La hija de un médico fallecido por Covid-19 en una carta a Felipe VI: “Este dolor no me deja dormir ni me dejará en mucho tiempo”
El dolor no cesa para las familias que han perdido a sus seres queridos, a pesar de que el número de fallecidos ha descendido de forma importante en nuestro país y, en principio, comienza la llamada desescalada para volver a «una nueva normalidad». Sin embargo, para las más de 22.000 familias rotas por la pérdida todo será nuevo, claro, pero ya jamás será normal. La tragedia ha marcado con tiza oscura, de luto, las puertas de sus casas debido a una pandemia que jamás pensamos que podríamos vivir.
Uno de los colectivos profesionales más segados por el virus ha sido el sanitario, por motivos obvios, son los que han estado en primera linea atendiendo a todos los contagiados que han colapsado los servicios de urgencias y las UCIs desde que se confirmara el primer caso de Covid-19 en España. En nuestro país se han contagiado 38.369 profesionales sanitarios desde el inicio de la crisis sanitaria, un dato que refleja que hay 375 nuevos contagios en un día, casi el 30% de los nuevos positivos del total, según datos del Ministerio de Sanidad conocidos este martes.
Uno de los contagiados, uno de los sanitarios que no pudo superar el virus fue el médico leonés, Antonio Gutiérrez, el primer médico fallecido en la provincia de León y el segundo en Castilla y León. Sus hijas, Judit y Ana, relatan a OKDIARIO a través de una carta, que la ausencia de su padre no da ni un minuto de tregua al dolor, por ello, han decidido mandar una misiva al rey Felipe VI con el fin de compartir su historia y pedirle que «haga todo lo que esté en su mano para homenajear a todos los sanitarios que han dado su vida para servir a los demás».
«Disculpe que le robe unos minutos haciéndole participe de mi dolor y de mis reflexiones. Perdone mi osadía, pero estoy segura de que a mi padre le gustaría que le escribiera, él siempre me hablaba de usted como la persona más íntegra y capaz de llevar nuestro país por el mejor rumbo, sin faltar a la verdad y pensando siempre en el bien de los ciudadanos», comienza la carta dirigida al Palacio de la Zarzuela de las hijas de este médico.
«No tengo dudas que desde el cielo, estará orgulloso de que le haga partícipe de la experiencia más trágica de mi vida, se me encoge el corazón aún más cuando la recuerdo», prosiguen para, a continuación, relatar con detalle cómo su padre se fue apagando poco a poco entre fuertes dolores y más de 30 horas de trabajo sin parar.
«El jueves 12 de marzo mi padre estuvo trabajando más de 32 horas seguidas»
«El jueves 12 de marzo, mi padre estuvo trabajando más de 32 horas seguidas. Tras esa guardia, se quedó supervisando el primer triage –mañana del viernes 13 de Marzo– que se ponía en marcha en el Centro de Salud de Eras de Renueva», lugar del que era coordinador en León, «para separar a los afectados respiratorios y mantener un metro de distancia entre ellos».
Sus hijas explican que su padre, íntegro y gran profesional, «no quería fallos, según describieron sus compañeros». En ese momento, detallan Ana y Judit en su escrito, «mi padre ya no pensaba en su salud por el sobreesfuerzo físico y psíquico que estaba haciendo, tampoco en la sobreexposición al coronavirus a la que estaba expuesto. Por su cabeza sólo pasaba la terrible crisis sanitaria que había que parar inminentemente, no pudiendo abandonar a sus pacientes bajo ningún concepto cuando más le necesitaban y proteger a su equipo, luchando al frente en primera línea como el capitán que encabeza un ejército para luchar contra un enemigo poco conocido: el Covid-19».
Este hecho, prosigue el relato dirigido a Felipe VI al que ha tenido acceso este periódico, «destaca la valentía y la lucha de un gran profesional con una inmensa calidad humana y generosidad». Antonio, según cuentan sus hijas, abandonó su puesto de trabajo el viernes 13 de Marzo a las 16 horas porque ellas mismas se lo pidieron por favor.
«Cuando lo llevamos a Urgencias ya no podía apenas andar»
«Llegó derrotado, sin apenas fuerzas para hablar, pero siguió trabajando los cuatro días siguientes», explican. El martes 17 de marzo, las fuerzas de este médico leonés se agotaron, al volver a descansar «llegó con fiebre alta y unos dolores terribles que, desde luego, él no me transmitía para no preocuparnos».
Con todos los síntomas del coronavirus, sus colegas, le recomendaron paracetamol y reposo en cama. Sin embargo, Antonio quería seguir yendo a trabajar al día siguiente. «No se puede ni imaginar la agonía que produce ver a un padre en esta situación y que, después de varias llamadas, al final, le realizaron la prueba del Covid-19 ese mismo día 17 martes en su domicilio a las 22 horas de la noche con un resultado dudoso: ni positivo ni negativo, según nos transmitieron al día siguiente. No sabemos si ante este resultado, se la tendrían que haber repetido: no somos médicos», se lamentan las firmantes de la carta.
En los cuatro días siguientes, detallan, Antonio siguió las indicaciones médicas que le dijeron, pero el lunes 23 de marzo empezó a empeorar. «Le subió la fiebre y deliraba, por eso insistimos en que vinieran a casa a verle y le ingresaran en el hospital. No sabe lo duro que es verle, estando en estado muy grave y tarden en atenderle, pese a nuestra insistencia», apostillan.
Ante esta situación, como no acudían a recogerle, explica, una de sus hijas, Ana, llevó a su padre al servicio de Urgencias. «Ya no podía andar y se tenía que ir apoyando en mí, lo último que le pude decir en ese momento fue: ‘Papá como te pase algo, se van a enterar…’. Por eso, me siento en la obligación moral de escribirle esta carta». Sin saberlo, esas serían las últimas palabras que su hija pudo dirigir a Antonio. «Ya no le he vuelto a ver, entonces, Majestad, comprenderá el dolor y el vacío que tengo».
Pero lo peor, prosigue el escrito, llegó después de dejarle en el hospital ingresado porque fue el turno de la incertidumbre. «Nueve días sin apenas información, sin saber que estaba pasando, sin saber quién le trataba, ya que las pocas veces que llamaban los médicos, muchos de ellos no querían identificarse, tampoco conocimos el momento en que le habían intubado en la UCI. No podíamos cogerle de la mano ni abrazarlo ni besarlo, no pudimos darle el último adiós», detallan.
«Mi padre no se merecía este final»
Así pasaron los días, pero el 2 de abril a las 9 horas de la mañana llegó la temida hora del hospital, Antonio había empeorado mucho y estaba muy grave. «Nos dicen que mi padre ha entrado en parada cardiorespiratoria y lo están intentando reanimar, tras dos minutos de espera al teléfono, me dicen que no han podido hacer nada por salvar su vida. No pude despedirme de mi padre y este dolor, no nos deja dormir ni nos dejará hacerlo en mucho tiempo», relatan al monarca.
«Nadie se imagina lo fuerte que tienes que ser, para poder seguir con aire después de este sufrimiento. Mi padre no se merecía este final, una persona querida por su familia y por sus pacientes porque siempre mostró una gran disposición para ayudar a todos. ¡Cuánto nos gustaría poder hablar ahora con él, nos gustaría volver a abrazarle y a decirle cuánto lo queremos y lo orgullosas que estamos de él», se lamentan.
«Majestad», concluye la emotiva misiva, «le ruego que después de esta vivencia, haga todo lo que esté en su mano para homenajear a todos los profesionales sanitarios que han dado su vida por servir a los demás y espero, además, que se tomen medidas para que a ningún sanitario le vuelva a ocurrir lo mismo que desgraciadamente le ha ocurrido a él».