Elena García: «Usamos el móvil para desconectar y es una fuente de estimulación continua»
"Si no descansamos, el cerebro se satura y no procesa bien la información"

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Con la llegada del verano, muchos sueñan con un buen descanso, desconectar del trabajo, hacer las maletas y «desactivar» el piloto automático. Pero ¿qué ocurre realmente en nuestro cerebro cuando dejamos atrás la rutina y nos damos permiso para descansar? Más allá del placer inmediato, las vacaciones activan procesos mentales y hormonales que son clave para nuestro equilibrio emocional y nuestra salud mental.
En esta entrevista, la psicóloga sanitaria y forense, Elena García, cuenta OKSALUD cómo el descanso prolongado, la reducción del estrés y la desconexión digital impactan directamente en el bienestar psicológico, y por qué parar no solo es necesario, sino profundamente reparador.
PREGUNTA.- ¿Qué ocurre en el cerebro cuando desconectamos del trabajo y la rutina durante las vacaciones?
RESPUESTA.- Lo primero que suele suceder es una reducción del cortisol, la hormona del estrés, porque salimos de ese ritmo frenético de obligaciones y multitarea constante. Si además usamos ese tiempo en actividades placenteras —viajar, descansar, practicar aficiones—, el cerebro segrega dopamina y serotonina, activando áreas relacionadas con el placer. Esto promueve un mayor equilibrio químico y emocional, lo que llamamos homeostasis.
P.- ¿Qué beneficios tiene el descanso prolongado para la mente?
R.- Muchísimos. Por ejemplo, nos permite salir del modo automático en el que vivimos y conectar con el presente. Volver a sentir qué queremos, qué necesitamos emocional y físicamente. Y no sólo reconectar con lo positivo, sino también con aquello que nos molesta o nos está haciendo daño y que, en el día a día, ignoramos por falta de tiempo o energía.
Descansar no es sólo cambiar de actividad, es parar para mirarnos. Si sustituimos una agenda laboral llena por una agenda de ocio igual de saturada, no descansamos, solo cambiamos el tipo de estrés.
P.- ¿Cómo afecta el uso constante de pantallas a nuestra capacidad de desconexión?
R.- Muchísimo. Solemos usar el móvil o la televisión para «desconectar», pero en realidad son una fuente de estimulación continua. El cerebro se acostumbra a ese nivel de dopamina rápida y deja de tolerar el aburrimiento o el silencio, que son precisamente necesarios para la introspección y el equilibrio mental.
Esto, a largo plazo, impide que descansemos de verdad y nos desconecta del «aquí y ahora», lo que impide procesar emociones y tomar decisiones conscientes. Es una especie de anestesia mental.
Totalmente. Si no descansamos, el cerebro se satura y no procesa bien la información. Aparecen fallos de memoria, dificultad para concentrarse y problemas para tomar decisiones. Dormir bien y bajar el ritmo ayuda a organizar ideas y consolidar aprendizajes, algo básico tanto a corto como a largo plazo.
P.- ¿Hay diferencias según la edad o el tipo de persona?
R.- No hay grandes diferencias en cuanto a la necesidad de descanso: todos lo necesitamos. Pero sí cambian los ritmos según la etapa vital —infancia, adultez o tercera edad—, y también el tipo de descanso que requiere cada persona. Lo importante es escucharse y adaptar el ritmo a lo que uno necesita, sin seguir patrones impuestos.
P.- ¿Qué tipo de actividades favorecen una desconexión efectiva en vacaciones?
R.- Actividades sin presión. A veces, no hacer nada es necesario: tumbarse al sol, leer sin prisa, sentarse en una terraza. También son útiles actividades placenteras que no tengan un objetivo concreto, solo el disfrute del momento. Eso es, en parte, mindfulness.
P.- ¿Qué pasa si no desconectamos nunca?
R.- La salud mental se resiente. Aparecen estrés, ansiedad, síntomas depresivos… Vivimos «funcionalmente», pero vamos a la deriva emocionalmente. La multitarea constante y la falta de descanso acaban pasando factura física y mental.
P.- ¿Qué recomendarías para aprovechar psicológicamente las vacaciones?
R.- Que la gente se permita hacer lo que le apetezca, no lo que «debería hacer». No es obligatorio llenar el tiempo de planes o poner la casa en orden. A veces lo más sanador es tirarse en el sofá o salir a caminar sin rumbo. Cada persona necesita algo distinto: el secreto está en escucharse y no exigirse más de la cuenta.