El Open de Australia, en peligro: vuelos con coronavirus, 72 tenistas aislados y planes de boicot
Los días previos a la disputa del Open de Australia se han convertido en un toma y daca entre la organización y los jugadores perjudicados por la cuarentena. Los vuelos con positivos por coronavirus han provocado el aislamiento de los tenistas
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El Open de Australia fue el último gran torneo del calendario tenístico que se celebró en 2020 antes de la llegada del coronavirus. Entonces, pese a que el virus ya era una realidad, todo permanecía oculto ante la opinión pública y los jugadores pudieron emplearse con normalidad en uno de los complejos deportivos más preparados del planeta. Más de doce meses después, el torneo regresa bajo unos condicionantes diametralmente opuestos, que optan por la prevención máxima de contagios a través de una estrategia hermética que, sin embargo, ya ha encontrado sus primeras grietas… y las consiguientes consecuencias.
El escándalo comenzó con los vuelos que debían traer a los tenistas hasta el continente oceánico, procedentes de diferentes destinos. Las precauciones a priori serían máximas, pero al fin y al cabo, el contacto en el avión era inevitable –aunque con mascarilla– y la aparición de positivos desató la tormenta. Personas contagiadas en los vuelos procedentes de Estados Unidos y Abu Dhabi provocaron un aislamiento mayoritario de 50 tenistas, que debían guardar cuarentena de dos semanas para poder disputar el Open en perfectas condiciones.
Entre los afectados se encontraban tenistas de la talla de Nishikori, Azarenka o los españoles Paula Badosa y Pedro Martínez Portero, además de muchos otros tenistas con un mal común. Además de estar encerrados en sus habitaciones, sin ningún contacto posible, la organización no les dio facilidades para ejercitarse, algo que sí tendrían cabezas de serie contrastados. Esto provocó un agravio comparativo que fue denunciado y del que derivaron medidas desesperadas, como peloteos contra la pared, con el colchón de la cama como amortiguador, o el uso de cintas y circuitos con conos en los pequeños habitáculos en los que deben pasar las horas los tenistas.
Al numeroso grupo confinado se sumaron nuevos miembros, como la nueva joya española Carlos Alcaraz, después de que su vuelo, procedente de la sede de la previa del Open, Doha, también contara con positivos por coronavirus y él, al igual que otros tenistas, y se viera obligado a aislarse en calidad de contacto estrecho del contagiado.
Sin material en las habitaciones
También recibieron críticas la comida preparada para los jugadores, de dudosa calidad, y sobre todo, la diferencia entre los cabezas de serie y el resto de tenistas clasificados. Mientras los favoritos sí cuentan con bicicletas estáticas o cintas de correr en sus habitaciones, el resto debieron quejarse y suplicarlas para que se les colocaran días después, en una situación de clara desventaja que puede afectarles en su preparación para el Open de Australia.
Los tenistas no contaron con material necesario hasta la intervención pública de Craig Tiley, director del Open de Australia, para aliviar la tensión entre los afectados. «Lo primordial es que la situación para los tenistas aislados sea lo más justa posible», afirmó el directivo, al tiempo que pedía «paciencia» con una situación inesperada, ya que se trabajaba para que la burbuja no contara con ningún positivo ni personas aisladas por este motivo desde el primer momento.
Novak Djokovic, número uno del mundo, salió al paso de las informaciones y trató de defender a los jugadores más afectados, asegurando que las medidas de confinamiento eran exageradas. Sin embargo, el jefe del gobierno del estado de Victoria, Daniel Andrews contestó con rotundidad a Nole. «La gente es libre de presentar una lista de demandas, pero la respuesta es no».
Entrenamientos a las 6am y la opción del boicot
La cuarentena, por tanto, no tiene visos de una reducción en medio del caos al que se enfrenta el Open de Australia. La palabra boicot se ha hablado entre los círculos de jugadores, que también se han visto afectados por los horarios de entrenamientos, extremos hasta el punto de que las primeras sesiones comenzarán a las 6:30 de la mañana.
Todo ello se produce después de una primera semana de ejercicios en la que los tenistas debían esperar en sus habitaciones hasta que la organización les reclamara. «Llamaremos a su puerta cuando puedan salir a entrenar», indicaron desde el Open, acumulando retrasos que no hacen más que acumular motivos para el caos generalizado en un torneo revolucionado por el coronavirus.