El bitcoin cayó a 20.000 de golpe, nivel que trató de mantener hasta noviembre, cuando también lo perdió. Acaba el año luchando por mantener los 15.000.
Aunque la legión de atrapados se anima con el argumento de que puede volver a subir igual de rápido que ha bajado, conviene no hacerse trampas en el solitario. Lo hemos visto en todas las burbujas anteriores. El bitcoin tardará muchos años en recuperar los máximos, si es que lo consigue alguna vez. Lo que significa que está muerto como activo de inversión minorista. Ahí tenemos las quiebras en cascada de las diferentes plataformas y marketplace, y las que quedan.
Tal vez quede para una pequeña parte de las carteras institucionales y de banca privada, aunque va a tener que luchar contra la determinación de los bancos centrales por crear sus propias monedas digitales. Y como dice uno de los dichos más antiguos del mercado, don’t fight the Fed.
Desplome tecnológico
El otro gran acontecimiento en los mercados ha sido la fortísima corrección de los gigantes tecnológicos: Netflix pierde el 55%, Amazon se hunde más del 50%, Alphabet (Google) más del 40% y Apple pierde casi el 30%. La palma se la lleva Meta (Facebook) con un desplome del 65% a pesar del anuncio de fuertes despidos por parte de Mark Zuckerberg. Con menos tamaño, Spotify se hunde el 70%. La excepción ha sido Twitter gracias a la rocambolesca opa de Elon Musk, sin duda el culebrón empresarial del año.
De nuevo, las valoraciones habían alcanzado niveles estratosféricos basadas en las previsiones de que el crecimiento vivido en pandemia durarían eternamente. Con la vuelta a la normalidad en 2022, quedó claro que no iba a ser así, y ahí llegaron los ajustes y los despidos. Lo peor se lo llevan las empresas que sólo tienen un producto que se puso de moda con el confinamiento y que ahora han perdido casi todo su valor, han caído en el olvido y probablemente desaparecerán: Zoom, DocuSign, Peloton (equipos de gimnasio para entrenar en casa). Por no hablar de los brokers que se forraron con el bitcoin (lo mejor de los dos mundos), como Coinbase o Robinhood.