Beatriz, enfermera de la UCI del Hospital de Alcorcón

“Cuando murió sonaba ‘Caminante no hay camino’ de Serrat, fue una forma bellísima de irse”

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“Cuando murió sonaba ‘Caminante no hay camino’ de Serrat, fue una forma bellísima de irse”
Beatriz, enfermera del Hospital Universitario Fundación Alcorcón.
María Villardón

Beatriz es enfermera. Lleva casi dos décadas siéndolo. Los últimos años ha estado en el servicio de urgencias del Hospital Universitario Fundación Alcorcón de Madrid, pero ahora, desde que comenzara la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, ha sido trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) donde, desafortunadamente, están atendiendo a los pacientes más graves y, a menudo, con menos posibilidades de salir adelante. Es un espacio donde se viven decenas de desenlaces, unos de celebración y, otros, de desolación.

“Aquel día fue agridulce. Primero compartí la alegría de extubar al primer paciente del hospital, después tuve que acompañar a Manuel en su despedida. Un hombre que, más o menos, tenía 78 años”, relata Beatriz a OKDIARIO con voz segura y calmada, trenzando cada una de sus palabras con el peso que da la reflexión y el aprendizaje.

La familia de Manuel, como tantas otras, tampoco pudo agarrarle las manos antes de morir, pero sí que confió en Beatriz para que, al acercarse a él, se las cogiera con el mayor cariño posible y le diera una carta que habían escrito todos sus nietos. “No pudieron pasar más allá de la puerta, no nos podemos arriesgar y, además, estoy segura de que a él tampoco le hubiera gustado poner en peligro a sus seres queridos. Me hice cargo de su bienestar, lo hice de corazón, sabía que el final era inevitable”, añade.

Ya en la soledad del box, Beatriz puso música de fondo para Manuel. Eligió a Joan Manuel Serrat. “Lo miré y pensé en mi padre, eran más o menos de la misma edad, así que puse en el buscador a Serrat y la primera canción que sonó, jamás lo olvidaré, fue ‘Esos locos bajitos’. Me conmovió”.

 

“…a menudo los hijos se nos parecen/así nos dan la primera satisfacción/esos que se menean con nuestros gestos/echando mano a cuanto hay a su alrededor…”

 

Le puso la carta entre los dedos, le leyó el adiós de sus nietos y le habló con quietud. “Estáte tranquilo, Manuel, te agarro la mano, soy tu enfermera. Fue muy duro y muy difícil, te estremece, pero es una parte de nuestro trabajo que tenemos que hacer porque, desgraciadamente ya no podíamos curarle, sólo acompañarle”, explica.

La música seguía sonando. “La siguiente canción que sonó fue ‘Mediterráneo’ y, cuando murió, estaba sonando ‘Caminante no hay camino’, basada en el poema de Antonio Machado. Creo que no fue casualidad que sonara aquello, fue una manera bellísima de irse”.

 

“…golpe a golpe, verso a verso/cuando el jilguero no puede cantar/cuando el poeta es un peregrino/cuando de nada nos sirve rezar/caminante no hay camino, se hace camino al andar…”

 

“Es lo mínimo que podemos hacer, sobre todo porque ahora los familiares no pueden velarles, no tienen ningún consuelo. Es muy duro, pero debemos intentar dar ánimos e insuflar esperanzas. Hacemos nuestro trabajo –llevo haciendo lo mismo, con la misma dedicación 17 años–, para que, cada día, más gente se vaya a casa”.

“He querido compartir este relato para que, en estos duros momentos, las familias sepan que estamos cogiendo la mano día a día a nuestros pacientes, a sus familiares. Decirles, además, que seguiremos haciendo de transmisión a través de nuestros cuidados. De eso se trata también ser enfermera: ‘Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña’”.

Esta historia es la de Beatriz y Manuel, pero podría ser la de Mamen y Luis, Laura y Esteban o Carmen y Ana porque todo el personal sanitario, que este 2020 celebra el ‘Año Internacional de la Enfermera’, está volcado en ser un bálsamo para sus pacientes en sus últimas horas dándoles calor y cariño.

Es complicado contar una historia de muerte, a pesar de estar envuelta en solidaridad. Es difícil poner palabras a una escena que hace enmudecer. Es complejo, pero también es la única forma de iluminar un pasillo de hospital que, en estas devastadoras circunstancias, está sumido en la oscuridad y la desesperanza.

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