La cobardía del major Trapero
Callada y sacrificadamente, el trabajo de la Guardia Civil, Policía Nacional y Mossos d’Esquadra es admirable. Se juegan la vida diariamente por nosotros y estoy seguro de que llegado el caso —Dios no lo quiera— lo seguirán haciendo. Y lo hacen no sólo porque creen en ello sino porque el servicio a la ciudadanía es su vocación. Además, deben hacerlo por mandato legal, respetando y haciendo respetar la Constitución Española y el Estatut de Autonomía de Catalunya. No voy a opinar aquí y ahora sobre la intervención de los cuerpos policiales durante el ilegal procedimiento sedicioso impulsado por la Generalitat de Catalunya, en especial la del 1 de octubre pasado. Mucho se ha hablado de ello y mucho se seguirá hablando las próximas semanas. Lo que quiero destacar por medio de estas líneas es un aspecto que apenas ha sido mencionado y que debería preocupar mucho, en especial a los Mossos d’Esquadra: me refiero a la cobardía del Major Trapero.
El valor y la dignidad son elementos esenciales de todo servidor público uniformado al que, no lo olvidemos, la ley, y por lo tanto los ciudadanos, les hemos otorgado el derecho a usar la fuerza. Y el Major Trapero, además de ser uno de tales servidores públicos, es el Jefe de toda una policía uniformada. El valor y la dignidad de tales servidores públicos se demuestra no sólo en el ejercicio diario de sus funciones, sino, de manera especial, en circunstancias excepcionales. Y es precisamente en una de estas circunstancias excepcionales, como la que estamos viviendo en estos tiempos en Catalunya, cuando el Jefe de los Mossos d’Esquadra ha demostrado su cobardía e indignidad.
Señor Trapero, un policía valiente y digno, en desacuerdo con las decisiones del ejecutivo español y las órdenes de jueces y fiscales, siquiera parcialmente, hubiese renunciado a su cargo de forma inmediata y manifestado abiertamente que los Mossos d’Esquadra no cumplirían con las órdenes recibidas. Yo no hubiese compartido en absoluto las razones de su decisión, pero sí entendido, hasta respetado, que por razones de conciencia hubiese decidido renunciar a su cargo. Pero no lo hizo y, en lugar de apartarse de la línea de mando, se inclinó por la astucia de los cobardes, que no es otra que encogerse de hombros, mirar hacia otro lado, hacer ver lo que las imágenes han demostrado que no hizo y dejar que sus compañeros de otros cuerpos policiales tuviesen que desempeñar las tareas de orden público que la Constitución Española y el Estatut de Catalunya encomiendan a todas las policías.
No me han gustado en absoluto los hechos del pasado 1 de octubre en Catalunya. Todos, unos mucho más que otros, por acción o por omisión, son responsables de lo acontecido. Incluso estoy dispuesto a debatir sobre la oportunidad de alguna de las medidas ejecutadas. Pero siempre me quedará la duda de que las cosas se hubiesen desarrollado de otra manera si usted hubiese actuado con la valentía que sus galones le demandan. Es admirable la tarea de los cuerpos de seguridad —de todos— en general y aplaudo el excelente trabajo diario que llevan a cabo desde su despliegue en Catalunya los Mossos d’Esquadra en particular, pero señor Trapero, mientras la Justicia no diga otra cosa, usted no ha estado a la altura que su cargo demanda y no merece permanecer en el mismo.