McLaren-Honda, poco y mal
Los kilómetros, ese dato que, como una mirada, no engaña. Los tiempos, la falacia visible de cada año en los test escondido en cargas de combustible desconocidas, pies que se levantan y neumáticos ultrablandos. El juego del gato y ratón, el irse y venir, es la constante vital en los días que preceden a la primavera. Un invierno de motores que se va levantando alegre con una sola verdad: la distancia recorrida.
McLaren-Honda ha de levantar la cabeza, como Pablo Motos a LeBron James, para encontrar los ojos de la bestia: Mercedes. Se esconden entre falsa humildad, hablando que Ferrari se esconde, que si cuidado con Red Bull… ¿La realidad? 4603.8 kilómetros. El crono más rápido, de momento, es cosa de Vettel. Pero ya saben, los títulos morales en invierno no pueblan la estantería.
La sensación con los de Maranello es dispar a jornadas pretéritas. Es su historia más reciente, la de su vida, avisar de que están cerca de llegar y en Australia quedarse colgados en los casi siempre agridulces 2, 3 y 4 para un piloto. Sin contar el viernes: 3928.8km. Sauber es la tercera que más rueda (3193.3km) pero, como al que dan de beber en las fiestas del pueblo, no se le hace mucho caso.
Y McLaren-Honda, en el, esperemos, ocaso del desastre, se pelea con el Toro Rosso por su particular cuchara de madera. El premio más humillante siempre tiene nombre compuesto. Los 2104.1 km de Sainz y Kvyat superan, levemente, a los 1773.6 km de la dupla Alonso y Vandoorne. Casi tres mil kilómetros menos que Mercedes. Dos galaxias muy distintas: una con vida, otra todavía por descubrir.
Hablar de tiempos también es de sonrojo para los intereses de Woking. El mejor giro de Vandoorne, 1′ 21″348 segundos, se sitúa a 2,3 segundos del mejor crono (levantando el pie) de Sebastian Vettel: 1′ 19″024s. La infección de la herida se agrava con el componente velocidad punta: pierden entre 20 y 30 km/h en las rectas. Un, todavía, carnaval de datos que, salvo milagro, serán de viernes de cuaresma en Australia.
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