Panathinaikos y Olympiakos viven situaciones difícilmente explicables

El sindiós del baloncesto griego

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Nick Calathes, estrella del Panathinaikos, en una imagen reciente.
Francisco Rabadán
  • Francisco Rabadán
  • Redactor jefe de deportes. He tenido la oportunidad de cubrir dos Juegos Olímpicos, varios Mundiales de distintas disciplinas y algún que otro All-Star de la NBA con los Gasol. De Córdoba y sin acento.

Un país que cuenta con el vigente MVP de la NBA, que ha ganado seis de las 19 ediciones de la Euroliga, que tiene una selección que siempre aspira a medalla en los grandes eventos, que llena pabellones y que vive en un sindiós baloncestístico. Todas estas pistas definen a la perfección lo que es hoy el deporte de la canasta en Grecia.

Los dos clubes más grandes de la historia se encuentran en un momento totalmente surrealista. Panathinaikos, el equipo con el mayor palmarés del país, ha decidido salirse por las malas de la Euroliga. Su dueño no aguanta al presidente de la competición, el español Jordi Bertomeu, y ha pedido perder su plaza fija –acordada hasta 2025– para llevar a su equipo a otra competición. Giannakopoulos, el millonario dueño del equipo, lo ha puesto a la venta al mismo tiempo para poner a prueba la capacidad de la Euroliga de traer inversores. El que pague 25 millones de euros se hará con un club que luce en sus vitrinas 37 ligas griegas y seis Euroligas.

Pero si el órdago del Panathinaikos parece poco qué decir de su eterno rival, el Olympiakos. El club descendió el año pasado a la Segunda División del baloncesto griego tras no presentarse a un partido de play-offs contra Panathinaikos. El equipo hizo esto como acto de protesta por no estar de acuerdo con los árbitros designados, quienes le perjudicaron anteriormente en la Copa del Rey. El  club ha jugado esta temporada en la división de plata con el equipo de canteranos, mientras que al mismo tiempo disputaba con jugadores premium la Euroliga. El experimento iba bien hasta que el coronavirus apareció en escena, canceló las competiciones e impidió su ascenso a la máxima división.

Al mismo tiempo, los dos equipos míticos de Salónica –la verdadera cuna del baloncesto griego– han visto como un dedazo les ha salvado de una hecatombe histórica. Aris y PAOK se encontraban en puestos de descenso cuando el coronavirus canceló la temporada y el presidente Giorgos Vassilakopoulos –famoso por haber llamado recientemente «jubilado» a Pau Gasol– decidió que no iba a quedarse sin dos históricos más salvándoles a dedo. «Ya me arrepentí del descenso de Olympiakos, como para que ahora se fuesen con él Aris y PAOK», se excusó.

Con todo patas arriba, el Barça ha aprovechado la coyuntura para sacar a precio de ganga a la estrella de Panathinaikos, Nick Calathes. El club culé ha sido el primero en pescar en un lugar lleno de talentos, pero con pésimos gestores. Que jugadores de la talla de Antetokounmpo, Sloukas, Koufos o Bourousis hayan tenido que marcharse para ser reconocidos económica y baloncestísticamente habla muy mal de cómo van las cosas en el país heleno.

La reciente pataleta del Panathinaikos es un episodio más a una telenovela que va a terminar por convertir al baloncesto de ese país en algo secundario. Con estrellas deslocalizadas, con equipos en fase de desintegración y con dedazos en las decisiones, ¿quién se va a tomar en serio a estos griegos?

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