¡Viva el Rey!
Había pensado escribir sobre lo que está ocurriendo en la España gobernada por un grupo de facinerosos empecinados en destruir nuestras instituciones democráticas, en provocar el caos y llevarnos a la ruina al conjunto de los españoles.
Luego he decidido que dado que hoy se cumplen tres años desde aquel glorioso discurso del Rey Felipe VI, nuestro Jefe del Estado, era más oportuno recordar –y recordarnos- que tenemos un Rey a la altura de los tiempos; que España es una democracia sólida, con una Constitución y unas leyes homologables con las más avanzadas de los países democráticos del mundo. Y que los españoles tenemos muchas razones para sentirnos orgullosos de lo que hemos conseguido, de la ciudadanía conquistada, del país que heredamos de nuestros padres y de la democracia que queremos legar a nuestros hijos.
He pensado que el mejor revulsivo contra los facinerosos que nos gobiernan, los miserables que les acompañan, los cobardes que callan y se reparten las ganancias, los hipócritas que “recetan” diálogo mientras socavan las instituciones de las que forman parte, los desleales y filibusteros que esperan su oportunidad para vender al padre (o a la madre) a cambio de un plato de lentejas…, que la mejor vacuna contra toda esta gentuza es recordar el discurso del Rey. Sus palabras y su contexto.
Recuerdo bien el 3 de octubre de 2017 cuando al filo de la nueve de la noche me senté ante el televisor con un lápiz y un blog en la mano. Llevábamos dos días tremendos desde que las autoridades autonómicas de Cataluña perpetraron un golpe contra la democracia; dos días de desacato y burla contra las instituciones y sus funcionarios; dos días largos de injurias y ataques contra los policías y guardias civiles que desde Cataluña intentaban proteger a los ciudadanos de las hordas sediciosas y violentas. Dos días en los que la democracia había sido secuestrada en una parte de España ante el clamoroso silencio de nuestros políticos, ante la incapacidad de todos ellos para ponerse al frente y defender a los ciudadanos de quienes nos querían robar la democracia.
Confieso que estaba preocupada por el silencio del Rey durante los acontecimientos terribles que se venían produciendo y que desbordaban todas las previsiones; después, cuando anunciaron que el Rey iba a hablar, sentí alivio pero también temor. Me preocupaba que el Rey se limitara a leer un discurso escrito por otros que incluyera todos los viejos tópicos, empezando por una de las palabras más manipuladas de la historia: “diálogo”. Les confieso que incluso tenía escrito un borrador de tuit que decía algo como: “Si su padre hubiera reaccionado así cuando Tejero dio el golpe, usted hoy no sería Rey y muy probablemente España no sería una democracia” .
Y entonces habló el Rey:
«Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada ilegalmente la independencia de Cataluña.
Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno.
Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.
Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando, desgraciadamente, a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada.
Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.
En definitiva, todo ello ha supuesto la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña.
Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común.
Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.
Hoy quiero, además, transmitir varios mensajes a todos los españoles, particularmente a los catalanes.
A los ciudadanos de Cataluña -a todos- quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley.
Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos.
Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.
Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza.
Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación. En ese camino, en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña.
Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España».
Las palabras del Rey me produjeron una sensación de alivio difícil de describir. Me sentí reconfortada al comprobar que el Jefe del Estado estaba al frente de las instituciones que garantizan y protegen nuestra democracia y que él encarnaba como nadie los valores y principios constitucionales. Me sentí protegida, acompañada, representada en su figura y en su compromiso. Y escribí tres palabras: “¡Viva el Rey!”.
Tres años después, cuando el Gobierno de España está sostenido por golpistas, bolivarianos y proetarras; cuando el Gobierno de España ampara y promueve la deslegitimación de las instituciones del Estado; cuando el miedo a la enfermedad y a la ruina nos impide ver que el Gobierno nos está robando la democracia, es más necesario que nunca mirar hacia la Jefatura del Estado y recordar que ella encarna y representa nuestro sistema constitucional, nuestra democracia. Creo que en estos momentos de crisis y tribulaciones lo verdaderamente útil es enfatizar lo positivo y defender nuestras instituciones, empezando por la primera de ellas, la Jefatura del Estado, encarnada por la Corona y en Felipe VI, Rey de España. Apoyar hoy al Jefe del Estado significa proteger la institución que salvaguarda el sistema democrático que nos dimos con la Constitución del 78. Decir hoy viva el Rey es tanto como decir viva la Constitución o viva la Democracia. Así que ¡Viva el Rey!
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