El Barça abdica
El Valencia se convirtió, por méritos propios, en el nuevo campeón de la Copa del Rey. 11 años después de levantar por última vez el título, los levantinos superaron al Barça en una final en la que se adelantaron 0-2, luego supieron sufrir y finalmente pudieron levantar los brazos en el que puede haber sido el último partido de Ernesto Valverde como técnico culé tras otro planteamiento desastroso.
Un gol de Gameiro abrió la cuenta, seguido de otro de Rodrigo, dejando al Valencia en posición franca para ganar el trofeo. Los de Marcelino exhibieron un tremendo poderío físico y mental ante un Barça que fue únicamente Messi. Los culés no estuvieron, una vez más, a la altura de su astro y cedieron un título que habían ganado en la última década prácticamente por decreto.
El partido comenzó con el Valencia teniendo muy claras sus ideas. Los chicos de Marcelino guardaron un estricto orden ante un Barça que quiso el balón alineando a cuatro centrocampistas, pero que careció de profundidad añorando la presencia de un Luis Suárez que marca diferencias fijando a la defensa rival.
Los che mostraron ese extra de concentración bien pronto con un robo a Lenglet de Rodrigo que el internacional español no fue capaz de culminar tras regatear a Cillesen. Una pierna milagrosa de Gerard Piqué impedía el primer tanto valencianista en el minuto cuatro.
El Barça se lamió las heridas con la posesión con un Arthur que no la pierde, pero que no rompe una línea ni por accidente. Messi estaba demasiado sólo ante un Valencia muy bien organizado con un despliegue solidario y los cuatro centrocampistas formando una linea uniforme que impedía cualquier sorpresa culé.
El Valencia llegaba poco, pero cuando lo hacía conseguía poner los pelos de punta a un Valverde que otra vez se veía sobrepasado por el poderío físico de un rival hambriento por el Centenario, por la inercia del final de temporada y por una preparación más acorde. Así en el minuto 21, un desmarque de Gayá a la espalda de Semedo permitió recibir al lateral y darle con su propia medicina al Barça centrando hacia atrás –como siempre hacen Jordi Alba y Messi– para conectar con Gameiro, quien recortó a Alba fácilmente, y fusilar desde el punto de penalti a Cillesen.
Los culés estaban atrás en el marcador y no encontraban una solución fácil para llegar a la portería de Domenech. El Valencia estaba en su salsa con la ausencia de desborde y previsibilidad azulgrana. Y así, en otra encerrona, los che montaron en un visto y no visto el segundo gol con un pase de Coquelín al hueco para que Carlos Soler ganase la carrera a Jordi Alba y asistiera a Rodrigo para que se cabezazo picado anotara el segundo. El tanto evocaba el hambre de uno y otro contendiente.
A Messi no le quedaba más remedio que comparecer o la final se le marcharía en sus narices. En apenas cuatro minutos, el argentino generó los dos primeros tiros a puerta culé y asistió a Rakitic, pero en las tres ocasiones Domenech demostró que tiene calidad suficiente como para que alguno se piense un debate sobre su titularidad en detrimento de Neto.
‘Rock and roll’ en la segunda parte
Marcelino se afanaba en pedir cabeza a los suyos, pero el comportamiento de sus chicos era como el de alguien que necesitaba una reivindicación personal. Valverde se la jugaba a todo o nada metiendo a Vidal –de falso 9– y Malcom en busca de un fútbol más vertical. Guedes, sin embargo, fue el primero en avisar en la segunda mitad con un disparo que se fue por un pelo.
Pero el Barça es mucho Barça mientras Messi esté en el campo. El argentino volvió a sembrar el terror en la defensa che con varias acciones de un tremendo mérito individual y si no marcó antes fue por culpa de la madera en el minuto 54. El argentino hizo una pared con Malcom y su disparo se estrelló contra la escuadra en una intentona tremendamente estética que mereció el tanto.
Los culés ya no tenían nada que perder. Piqué se iba como delantero cada dos por tres viendo que Vidal no remataba una a derechas. El Valencia perdonó varias contras claras y Marcelino se autogolpeaba porque sabía que se acordaría de ellas. Para colmo de males, Parejo se iba lesionado a media hora del final.
El Valencia intentaba embarrar el partido con juego más duro y pérdidas de tiempo. El Barça estaba fuera de la final hasta que apareció nuevamente Messi a 15 minutos del final para recortar distancias. El argentino no es únicamente el más talentoso, también el más listo de la clase. Lenglet remató y el rechace cayó en las botas del 10, que mansamente anotaba ante un Domenech totalmente vencido.
El Barça, pese a haber hecho lo más complicado, tenía que intentar forzar la prórroga. Fue en ese momento cuando añoró y de lo lindo a Luis Suárez. Piqué se afanó en cubrir el vacío del uruguayo, pero no hay color entre ellos. La planificación fichando a Boateng en invierno también debería haberse hecho mirar.
El caso es que el Barça, más que por orgullo que por juego, arrinconó al Valencia en los últimos minutos en su campo. Los chicos de Marcelino no se pusieron nerviosos e hicieron la única tarea obvia: tapar a Messi entre todos. Y puesto que el argentino no es omnipotente ni mago, los culés terminaron abdicando en un título que en la última década venía casi en el prospecto. Ernesto Valverde tiene muy complicado continuar tras un nuevo fracaso después de lo de Liverpool.