Jorge Planas, el cirujano plástico que combate la «esquizofrenia en el supermercado de la belleza»
El libro ‘Historias y vivencias de un cirujano plástico’ del doctor Jorge Planas continúa siendo un éxito. En él, Planas relata de primera mano lo que sucede tras el telón de una consulta estética, los últimos avances y las nuevas tendencias en el terreno de las intervenciones plásticas. El doctor especializado en cirugía plástica cuenta a OKDIARIO sus opiniones sobre este mundo tan criticado por muchos (y alabado por otros tantos) y las implicaciones que tiene en la medicina general.
El doctor Planas concibe la medicina estética como un trípode. El buen hacer del facultativo se apoya en tres pilares fundamentales: ciencia, arte y psicología. El pilar de la ciencia engloba el conocimiento técnico del cirujano y la formación médica que disponga. El arte del doctor tiene que ser capaz de ver en el cuerpo del paciente una potencial obra de arte y por ello tiene que conseguir que el resultado sea proporcionado. Por último, Planas le da mucha importancia a la psicología.
Un buen cirujano plástico tiene que ser capaz de entender a su paciente. Es por esto que en la primera consulta, el doctor tiene que conocer muy bien al paciente. Tiene que estar seguro de que el paciente quiere hacerse lo que dice y no esta siendo víctima de presiones. «Pasa más de lo que crees, muchas veces viene la chica diciendo que quiere aumentarse el pecho y hablando con ella descubres que no es ella la que lo quiere si no su madre o su novio».
Planas ve de crucial importancia esta faceta psicológica del cirujano. Existen diversos trastornos psicológicos que podrían ser una pesadilla para un cirujano plástico. Por ejemplo, la dismorfofobia. Se trata de una alteración mental de la autopercepción del cuerpo. Hagas lo que hagas con una persona que sufre de esta enfermedad, jamás se va a sentir satisfecho. Es más, probablemente acabe culpando al cirujano de sus inseguridades. Por casos como este es importante la atención psicológica al paciente.
La esquizofrenia en el supermercado de la belleza
Preguntado por el estado de la cirugía plástica en el mundo, Planas tiene claro que España es un país insignia en todo el mundo. Mientras los americanos tienen muy buena tecnología, también son los más exagerados. España, en cambio, está en equilibrio entre el atrevimiento y las técnicas fiables y efectivas. Sin embargo Planas puntualiza que el mayor arte en la ejecución de las cirugías plásticas se encuentra en Latinoamérica.
También es cierto, tal y como dice el doctor, las modas del cuerpo cambian cíclicamente. Mientras en la época de Rubens el canon de belleza se encontraba en los cuerpos voluptuosos y entrados en carnes, en los 80 la belleza se identificaba con cuerpos delgados y labios y pechos exuberantes. Planas puntualiza que cada vez todo es más rápido, mientras antes la percepción de la belleza variaba cada muchos años, cada vez va variando más deprisa. Citando a Umberto Eco hace una descripción perfecta de este hecho: «a finales del siglo pasado ya saltó una esquizofrenia en el supermercado de la belleza».
«Tengo orejas de soplillo, parezco un murciélago»
Salpicado de anécdotas, biografías y situaciones, el doctor Planas reflexiona, igualmente, sobre los cánones de belleza y sobre quien los impone. Asimismo, habla de las nuevas corrientes, el concepto distorsionado que tenemos sobre nuestro propio físico y de los complejos. En definitiva, ‘Historias y vivencias de un cirujano plástico’ es una verdadera guía sobre el mundo de la cirugía estética, en pleno boom de las intervenciones plásticas.
Fernando se presentó en mi consulta por un problema de ‘orejas’. «Doctor, llevo dos operaciones y siguen sobresaliendo demasiado». Los apéndices auditivos no podían estar más pegadas a la cabeza, y así se lo hice saber. «¡Pero si son de soplillo! ¡Parezco un murciélago!» Imposible que el paciente entrara en razón, por más que le hice ver, espejo en mano, que sus orejas eran perfectas. La conversación llegó a un punto en que le sugerí que hablara con nuestra psicóloga. Pero no quiso seguir hablando y se fue dando un portazo. Dos meses después apareció de nuevo en la clínica. Llevaba dos toallas sujetando cada oreja, intentado parar la pérdida de sangre. «Nadie me hacía caso y hoy me las he visto más despegadas que nunca. He cogido unas tijeras de cocina y buscando la diagonal perfecta, me las he recortado yo mismo. Tenía razón Doctor. ¿Puede arreglarme este estropicio que me he hecho». Claramente Fernando padecía de dismoforbia: una distorsión de la imagen personal.
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