Vicente Gil: «PP y Vox han terminado votando a Txapote pero de verdad, ¿hay oposición a Sánchez?»

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Lo que han hecho el PP y Vox es impresentable y no tiene ni disculpa ni perdón. Sánchez y Bildu, o sea el PSOE y ETA, les han colado en el Congreso sin que nadie se diera cuenta la reforma de una ley orgánica que, de facto, va a suponer la excarcelación y reducción inmediata de condenas de 44 presos de ETA, entre ellos, el famoso Txapote. Sí, Txapote. El del «Que te vote Txapote» de las manifestaciones de PP y Vox.

También se van a beneficiar Soledad Iparaguirre Anboto, Félix Alberto López de Lacalle Mobutu, Juan Carlos Iglesias Gadafi, Juan Antonio Olarra Guridi, Jon Bienzobas o Irantzu Gallastegi. Estos miserables van a ver reducidas sus condenas en casi 400 años. ETA consigue así, con la estúpida ayuda del PP y Vox, una de sus más viejas reivindicaciones: que los años de cárcel pasados en Francia computen en beneficio de sus condenas en España para salir a la calle cuanto antes. Traducido para que ustedes lo entiendan: Txapote, Anboto y Mobutu, tres de los terroristas más sanguinarios de ETA, podrían estar en la calle el año que viene, en 2025.

Sánchez hubiera sacado la reforma igualmente con sus socios, pero, colándosela al PP y a Vox, ha dejado al desnudo el nivel bajísimo y bisoño, casi de aficionados, de la oposición a un autócrata peligroso que maneja los resortes del poder como un mafioso, con habilidad perversa y sin límite moral alguno. En vez de estar ahora denunciando la miseria moral de Sánchez excarcelando a etarras para seguir en Moncloa, la oposición se encuentra dando explicaciones. ¿Se puede ser más torpe? Yo creo que no.

Además, en el peor momento de Sánchez, cuando la justicia avala la investigación a Begoña Gómez y la UCO desvela esa trama de hidrocarburos de Víctor de Aldama que va a abrir una nueva e importante vía en el caso Koldo, es la propia oposición la que da a Sánchez un balón de oxígeno para desviar la atención. Es imperdonable.

El PP tiene 137 diputados en el Congreso y Vox 33. Suman 170 diputados. Según Demócrata, medio especializado en la información parlamentaria, el PP tiene 101 asesores y Vox 24. Son 125 asesores entre los dos, que cuestan, anualmente, más de 6 millones de euros. 36 de los 101 asesores del PP cobran 63.557 euros al año. El que menos cobra 31.778 euros. La mayoría, entre los 40.000 y 50.000 euros. Vox tiene 24 asesores. El que más cobra, 55.612 euros al año. Ninguno de los 125 asesores ha servido para nada. En el Congreso hay más asesores en los grupos que funcionarios.

Como ni uno de los 170 diputados ha servido para nada. Es cierto que el trabajo se reparte y que no todos, ni diputados ni asesores, están en todos los temas ni pueden estarlo. Pero el hecho al final es el que es: Sánchez y Bildu les han colado la excarcelación de Txapote y las ratas de ETA.

En la Comisión de Justicia del Congreso, donde se fraguó el desastre, hay 16 diputados del PP y 3 diputados de Vox. Para más inri uno de los 4 letrados adscritos a la Comisión es del PP. Entre los diputados del PP en la Comisión de Justicia están Cuca Gamarra, Cayetana Álvarez de Toledo o Fernando de Rosa, que es uno de los cerebros jurídicos del PP en la sombra desde siempre. ¿En qué estaban pensando? El tema lo llevó el diputado por Toledo José Manuel Velasco, que es doctor en Derecho y que apunta a comerse el marrón si la cosa se pone más fea porque las bases del PP y sus dirigentes locales están que trinan. Arde el PP estos días.

Vayamos a Vox. Los diputados de Vox en la comisión son Javier Ortega Smith (que es también portavoz en el Ayuntamiento de Madrid) y el catedrático de Derecho Constitucional (ahí queda eso) Carlos Flores Juberías, el que Carlos Mazón, yendo a su bola, quiso hacer vicepresidente de la Generalitat valenciana justo antes del 23J teniendo una condena por maltrato a su ex mujer. Mazón resolvió lo suyo, pero aquel asunto fue el caramelito perfecto para Sánchez. Le dió la artillería necesaria para liar al PP y a Vox en la campaña del 23J. Fue el inicio real de la debacle. Luego ya vinieron Borja Sémper y María Guardiola a rematarlo, insultando a los de Abascal. La ‘reforma Txapote’ en la Comisión de Justicia la llevó, por Vox, el diputado Emilio Jesús del Valle, otro licenciado en Derecho, que llegó a ser consejero de Presidencia de Cantabria. Ahí queda eso también. Bueno pues, nadie se enteró del gol que Sánchez y Bildu les estaban colando.

La cosa no acaba aquí. Porque, aprobado el texto en el Congreso, pasó al Senado y ahí siguió el despiste parlamentario de PP y Vox. Al no presentar enmiendas, la reforma pasó directamente al pleno para su aprobación definitiva y entrada en vigor esta misma semana. Vox tiene tres senadores, pero el PP preside el Senado con Pedro Rollán, controla la Mesa y tiene mayoría absoluta. ¿Van sumando ustedes gente implicada que no se enteró de nada?

De manera que, in extremis, ha tenido que ser, esta semana, una periodista (entre las decenas de periodistas, por cierto, que pueblan el Congreso a diario) la que advirtiera, a toro pasado y ya sin remedio, sobre la gravedad de lo que se estaba aprobando de tapadillo. El PP lo retiró del pleno del Senado. Pero no va a servir de nada. Se aprobará. Sánchez y Bildu ya han dicho eso de «Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da ya no se quita».

Son tan chulos que Bolaños, incluso, ha llamado a Cuca Gamarra para «exigirle» que mantengan en el Senado su voto favorable. Se ríen de la oposición. Se chotean de ellos cada día. ¿Cómo es posible bajar la guardia así ante un gobierno tan tramposo como este que se la cuela en cuanto puede a la oposición, a Puigdemont o a quien haga falta?

¿Ha dimitido alguien en el PP o Vox? Pues no. En España no dimite ni dios. Si Ábalos sigue en su escaño y no ha dimitido Sánchez, que tiene a su mujer y a su hermano multi imputados y a su gobierno y su partido hasta las cejas de corrupción, ¿quién va a dimitir en la oposición?

Más bien, PP y Vox están en esa dinámica interna infantil, colegial y cutre, típica de los partidos, de «yo no he sido»… «fue fulanito», aunque públicamente han cerrado todos filas como el PCUS soviético o el Partido Comunista de Corea del Norte. En esto son igual que el PSOE. No nos engañemos.

De manera que, como suele ocurrir en los partidos, nadie se comerá el marrón, salvo que la tormenta interna vaya a más y los medios nos pongamos muy pesados. Entonces, se comerá el marrón el más tonto del Grupo Parlamentario y nos venderán, eso sí, una gran ejemplaridad.

Los responsables de los Grupos de PP y Vox son Miguel Tellado y Pepa Millán. El PSOE ha puesto el punto de mira en Tellado hace tiempo porque les hace daño y van a por él. Este tema lo van a explotar a ver si cae. Y a Millán, promesa joven de la política, sin duda, le cayó el marrón de sustituir a los brillantes y experimentados portavoces de Vox que le precedieron y lo está haciendo muy bien, sin dejar indiferente a nadie, que es lo peor que te puede pasar.

Pero gestionar un grupo parlamentario es algo más complejo y requiere un buen equipo. Y ahí viene el problema. Que tienen que hacerlo con lo que hay y lo que hay no es lo mejor. Las listas al Congreso y el Senado de los partidos y las listas de asesores se confeccionan en función de adhesiones inquebrantables al jefe, gente que se ha quedado sin trabajo en la sede de su partido u ocurrencias. Es la mediocracia de esta sociedad. ¿Recuerdan cuando Pablo Casado llenó de toreros y tertulianas de televisión la bancada del PP y sacó 66 diputados, el peor resultado del PP en su historia? Alguna tertuliana televisiva sigue por allí de diputada no sabemos para qué. La bancada actual de Vox, reducida en número y talento tras el 23J por líos internos que nunca aceptan, nada tiene que ver con la de la legislatura anterior.

¿Qué hicieron en las primeras horas PP y Vox tras la metida de pata? Tratarnos, encima, como idiotas. O restar importancia al tema y echarle la culpa al comodín de Sánchez como hizo Borja Sémper (que encima es del PP vasco y no sabe si cenar con Sánchez o Abascal) o meterse con el PP, como hizo Pepa Millán. Y, en general, todos ellos, esconder la cabeza a ver si pasa la tormenta. No pasará. Los medios de la izquierda la van a explotar todo lo que puedan. Arden los teléfonos estos días desde Moncloa a sus medios y tertulianos afines y, al contrario, desde Génova, pidiendo no hacer sangre.

Miren. Da mucha vergüenza revisar la sesión de la Comisión de Justicia y del Pleno del Congreso donde los socialistas y sus socios proetarras colaron a la oposición un asunto tan grave y vital para la supervivencia de Sánchez en Moncloa.

Por ir sólo al pleno del 17 de septiembre, con Feijóo y Abascal allí sentados. La reforma legal se aprobó por unanimidad: 346 votos a favor. Todos votaron juntos: PP, Vox, PSOE, Bildu, Junts, ERC, Sumar, Podemos y hasta UPN. ¿No les pareció ya sospechoso?

El portavoz de Vox, Emilio Jesús del Valle, afirmó lo siguiente: «Este proyecto de ley es de carácter técnico y nos da instrumentos de gran utilidad». Cuando acabó, sus compañeros de Vox, puestos en pie, le aplaudieron a rabiar.

El portavoz del PP, José Manuel Velasco, que es doctor en Derecho, se lamentó -atención- de que el Gobierno hubiera tardado dos años en traer al Congreso algo tan sencillo como la trasposición de una Directiva comunitaria e incluso se quejó: «Son apenas tres hojas -dijo- y ustedes han tardado dos años en traerlas. En el trámite no ha habido enmiendas. Sólo observaciones». Traducido: el señor Velasco no fue capaz de ver una trampa tan evidente en apenas tres hojas. Se trataba de eso. De no presentar enmiendas y aligerar el trámite para sacar a la calle a Txapote y los suyos cuanto antes. Da miedo pensar que esta gente vota sin saber lo que vota.

Los de Bildu no debían de dar crédito en sus escaños escuchando al del PP y al de Vox. ¿Saben de qué habló en aquella sesión Jon Iñarritu, el portavoz de Bildu, para disimular? De la «globalización», la «digitalización» y la «integración europea». ¡Le faltó declarar el amor universal! ¡Claro! ¡Para no levantar la liebre!

Pero lo peor es que señales no faltaron en aquella sesión. El portavoz del PNV, Mikel Legarda, aunque muy por encima, sí habló en su discurso del efecto favorable que la reforma tendría, en beneficio del reo, en caso de condenas fuera de España, aunque, por supuesto, se cuidó mucho de citar a los presos de ETA. ¿Nadie se dió cuenta de lo que estaba diciendo el portavoz del PNV?

Aquel día, los de Vox y el PP se aplaudían ensimismados en sus vanidades absurdas porque el pleno había tumbado, poco antes, la propuesta de Sumar sobre alquileres y eso -dijeron- era una «gran derrota» del Gobierno. No se dieron cuenta de que, por la puerta de atrás, Sánchez les estaba colando la verdadera llave de la legislatura, con permiso de Puigdemont: la excarcelación de presos de ETA.

De manera que Feijóo y Abascal ya tienen su Alberto Casero cada uno. ¿Recuerdan? Aquel amiguete de Teo García Egea que pudo tumbar la reforma laboral del Gobierno y la legislatura de Sánchez, pero se equivocó (según él) y votó a favor. Yo creo, y lo creo de verdad, que Teo García Egea era un submarino del PSOE. No sería el primero en alcanzar las plantas altas de Génova, 13.

Pero una cosa es una reforma laboral y otra cosa ver en breve a Txapote, a Mobutu o a Gadafi por la calle. Cuando Rajoy soltó al etarra Bolinaga dijo aquello de : «Las leyes no quieren que nadie muera en la cárcel». Bolinaga había montado una huelga de hambre fake porque -dijeron- tenía un cáncer terminal y se iba a morir enseguida. ¿Y qué?, me pregunto yo. Que se hubiera muerto en la cárcel. Ese miserable intentó, sin piedad, dejar morir en vida a Ortega Lara en aquel zulo de Mondragón. Rajoy lo soltó (suponemos que asesorado por Zapatero) y Bolinaga tardó, después, tres años en morirse del cáncer.

Aquello supuso el inicio de la escisión del PP y el nacimiento de Vox. Rajoy asumió la negociación de Zapatero con la banda («Mariano no hagas nada», le dijeron cuando preguntó por el tema) y uno empieza a pensar que lo del PP no es casual y que en Génova quieren que el PSOE les haga ahora el trabajo sucio con los presos vascos y la amnistía catalana para sacudirse el problema si algún día llegan al poder. Incluso, no me extrañaría que Feijóo haya terminado pensando que la amnistía catalana y la excarcelación de etarras le vendrán bien en el futuro para abrirse a pactos con el PNV y Junts o que, incluso, que «benefician la convivencia», que diría Sánchez.

Entre la moderación semperiana, las pocas convicciones y los muchos complejos del PP, no sería de extrañar. El del PP es el típico Síndrome de Estocolmo de una oposición que se ve incapaz ante un autócrata como Sánchez.

En el caso de Vox no es así. Santiago Abascal, por supuesto, no es Borja Sémper y me creo, de verdad, que esté «superdolido», como ha dicho, y de corazón. No por conveniencia política y cálculo electoral, como algunos en Génova. Abascal, pese a todo, tiene claro que se iría a cenar con Feijóo antes que con Sánchez. Pero lamento decirlo. Feijóo y Abascal ya tienen a su Bolinaga, que es, encima, Txapote.

El Congreso se ha convertido en una hoguera de vanidades. De vanidades muy mediocres. El nivel de nuestra clase política ha caído a mínimos. También en la derecha. Los partidos se reparten puestecillos y complementos salariales en el Congreso vía comisiones, como la de Justicia, para premiar al pelota de turno que no da problemas. No digamos ya si el diputado lo hace compatible con un ayuntamiento, del que también cobra, o con cargos internos del partido para tener otro sueldo. Lo que duele es ver en qué emplean el tiempo algunos mientras Sánchez y Bildu se la cuelan: en hacerse vídeos para mayor gloria propia en sus redes sociales que dan vergüenza ajena, como ocurre con algunos de los nuevos dirigentes de Feijóo en Génova. No todos.

Nada que ver esta generación pepera con Álvarez-Cascos, Rato, Mayor Oreja o aquellos bulldozers parlamentarios de Aznar como Pujalte o Troconiz a los que González, Guerra y el PSOE temían realmente. Costó años pero no cejaron en desgastarlos hasta sacarlos del poder por las urnas. En el PP de hoy dan la sensación de haberse convertido en funcionarios de la oposición. Mientras, en Vox, sin humildad alguna (la soberbia está reñida con la inteligencia) sólo sueñan con comerse a Feijóo antes que a Sánchez.

Esto es lo que hay y estas son las manos en las que estamos. Políticos mediocres (no todos, por supuesto) a la medida de una sociedad mediocre y enferma moralmente donde las víctimas de ETA ya aburren, aunque sigan vivas con sus dramas en sus casas y mutiladas física y psicológicamente para siempre. Nadie piensa en ellas. Preferimos que nos distraigan con el piquito de Rubiales a Jenni Hermoso, el inframundo de Tele 5 y Jorge Javier, la manipulación de La Sexta, la Ser o El País o con el tal Broncano preguntando en la televisión pública a sus invitados cuánto han follado en el último mes.

Vox ha metido la pata hasta el tuétano, pero seguirá su cruzada contra el PP porque Vox necesita a Sánchez para que el PP y Feijóo fracasen como alternativa. Y en el PP, acomplejados por la izquierda, no quieren saber nada de Vox porque, en realidad, son ya, casi, un partido socialdemócrata. Olvidémonos con el PP de la batalla cultural. El PP sólo sabe vivir en el terreno que le marca la izquierda. PP y Vox, hay que aceptarlo, son dos partidos distintos aunque España les debería unir, ahora, en la misión de echar al autócrata.

Sánchez sabe que mientras haya dos partidos peleados enfrente de él (y no digamos tres con Alvise Pérez) se comerá el turrón en Moncloa varios años más. En Moncloa ya nos venden, sotovoce, atención, no se lo pierdan, el eslogan: «Sánchez 2030». Como lo oyen. Sin salida en la OTAN o en Europa y con su mujer imputada, el Zar Pedro parece que se ha marcado como objetivo superar los 13 años de Felipe González. Con esta oposición, si se lo propone, Sánchez llega al 2050 y nombra a Begoña sucesora a título de Reina, como Franco, y hasta catedrática y doctora honoris causa de la Complutense.

Que sigan el PP y Vox peleándose de manera egoísta mientras nos hablan de «patriotismo» a los demás y se envuelven en la bandera nacional. Tanto gritar «que te vote Txapote … que te vote Txapote» … que, al final, han sido ellos PP y Vox, Vox y PP, Feijóo y Abascal, Abascal y Feijóo los que han terminado votando a Txapote… pero de verdad.

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