Castella corta una oreja de poco peso en San Isidro en una tarde con más cartel que toreo
El diestro francés Sebastián Castella fue el único que consiguió cortar una oreja, de poco peso, en la corrida de este viernes en Madrid, a pesar del generoso talante, y el bajo listón de exigencia, de un público que colocó en taquillas el cartel de «no hay billetes» por segunda vez en lo que va de San Isidro.
De hecho, la faena que le valió el trofeo al torero galo no pasó de ser una sucesión de destemplados efectismos -desde los pases cambiados que la abrieron a los circulares que la cerraron- y de muletazos desajustados e inconexos a un toro de Jandilla que se empleó con bravura hasta que Castella le acortó las distancias.
Pero el simple «arrimón», muy metido el francés entre los pitones de un toro noble y dócil que le permitió casi todo -y especialmente torear mejor y más por derecho de lo que lo hizo-, se acogió en los abarrotados tendidos con un sorprendente y generoso entusiasmo que desembocó en la petición de esa oreja de tan escaso peso específico.
La explicación más lógica de tan explosiva reacción masiva quizá fuera solo la consecuencia del hasta entonces plúmbeo y gris desarrollo del festejo, hasta el punto de que los alardes de valor de Castella con ese quinto toro se tomaron como último y desesperado agarradero para dar rienda suelta a tantas ganas de fiesta.
Ese generoso talante que tenía el público de este viernes en la casi siempre áspera plaza de Las Ventas se palpó ya en la clamorosa ovación con que, tras el paseíllo, obligaron a salir a saludar al tercio a Juan José Padilla, en la corrida que significaba su despedida de esta plaza.
El jerezano gozó esta vez del calor y el apoyo de unos tendidos que casi siempre le mostraron su cara amarga, lo que le empujó a dar lo mejor de sí mismo en el saludo capotero al primero de la tarde, así como en un ortodoxo y muy reunido tercio de banderillas que fue uno de los mejores momentos de su actuación.
Ya con la muleta, aunque comenzó la faena de rodillas en otro alarde de entrega, la bravura y la clase del astado de Jandilla fueron poco a poco quedando por encima de los deseos de Padilla, en una faena que perdía eco a cada tanda de pases.
Ya con el cuarto, al que también banderilleó con brillantez, las ganas del jerezano se tornaron en apuros y fatigas, en tanto el toro fue desarrollando complicaciones a pesar del fuerte castigo recibido en varas. No fue, desde luego, la despedida de Las Ventas que Padilla habrá soñado.
Pero el mayor foco de atención era hoy el peruano Roca Rey, causante sin duda de que se pusiera el cartel de «no hay billetes» en taquilla. Pero a la joven estrella peruana le correspondieron dos toros de pocas opciones para corresponder a la expectación: un tercero de muy escaso fondo de raza y venido rápidamente a menos y un sexto rajado que huyó enseguida a los terrenos de tablas.
Roca les puso a ambos afán y voluntad solo que sin acertar tampoco con los resortes técnicos adecuados para resolver la papeleta con mayor suficiencia. Es decir, sin dar apenas motivos a un público deseoso de partirse las manos aplaudiendo a la mínima excusa.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Jandilla, dispares de volumen y hechuras, aunque todos de seria presencia y cuajo.
Juan José Padilla, de azul noche y oro con remates negros: media estocada partiendo la espada y estocada desprendida (silencio); pinchazo, media estocada tendida y trasera y dos descabellos (silencio).
Sebastián Castella, de azul pastel y oro: bajonazo (silencio); media estocada delantera desprendida (oreja con protestas).
Roca Rey, de blanco y plata: estocada delantera (ovación); estocada desprendida (ovación).
Undécimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con cartel de «no hay billetes» (23.624 espectadores), en tarde nublada.