Éste es el motivo por el que no tenemos recuerdos de cuándo éramos bebés según la ciencia
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Aunque todos hemos sido bebés, lo cierto es que ninguno de nosotros recuerda esa etapa. Ni el primer cumpleaños, ni las primeras palabras, ni siquiera los primeros pasos. Y lo cierto es que resulta sorprende ya que todo ello, son grandes eventos o logros destacados, teniendo en cuenta que en esos primeros años se produce una explosión de aprendizaje, emociones y experiencias clave. Sin embargo, la mente adulta parece haber borrado por completo esa fase. ¿Y por qué sucede esto? La ciencia lleva décadas intentando explicarlo, y ahora podría tener una respuesta más precisa. Descubramos a continuación, el motivo por el que no tenemos recuerdos de cuando éramos bebés.
Durante mucho tiempo se pensó que no guardamos recuerdos de nuestra primera infancia porque el cerebro, en particular el hipocampo (la región encargada de procesar la memoria), aún no estaba lo suficientemente desarrollado. Esta explicación parecía lógica, pero también dejaba muchas preguntas abiertas. Especialmente, ¿por qué algunos niños pueden recordar cosas con apenas tres años, mientras que otros no tienen recuerdos antes de los seis? Y lo más importante: ¿esos recuerdos desaparecen, o simplemente quedan ocultos?. La respuesta la encontramos en un nuevo estudio liderado por científicos de la Universidad de Yale y con el que viene a cuestionar esas creencias clásicas. Utilizando tecnología de imagen cerebral avanzada, han demostrado que incluso los bebés pueden codificar recuerdos antes del año de vida. Lo que realmente está en juego no es la capacidad de almacenar la información, sino nuestra posibilidad de acceder a ella en el futuro. Este descubrimiento marca un giro inesperado en nuestra comprensión sobre la memoria infantil y lo que se conoce como amnesia infantil.
El motivo por el que no tenemos recuerdos de cuándo éramos bebés
La amnesia infantil es un fenómeno ampliamente reconocido: se refiere a la incapacidad de los adultos para recordar episodios concretos de los primeros años de vida, generalmente los que ocurren antes de los tres o cuatro años. Hasta ahora, la explicación dominante era que el hipocampo (una estructura del cerebro fundamental para formar memorias duraderas), aún no estaba maduro durante esa etapa. Sin embargo, los datos obtenidos por el equipo de investigación de Yale parecen indicar lo contrario.
Gracias a una serie de experimentos realizados con resonancia magnética funcional (IRMf), los científicos pudieron observar la actividad cerebral de 26 bebés de entre 4 y 25 meses de edad mientras veían imágenes de rostros, objetos y escenarios. Al volver a mostrarles esas imágenes junto con otras nuevas, se comprobó que los bebés tendían a mirar durante más tiempo aquellas que ya habían visto previamente. Esto sugiere que su cerebro había codificado esa información, y por tanto, que la memoria episódica ya estaba funcionando, al menos en parte.
El papel del hipocampo en los recuerdos de los bebés
El hallazgo más sorprendente del estudio fue que la región posterior del hipocampo (la misma que en adultos está relacionada con la memoria episódica) ya está activa en bebés desde los 12 meses. Esta parte del cerebro es responsable de procesos como la separación de patrones, que permite distinguir recuerdos similares entre sí y almacenarlos sin confusión. Este tipo de actividad especializada, considerada avanzada, se pensaba que no estaba disponible hasta mucho más tarde en el desarrollo infantil.
Los investigadores, dirigidos por el profesor Nick Turk-Browne, observaron que cuanto más activa era esta zona del hipocampo cuando un bebé veía una imagen por primera vez, más probable era que el bebé la reconociera después. Este descubrimiento abre una nueva línea de pensamiento: los bebés sí generan recuerdos, pero lo que cambia con el tiempo es nuestra capacidad de acceder a ellos cuando somos adultos.
¿Entonces, por qué no recordamos nada?
La gran pregunta sigue siendo: si los bebés pueden codificar recuerdos, ¿por qué esos recuerdos desaparecen con el tiempo? Una de las teorías que se barajan es que esas memorias siguen existiendo, pero se vuelven inaccesibles. Algunos estudios con animales han demostrado que ciertas experiencias tempranas pueden almacenarse en el hipocampo y sólo se recuperan si se estimula directamente la zona donde está el recuerdo, lo que se conoce como engramas.
Un engrama es, dicho de forma simple, la huella física que deja un recuerdo en el cerebro. Está compuesto por redes de neuronas que se activan juntas cuando se forma una memoria. La hipótesis es que esos engramas podrían permanecer en el cerebro desde la infancia, aunque con el tiempo se apaguen y no se activen de manera espontánea. Es decir, los recuerdos no desaparecen, sino que se esconden detrás de una puerta que no sabemos abrir.
¿Qué implicaciones tiene esto para el futuro?
El estudio de Yale no solo cambia la manera en que entendemos la memoria infantil, también tiene implicaciones importantes para el desarrollo cognitivo y el aprendizaje. Si los bebés tienen capacidad para formar recuerdos antes de lo que se creía, podríamos estar ante una oportunidad para diseñar estrategias más eficaces de estimulación temprana, diagnóstico de trastornos del desarrollo o incluso métodos de aprendizaje que aprovechen al máximo esa plasticidad cerebral inicial.
Además, el equipo de investigación está trabajando en nuevas pruebas para evaluar si niños pequeños pueden recordar vídeos grabados desde su propia perspectiva en la infancia. Si se confirma que ciertos recuerdos pueden persistir durante varios años, incluso aunque luego se desactiven, se abriría la posibilidad de encontrar formas de reactivarlos en la edad adulta. Aunque suene a ciencia ficción, el propio Turk-Browne reconoce que es una posibilidad que no se puede descartar del todo.
El desafío de estudiar la memoria en bebés
Uno de los principales retos de este tipo de investigaciones es, precisamente, que los bebés no pueden hablar. No se les puede preguntar directamente si recuerdan algo, por lo que los científicos deben buscar señales indirectas, como la duración de la mirada, la atención sostenida o las reacciones ante estímulos familiares. Esto hace que el diseño de los experimentos tenga que ser especialmente riguroso para evitar confusiones o sesgos.
Según los expertos, hay muchas formas de recuperación de memoria que aún no se han podido explorar del todo en bebés. Por ejemplo, no está claro si pueden asociar elementos entre sí o si recuerdan la información cuando reciben una pista específica. Este es uno de los próximos pasos en los estudios sobre la memoria temprana, ya que comprender esos mecanismos podría ayudar a identificar con mayor precisión posibles alteraciones en el desarrollo cognitivo de los niños.
En definitiva, lo que plantea este nuevo estudio es un cambio profundo en nuestra forma de entender la memoria: los bebés sí recuerdan, pero esos recuerdos se esconden con el paso del tiempo. La amnesia infantil no sería una falta de memoria en sí, sino una desconexión entre los recuerdos codificados y nuestra capacidad de traerlos a la conciencia cuando somos adultos.