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El portavoz de los chiringuitos de playa: «Parte del Govern de Armengol si pudiera cerraría el aeropuerto»

Chiringuitos Armengol
Jaume Perelló, portavoz de ADOPUMA, en el centro de la imagen.
Indalecio Ribelles
  • Indalecio Ribelles
  • Redactor OKDIARIO en Baleares, información local de Palma, social y política en general. Antes, redactor en EL MUNDO/ Baleares durante 20 años.

Jaume Perelló, presidente y portavoz de la Asociación de Empresarios de Concesiones y Explotaciones de Servicios Temporales en el Dominio Público Marítimo Terrestre de Mallorca (ADOPUMA), que aglutina al grueso de empresarios de chiringuitos playeros de Baleares, ha cargado contra la política turismofóbica del Ejecutivo balear presidido por la socialista, Francina Armengol en coalición con independentistas de Més y Podemos.

«Una parte del Govern de Armengol si pudiera cerraría el aeropuerto», ha afirmado Perelló en declaraciones a OKDIARIO tras conocerse esta semana que la Conselleria de Medio Ambiente encabezada por el conseller independentista Miquel Mir (Més), procederá en los próximos día a derribar una de estas instalaciones, ubicada desde hace años en Cala Mondragó para sustituirla por una desmontable y de reducidas dimensiones.

«¿Por qué hay que tirar ese chiringuito?» se pregunta Perelló.

«Vamos a buscar una solución para que ofezca un servicio de calidad. Pues no. Ahora hay que tirarlo y poner otro desmontable, que va a cumplir con sus normativas medio ambientales, pero que no va a poder dar un servicio de calidad, no va a satisfacer al público, y esto es lo que parece que quieren: que no se de un buen servicio, y a ser posible, que la gente no vaya a la playa».

Para Perelló esta política anti turística del Govern de Armengol, respaldada por el Gobierno central de Pedro Sánchez a través de Demarcación de Costas, obedece a que «hay parte de ese Ejecutivo que tiene fobia hacia el turismo. Si fuese por ellos, cerrarían el aeropuerto para que no viniese nadie».

Por ello Perelló denuncia la persecución que están sufriendo estos negocios en unas Islas Baleares donde el turismo es, prácticamente, la única industria ya existente y fuente de todo negocio y empleo.

«Estos negocios emblemáticos forman parte de nuestras tradiciones y quieren cargársela. Tengo la esperanza de que con el traspaso el próximo mes de julio de las competencias en materia de Costas al Govern balear, se tenga un poco más de sentido común y ayuden a mantenerlos».

Perelló deja claro que los empresarios de estos chiringuitos playeros «no queremos más espacios, ni abrir restaurantes nuevos, ni consumir más territorio, sino mantener lo que hay, lo que lleva años, lo que tiene una tradición, y lo que nos diferencia de nuestros competidores. Estos restaurantes dan una calidad que no hay en otros sitios”.

El portavoz empresarial además denuncia el perjuicio ambiental que el cierre de estos negocios costeros está provocando en las playas de las Islas y pone como ejemplo, lo sucedido con la no renovación de concesiones en la playa de la localidad mallorquina de Muro.

«Que analicen un poco qué ha pasado y a ver qué beneficio ha tenido para la zona esto. No ha tenido ningún beneficio. No ha habido menos gente en la playa, ha habido más basura, porque al no poder comer en los restaurantes la gente ha venido con su comida, o la han comprado en los bares para consumir en la playa, por lo que se han generado más residuos. En mi caso además, hemos perdido 25 puestos de trabajo. Antes éramos 35 y ahora 12. No ha habido ningún beneficio para nadie. Habrá una parte del gobierno balear, cuatro amargados que ni siquiera van a la playa, que no pueden consentir que funcionen. Esta minoría estará contenta, pero la mayoría de la gente está cabreada».

A ello hay que sumar el hecho objetivo para cualquiera que visite las playas de Baleares, que allí donde el Govern y Costas han hecho cerrar los chiringuitos, se ha disparado la venta ambulante ilegal de bebida y comida.

«Si la gente no puede consumir en los restaurantes y pasan vendedores ilegales vendiendo mojitos, latas, fruta o lo que sea, pues la gente lo compra para no tener que caminar y lo consumen allí. También es molesto, que estés tumbado en la playa y que cada diez minutos te venga una persona a venderte pareos, latas, fruta o darte masajes… Como destino turístico de calidad, desde luego, no nos beneficia en nada esta imagen», remacha Perelló.

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