Coronavirus. Historias en primera persona

“Tranquilo, yo le cojo la mano por ti”: la iniciativa de las enfermeras de Alcorcón para que nadie muera solo

Covid
La labor de los enfermeras españolas durante la pandemia ha sido encomiable.
María Villardón

A los miles de familiares de los pacientes con coronavirus se les atasca la voz y se les encorseta algo en el pecho cuando piensan que sus padres, sus abuelos o sus hermanos no compartirán los últimos minutos de su vida con ningún calor humano, con ningún apretón que les reconforte en este inesperado viaje. Familias que no vuelven a ver a sus seres queridos porque, de repente, están al final de una película que jamás pensaron ver. Sencillamente, dejan de existir, no hay ni duelo ni un adiós ni un te quiero ni un te perdono. Nada. La nada más absoluta.

El personal sanitario conoce ese dolor –cómo no conocerlo– y se ha volcado en transmitir que no ha habido soledad en esa muerte. Que se ha ido, es cierto, pero con una voz que le hablaba y una mano que no le soltaba. Carmen García, enfermera del Hospital Universitario Fundación Alcorcón (Madrid), junto con todas sus compañeras, han impulsado la iniciativa #YoLeCojoLaManoPorTi para que las fotografías de sus manos agarradas a las de sus pacientes inunden las redes sociales y consolar, aunque sea un poco, a las familias.

“Cuando vemos que las personas que están hospitalizadas no avanzan correctamente, avisamos a sus familiares para que vengan y les llevamos hasta la puerta del box con todas las protecciones”, explica Carmen a OKDIARIO en uno de los breves respiros que ha tenido en el día. Sin embargo, añade, “no pueden acercarse a su familiar ni verle de cerca ni tampoco tocarle. Dolorosamente hemos tenido que optar que se despidan desde la puerta y esto se nos hace muy duro”.

«Se nos hace muy duro que la familia no se pueda acercar»

Esta enfermera, que al igual que el resto de sus compañeros hace unas jornadas de alrededor de 12 horas en cada uno de sus turnos, no puede evitar que la voz se le entrecorte cuando relata cómo se sienten cuando ven a la familia hablando a sus familiares desde la puerta. “Muchas veces no escuchas qué es lo que les dicen, pero es muy doloroso escuchar cómo les dicen adiós, lo mucho que lo quieren o lo buen padre que ha sido”, comenta.

Es lo que peor llevamos los sanitarios. Que los abuelos mueran solos en sus habitaciones, en la UCI, en los boxes”, relata a OKDIARIO Laura, otra enfermera del mismo centro hospitalario, con la voz agotada tras más de diez horas seguidas al pie del cañón. “Hay casos que te afectan mucho, hay familias enteras ingresadas. La madre en boxes contagiada, la hija en otras de las salas habilitadas y el padre en la UCI muriéndose. Es terrible. Muchos familiares nos traen objetos personales para que se los hagamos llegar”.

La desolación se adueña de sanitarios y familias porque no hay nada peor que no poder decir adiós o poder sentir por última vez el tacto de una piel que desaparecerá sin remedio. “Hace unos días compartí en mi Facebook la alegría del primer paciente extubado, pero también el dolor que sentimos cuando vemos que alguien se va solo. Todos los comentarios que había decían que mis palabras les hacían llorar y yo no quería hacer llorar a las 50.000 personas que lo habían leído», explica Carmen.

Por eso, relata esta enfermera, «se nos ocurrió esta iniciativa, #YoLeCojoLaManoPorTi, para que las redes sociales se llenen fotos donde las enfermeras estemos dando la mano a las personas que se van, sin detalles y sin que se les reconozca, y que las familias, todas aquellas que las vean, puedan interpretar que es uno de sus familiares y que no han estados solos, que les damos la mano”.

«Queremos sembrar esperanza, alegría, ilusión»

“Con esta este hashtag #YoLeCojoLaManoPorTi, que esperamos que nuestros compañeros de otros hospitales también usen, queremos sembrar esperanza, alegría, ilusión, hacer algo positivo y no negativo”, apunta.

Los días pasan, llevamos dos semanas de estado de alarma, y los sanitarios, a pesar de su fortaleza, también flaquean. “Se nos hace muy duro, nos cuesta mucho cuando vemos que no se pueden acercar a ellos. Son días muy raros, no sabes qué te depara el día cuando llegas. Son también días muy agridulces porque también tenemos momentos buenos, te diré, pero al instante tienes que atender a otra persona”, explica.

Este mismo jueves, que es cuando Carmen atiende nuestra llamada, han dado de alta a un chico de alrededor de unos 45 años: “Esta mañana se ha ido con el alta, no lo ha pasado bien, es cierto, ha luchado mucho. Pero, finalmente, se ha ido a casa”.

Pero, inmediatamente, relata, “su cama ha sido ocupada por otra persona de más o menos la misma edad y, mientras le dormíamos y le hablábamos, para que estuviera tranquilo, he ido a cogerle la mano, pero no me ha dado tiempo, él ha buscado la mía y la apretado bien fuerte hasta que se ha dormido. He sentido en él mucho miedo. Nos hemos despedido de él hasta dentro de unos 12 días, a ver si se acuerda de nosotros cuando despierte y charlamos”.

@MaríaVillardón

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