McLaren-Honda presenta el MCL32: Fernando Alonso ya tiene coche para la ‘revolución’
Bienvenidos a la, como canta Izal, pequeña gran revolución de McLaren-Honda. Un engranaje mediático, legendario, que ha dejado de girar en modo automático para sembrar el pánico en un dictatorial deporte. Pintando el futuro en un óleo sobre lienzo: el mito pasado de una marca se confunde entre sus deseos evolutivos. El MCL32 es la sintonía, un Coldplay feat The Chainsmokers, un alley-oop entre Durant y Westbrook o el final de Darth Vader en Rogue One. Pasado, presente y futuro.
Zak Brown ha subido la compañía al Delorean para un combo perfecto: un coche de 2017 con matices de los años 60. La gama de ocres impregnada en la fibra del MCL32 irradia, visualmente, juventud y esperanza para Fernando Alonso. El color que precede a la caída del sol. Un crepúsculo que da paso a la noche para sus rivales. El naranja para destronar a Mercedes, Red Bull y Ferrari.
En palabras de Einstein: si quieres resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo. Y es que, el marketing de McLaren se había anclado lánguido en las ideas tradicionales de Ron Dennis. Un problema que ennegrecía las posibilidades publicitarias de Woking, creando monoplazas cada vez más descubiertos de las valiosas pegatinas. No valdrá de nada este enjambre de palabrería y aclamaciones si chasis y motor Honda no conjugan una sinfonía adecuada a la nueva normativa.
El MCL32 no es, en diseño, un giro anárquico respecto al resto de modelos ya vistos: dominado por un gran ala de tiburón ascendente, pontones exiguos y, lo más innovador, su morro con branquias en soporte alargado. Un chasis ondulado, bien trabajado, que tendrá todavía sus últimas pinceladas en los test.
McLaren-Honda y Fernando Alonso han creado la confusión, pero deben alterar el orden establecido. La pista será su argumento definitivo para ver si son capaces de constituir esa anarquía que, en 2017, abre una entrada hacia promesas pretéritas nunca cumplidas. El negro se ha marchado de su piel dando paso a la luz. La noche es más oscura justo antes de un amanecer que ya tiene color.