Yolanda a Garamendi: caldo o dos tazas

Yolanda Garamendi

Resulta realmente inimaginable en otra latitudes la inmensa chulería de la vicepresidenta Díaz, no digamos ya de su secretario de Estado, de cuyo nombre ni me acuerdo ni me interesa recordar, al plantear un chantaje y un trágala a los que realmente crean empleo y riqueza en el país. O los empresarios suben el 4% en el SMI o el Gobierno impondrá por cojons una subida superior, ha venido a plantear.

¿Esto qué es? Una formas más propias del caudillismo comunista caribeño, tan apreciado por la extrema izquierda española, que de un gobierno europeo que transita por el mundo libre. Practican todo lo contrario de lo que presumen. Sólo atienden a razones de poder, especialmente en lo que les incumbe: verbigracia, si un prófugo de la justicia les tiene entre sus manos, le dan satisfacción aunque haya demostrado ser un ultraxenófobo, supremacista y más ultranacionalista que el Ku Klux Klan. Éste es el Gobierno del señor Sanchez y de los neocomunistas a los que, día si y día también, se puede describir el pelo de su dehesa.

Tengo que decir en su pequeño descargo que los empresarios, que podrían ser un poder fáctico como en Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos, Países Bajos o en los nórdicos, han tragado en demasiadas ocasiones y el Gobierno les ha tomado el número correcto. Si la economía española crece no es precisamente por la gestión gubernamental, en modo alguno. Crece porque todavía quedan emprendedores en España que, pese a las dificultades de todo tipo, mantienen abiertas sus empresas y sus negocios. Lejos de reconocer la labor de este colectivo, el poder público gusta de colgar sus cabezas en cualquier pica, en un intento por demostrar quién manda en España.

Supongo que las distintas organizaciones que representan en teoría los intereses legítimos de los empresarios sepan ya, tras casi seis años de sanchismo, por dónde se vehicula el leviatán gubernamental. O le planta cara sin complejos o poco a poco a los empresarios de este país les ocurrirá como a la clase media, que se encontrará en franca vía de extinción. La última no ha sido el SMI; quieren multarles si las casi 8.000 empresas que han abandonado Cataluña –porque no podían vivir– no regresan a una tierra donde el extremismo secesionista lo domina todo.

¿Se habrá enterado de esto la UE? Porque uno de los principios básicos de la transnacional europea es precisamente garantizar el libre tránsito de personas y bienes. Decididamente, vamos hacia atrás como los cangrejos.

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