Yo vi jugar a Diego Armando Maradona
Muere Diego Armando Maradona, el futbolista que fue Dios
Diego Armando Maradona era capaz de ser a Dios y el diablo en el mismo cuarto de hora. Su vida fue un exceso perpetuo, igual que su fútbol. Escribía derecho con el balón cosido a la zurda y torcido en la vida. Le tumbaron mil veces y mil una se levantó. Descanse en paz.
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Diego Armando Maradona era capaz de ser a Dios y el diablo en el mismo cuarto de hora. Su vida fue un exceso perpetuo, igual que su fútbol. Escribía derecho con el balón cosido a la zurda y torcido en el juego de la vida. Le tumbaron mil veces y mil una se levantó. Sus adicciones y sus amistades peligrosas le llevaron al lado oscuro como él mismo lo reconoció en su despedida del fútbol en La Bombonera: «Me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha». De profesión futbolista, de vocación repartidor de felicidad. Yo le vi jugar, sí, yo vi jugar a Diego Maradona.
Salido de un barrio pobre de Buenos Aires, nacido para el fútbol, Diego Armando Maradona ya era una leyenda con 20 años. Fue el futbolista que reinventó el juego, que lo llevó a la modernidad cuando en el fútbol todavía era un deporte de tipos que se afeitaban en seco y no hacían prisioneros.
Llegó a los 60 años aunque su vida se acabó con el fútbol. Cabalgó contradicciones, porque era a la vez desafiante e ingenioso, machista, amigo leal y enemigo temible, se hundió y renació mil veces para ser, más que un futbolista, un mito. Para ser Diego Armando Maradona.
Nacido el 30 de octubre de 1960, Diego Armando Maradona vivió su infancia en Villa Fiorito, un barrio muy pobre de la periferia de Buenos Aires donde pronto se vio que había nacido para jugar al fútbol. Amaba a la pelota y la pelota le amaba a él. Habían nacido el uno para la otra en un idilio eterno. 26 años después, se consagró como estrella mundial cuando ganó, puede decirse que casi él solito, el Mundial de México 86 en la mayor exhibición que jamás un futbolista haya hecho en un campeonato del Mundo… con permiso de Pelé.
Fue precisamente en México donde Diego Armando Maradona marcaría sus goles más famosos: el polémico de la mano de Dios y el mejor de la historia de los Mundiales, ambos frente a Inglaterra en cuartos de final (2-1). En Argentina, Maradona despertó devoción y pasiones al punto de constituirse la Iglesia Maradoniana, que lo considera su dios.
«Quisiera ver al Diego para siempre, gambeteando toda la eternidad», entonaba la banda rockera Ratones Paranoicos, en una de las decenas de canciones que inspiró Maradona, genio cuya figura rompió moldes, traspasó fronteras y arrolló con todo a su paso. Maradona no admitía medias tintas. O le amabas o le odiabas. Ángel o diablo.
Con la camiseta de la Albiceleste, lloró al recibir la medalla de subcampeón en el Mundial de Italia 90 tras perder la final contra Alemania. Maradona disputó otros dos Mundiales: España 82 y Estados Unidos 94, cuando pronunció su frase «me cortaron las piernas», después de dar positivo un control de dopaje, por efedrina, en pleno renacer futbolístico. Le costó una suspensión de 15 meses, la segunda de su vida.
Más tarde, como entrenador, quiso cumplir su sueño de ganar otro Mundial con Argentina, pero el Maradona entrenador nunca estuvo a la altura de su propia leyenda como futbolista. Es como si Jordan hubiese querido entrenar a los Chicago Bulls. Dirigió a la selección albiceleste entre 2008 y 2010 hasta el Mundial de Sudáfrica, con Lionel Messi en la cancha, pero el 4-0 que le infligió Alemania en cuartos de final supuso su final como seleccionador.
«La pelota no se mancha»
Antes Diego Armando Maradona había jugado 676 partidos y anotado 345 goles en sus 21 años de carrera, entre la selección y los clubes. Unos números que no emocionan tanto como era capaz de emocionar Diego cuando llevaba la pelota cosida a su pierna zurda.
Dio sus primeros pasos con los cebollitas, la cantera de jugadores de Argentinos Juniors, equipo con el que debutó en Primera División con 15 años, el 20 de octubre de 1976. Pasó a Boca Juniors (1981-1982), donde logró un título de liga. Fue traspasado al Barcelona en un fichaje que hizo temblar los cimientos del fútbol. En el Camp Nou jugó entre 1982 y 1984, luego siguió su carrera en el Nápoles (1984-1991), donde cinceló su leyenda de un jugador capaz de convertir a cualquier equipo en campeón. Pero el 17 de marzo de 1991 su adicción a la cocaína le costó su primera suspensión por 15 meses.
Regresó al fútbol en el Sevilla (1992-1993) y de allí la vuelta definitiva a Argentina para acabar colgando las botas con un breve paso por Newell’s Old Boys en 1993. Luego vendría el Mundial 1994 y la segunda sanción, hasta la vuelta a su amado Boca, donde colgó definitivamente las botas el 25 de octubre de 1997, cinco días antes de cumplir 37 años. En su memorable despedida en 2001, en una Bombonera a reventar, Maradona aludió a sus adicciones: «Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».
Indomable y polémico, Diego Armando Maradona siempre se encaró contra el poder establecido del fútbol mundial, sobre todo los líderes de la FIFA, desafió al establishment, no se cayó ante nadie y siempre hizo lo que le vino en gana. Se abrazó y se fotografió con líderes y dictadores de la izquierda latinoamericana, se hizo amigo y fumó puros con Fidel Castro, se tatuó al Che Guevara, lo invitaron jeques árabes y nunca dejó de protagonizar excentricidades y de regalar tantos titulares como regates.
Crónica de una muerte anunciada
«Era imposible que este Diego acabara bien. A los 18 años no podía caminar en África. Un avión paró porque estaba la pista de aterrizaje llena de gente. Y eso fue en el año 1981, cuando no había Internet, celular, nada. Sobrepasa cualquier barrera de lo humano, de lo normal. Y creo que paga las consecuencias de todo eso», recordó en este 2020 el ex jugador Hugo Perotti, compañero de Maradona en la selección juvenil, la absoluta y en Boca campeón en 1981.
En 2000, tuvo una crisis cardíaca por sobredosis en el balneario uruguayo de Punta del Este. Vendría después un largo tratamiento con idas y vueltas a La Habana, lejos de las cámaras, de los focos, para intentar tratar unas adicciones que le perseguirían de por vida. Con 100 kilos de peso, otra crisis cardíaca y respiratoria lo sorprendió en 2004 en Buenos Aires y lo puso al borde de la muerte, pero Maradona volvió a zafar con un gambeteo de vida.
Se recuperó. Se operó el estómago para adelgazar 50 kilos hasta que volvió un año después como exitoso animador de televisión. En 2007, excesos en el consumo de alcohol le llevaron a ser internado dos veces con hepatitis tóxica. Incluso le ingresaron en un psiquiátrico. Maradona volvió a salir ileso… o al menos a sobrevivir.
Diego Armando Maradona regresó al fútbol como entrenador, rol que ya había probado, sin éxito, en Mandiyú (1994) y Racing (1995). Tras conducir la selección, estuvo al frente del Al Wasl (2011-2012) de los Emiratos Arabes, luego de Al Fujairah (2017-2018) y siguió a México en los Dorados de Sinaloa (2018). Operado de las rodillas y apoyándose en el bastón que le hizo compañía hasta el final, asumió en 2019 en su país la conducción de un alicaído Gimnasia y Esgrima de La Plata.
La montaña rusa de sus hijos
Con la seguridad que les dio haber sido durante 25 años sus «únicas hijas», Dalma y Giannina fueron el cable a tierra para Maradona, pero también sus más duras críticas, las que estaban siempre encima de diego. Nacidas en 1987 y 1988, su madre, Claudia Villafañe, fue la novia de la adolescencia del Maradona, la rubia que siempre aparecía a su lado en las fotos. Después de 24 años se divorciaron y nunca hicieron las paces.
El último hijo en llegar fue Diego Fernando, que tuvo en 2013 con su ex novia Verónica Ojeda. Pero Maradona fue aumentando su prole. En 2014, reconoció a Jana, nacida en 1996 e hija de Valeria Sabalain, y en 2016, tras 29 años de rechazar el lazo, admitió entre su prole a Diego Junior, nacido siete meses antes que Dalma e hijo de la italiana Cristina Sinagra.
En 2019 su abogado Matías Morla afirmó que tenía tres hijos más en Cuba, aún sin reconocer. «Faltarían tres para el equipo de 11, tú puedes», ironizó en Instagram su hija Giannina.
Ahora que Maradona se ha ido su legado y su fútbol permanecerá para siempre entre nosotros. Descanse en paz, Diego.
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