El regreso de José Tomás en México se salda con una sola oreja por culpa de la espada

Jose Tomás
José Tomás en una imagen de archivo (Foto: AFP).

Una oreja. Un único apéndice fue el escaso balance de José Tomás en una corrida que provocó una expectación sin precedentes en México y llenó hasta la bandera la Monumental para ver su mano a mano con Joselito Adame. El diestro lo intentó pero la escasa bravura de los toros y su falta de acierto con la espada le privaron de mayores trofeos.

El maestro de Galapagar recibió a su primer toro, de nombre Bellotero y 522 kilos, con unas verónicas templadas que fueron jaleadas por un público entregado desde el primer momento. Los olés se sucedieron en los lances con el capote y, tras el cambio de tercio, José Tomás cogió la muleta y la plaza entera enmudeció ante sus primeros naturales.

La flojedad del astado no permitía el lucimiento total del diestro, que aún así consiguió ligar varias tandas de naturales que provocaron el entusiasmo del respetable. El de Galapagar, fiel a su estilo, pisó terrenos muy comprometidos y el tributo fue un par de volteretas sin mayores consecuencias.

La faena fue sólida y nadie dudaba de que cortaría algún apéndice. Su estocada trasera bastó para rematar a su oponente y el premio fue una oreja que provocó la división del público, ya que hubo quien pidió la segunda mientras otros silbaron la concesión. El diestro optó por no dar la vuelta al ruedo.

Su segundo toro, Platero, de 488 kilos, no fue mejor que el primero. José Tomás logró sus mejores momentos con la muleta, con tandas de naturales que emocionaron al tendido. Oficio y técnica para compensar la poca bravura del astado. Toreando siempre en esa frontera en la que el riesgo se escenifica como preludio del drama. Faena larga, quietud… Jose Tomás en estado puro.

Pero llegó la hora de matar y los aceros dejaron sin premio una gran faena. Una estocada y tres descabellos, con aviso incluido, dejaron en ovación una actuación tan emotiva como estelar.

El quinto toro de la tarde apenas estuvo unos instantes en la plaza. Su flojedad evidente provocó las protestas del público y fue devuelto a los corrales. El sobrero que entró, de nombre Romancero y 500 kilos, tampoco permitió lucirse al de Galapagar.

José Tomás lo intentó de todas formas, deseoso de culminar una gran tarde ante una plaza totalmente entregada. Pero el toro no daba para más y pronto quedó claro que no habría premio en la faena de despedida. Un pinchazo y estocada puso el epílogo a una cita que generó una expectación sin precedentes y acabó dejando un sabor agridulce.

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