Crítica de ‘Valor sentimental’: el hermoso simulacro de empatía de Joachim Trier
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Este fin de semana llega a los cines españoles Valor sentimental, la última cinta del director Joachim Trier. El autor danés consiguió el reconocimiento internacional en 2021, cuando La peor persona del mundo se convirtió en uno de los títulos más interesantes de la temporada, colándose en la alfombra roja de Hollywood con dos nominaciones al Oscar (mejor guion original y película internacional). Sin embargo, con este nuevo trabajo, Trier deja atrás el nihilismo generacional de su trilogía de Oslo, plasmando un bello ejercicio metacinematográfico que cauteriza las dolencias emocionales heredadas. La crítica quedó embelesada con el desempeño de Valor sentimental en el pasado Festival de Cannes y un servidor, no puede hacer otra cosa más que aplaudir la profundidad poliédrica de un cineasta que sin concesiones, le ha terminado regalando a los espectadores una minimalista catarsis terapéutica.

El punto de partida de la historia nos pone en la piel de dos hermanas; Nora y Agnes. Ambas acaban de sufrir la pérdida de su madre, tras una larga enfermedad a la que se enfrentaron solas. Con motivo del funeral, su padre Gustav vuelve al país tras haberse marchado de casa cuando eran sólo unas niñas, priorizando su faceta de artista como cineasta autoral. Ahora, Gustav tiene un nuevo guion autobiográfico escrito para que Nora, lo protagonice. Pero cuando esta se niega, el papel cae en las manos de una joven estrella de Hollywood, iniciando los preparativos para un rodaje que se dará en el antiguo hogar familiar.

Bajo este preámbulo narrativo, Trier articula toda una serie de tensiones, traumas y afectos que desde la frialdad cultural nórdica, invitan a la comprensión y el perdón como único asidero para seguir viviendo. Virtudes manifestadas con disciplina y entereza, gracias a la soberbia credibilidad coral de su casting. Renate Reinsve, protagonista de La peor persona del mundo, vuelve a ejercer como el rostro que concatena el vívido viaje emocional del relato. A su lado, destacan Stellan Skarsgård como Gustav, Igna Ibsdotter Lileaas en la piel de su hermana Agnes y la luminosa participación de Elle Fanning, quien encarna a la reconocida actriz norteamericana enamorada de la obra de Gustav.
Crítica de ‘Valor sentimental’: un melodrama generacional

En la presente crítica a Valor sentimental, no podemos obviar el triple salto mortal de Trier hacia el melodrama familiar. El responsable de Oslo, 31 de agosto no narra en esta ocasión entre interrogantes y vacíos y sí prioriza en su retórica audiovisual, una manifestación insondable: el arte es el mayor gesto de empatía universal.

Por ello y a raíz de su título, el libreto escrito por el propio Trier y Eskil Vogt (guionista de cabecera del director) presenta la casa de los Borg como el espacio que cohesiona el legado doliente de varias generaciones. Ese es el escenario principal de su historia. El decorado cambiante cuyo valor trasciende cualquier aspecto material, enmarcando la siempre indisoluble mezcolanza entre dolor y amor. Con su puesta en escena, Trier mide detalles y marca distancias, dotando a las secuencias de una intimidad acogedora. La cual por supuesto, se destensa en varios momentos con pequeñas dosis de humor negro. El chiste del aséptico taburete de Ikea o el regalo de los DVD de Irreversible y La pianista al hijo de Agnes por parte de su abuelo, son dos ejemplos fehacientes de esto último.
Ha llegado el día de ponernos sentimentales e ir al cine. 🏠❤️🩹#ValorSentimental, de Joachim Trier. Una película que es un abrazo.🫂 Ya en cines.
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— elasticafilms (@ElasticaFilms) December 5, 2025
Miradas que se heredan
Valor sentimental pone el foco en los gestos cómplices, la salud mental y sobre todo, en la unión y el entendimiento como vehículo catalizador en el celuloide. Las heridas y el resentimiento de las hijas de Gustav sólo pueden enternecerse a través de la representación ficcional.

Trier recrea un simulacro en el que lo cinematográfico cicatriza lo real, abriendo las puertas a los dolores compartidos y a esas confesiones verbalmente inenarrables que, al igual que sucede en el cine, sólo pueden explicarse mediante el valor de la mirada.