Las Ventas

El torero Serafín Marín en estado grave tras sufrir una cornada de 30 centímetros en Las Ventas

Ha tenido que ser operado de urgencia en la enfermería de la plaza antes de ser trasladado al hospital

Serafín Marín cornada
Momento en el que Serafín Marín es corneado en Las Ventas. (Foto: Plaza1)

El torero Serafín Marín ha sufrido este domingo una grave cornada en Las Ventas, en un festejo que se vio ensombrecido por este percance. Marín fue corneado en el primero de la tarde y tuvo que ser intervenido de urgencia en la enfermería del coso madrileño antes de ser trasladado al hospital.

Según el parte médico, ha sufrido una cornada en el «tercio medio-inferior de cara lateral estrena del muslo derecho, con una trayectoria ascendente de 30 centímetros que causa destrozos en fascia lata y vasto externo, además de heridas inciso contusas en región frontal izquierda y occipital, de pronóstico grave».

El diestro fue prendido por un toro de Monteviejo que le arremetió por el estómago en el tercer lance de recibo, para volver luego a zarandearle violentamente, por lo que tuvo que entrar a la enfermería, dejando así la corrida en un mano a mano entre Luis Gerpe y el mexicano Juan Pablo Sánchez. Y tanto uno como otro solventaron la papeleta con sobrada dignidad, manejándose con buen oficio para superar la generalizada falta de raza y de opciones de sus enemigos en una tarde en la que, además, las fuertes rachas de viento complicaron aún más los problemas planteados para su lidia.

Lo mejor del encierro fue su presentación, en tanto que, salvo el feo quinto, todos lucieron un armónico y serio trapío dentro del tipo de sus encastes: los legendarios de Pablo Romero, ahora Partido de Resina, y Vega-Villar, procedencia pura de los de Monteviejo. Pero el caso es que casi todo quedó en fachada, aun contando con que los cárdenos resultaron manejables y tuvieron como destacado al encastado cuarto, informa Efe.

Ése fue el de menos alzada y el de mayor cuajo de los pablorromeros, pero también el único que se empleó de verdad, humillando con vibración tras los vuelos de una muleta que Luis Gerpe no pudo manejar con el necesario mando a causa de las fuertes rachas de viento que entorpecieron su faena.
Aun así, el diestro toledano no volvió la cara e intentó siempre ligarle las tandas de muletazos, aun a riesgo de verse desbordado en ocasiones -el toro se violentaba cuando no era sometido- por esa dificultad añadida que hizo que finalmente todo quedara en una vuelta al ruedo para el matador y una ovación en el arrastre para el de Partido de Resina.

Con los otro de su lote, otro cárdeno que se empleó poco aunque resultó noble y manejable, Gerpe se confió a medida que comprobó esa buena condición y logró instrumentarle algunos pases de templado trazo, esos que le resultaron imposibles con el de Monteviejo que le correspondía a Marín, cuya falta de fuerza en los riñones le llevó a quedarse muy corto, siempre por debajo del torero.

Juan Pablo Sánchez también solventó el compromiso con un más que sobrado oficio ante los tres toros que tuvo que estoquear, lo mismo con el berrando que hirió al primer espada, al que macheteó pronto, que con el otro de los de Monteviejo, siempre frenado y reservón, ante el que se desenvolvió con suficiencia.

Lo mejor del torero mexicano llegaría con el tercero, el astado de Partido de Resina que le correspondió en el sorteo, con el que se manejó con la suficiente precisión y temple para, a pesar del molesto viento, sacarle, sin una imposible ligazón, naturales y derechazos más que estimables antes de apurarlo con firmeza y valor en la distancia corta, ya con el cárdeno afligido y vacío.

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