Las vacaciones del marido de Begoña
Por todos es sabido que, excepto para las actuaciones judiciales que se declaren urgentes, el mes de agosto es inhábil para la Administración de Justicia. Así que el marido de la imputada Begoña Gómez, vendedora profesional de humo; y único hermano del también imputado David, el músico al que no le gusta ni trabajar ni pagar impuestos; se ha liado la manta a la cabeza y se ha quitado de en medio todo el mes entero, como un marqués.
Normalmente, los empleados disfrutan de 30 días de vacaciones remuneradas, que es el mínimo establecido en el Estatuto de los Trabajadores, aunque raro es el que puede disfrutar ese mes entero seguido, posiblemente algunos funcionarios de baja responsabilidad y, por supuesto, ningún directivo ni autónomo. Pero Sánchez, aprovechando que los juzgados están cerrados, se ha pirado desde el 31 de julio hasta el 27 de agosto, fecha para la que ha convocado un Consejo de Ministros justo el día que empieza su gira por Mauritania, Senegal y Gambia, países a los que dice que va para firmar acuerdos contra la inmigración ilegal, esa que llega principalmente desde Marruecos, con quien ya lo tiene todo más que acordado para que inunden nuestras playas de cayucos.
A estas agosteñas vacaciones, Sánchez suma los tres días que se cogió para empezar el año, sin su imputada esposa, en la mansión que su amigo el presentador Jesús Calleja, tiene en León. También hay que añadir otros cinco días de descanso que se cogió en abril, porque estaba muy enamorado de su imputada mujer. En total lleva ya 35 días de vacaciones y aún quedan cuatro meses para que acabe el año, así que tiempo tendrá para vacacionar aún más.
Agosto es inhábil, como Sánchez. Nuestra RAE define inhábil como «falto de habilidad, talento o instrucción», así como «que no tiene las cualidades y condiciones necesarias para hacer algo». Como presidente del Gobierno, Sánchez es indiscutiblemente inhábil, como agosto, por lo que todos tenemos que celebrar que disfrute de las máximas vacaciones posibles. Lo ideal sería que no volviera a trabajar más. Recordemos que, entre las pocas cosas que Pedro Sánchez ha hecho cuando no ha estado de vacaciones ha sido decretar unos inconstitucionales estados de alarma con los que nos tuvo a todos encerrados, como a críos, mientras se convertía en el máximo responsable de que miles de ancianos murieran y nuestros sanitarios se infectaran por falta de medios que debería haberles proporcionado él. Pero de esto de las mascarillas habría que preguntarle a su amigo Koldo, ese al que Sánchez definió públicamente como «socialismo de raíz» y «un ejemplo para la militancia», antes de que nos enterásemos de que se había estado forrando vendiendo a las administraciones socialistas, material sanitario defectuoso en plena pandemia.
Otros méritos laborales de Sánchez han sido transferir las competencias de prisiones al País Vasco para, a continuación, trasladar allí a todos los presos etarras que ni se habían arrepentido, ni habían colaborado con la Justicia ni pedido perdón a sus víctimas. También destaca en su currículum laboral haber incumplido sus más importantes promesas electorales, indultando primero y finalmente amnistiando a los golpistas catalanes; a quienes acaba de prometer un injusto sistema de financiación similar al cupo vasco. Se ha aliado con la extrema izquierda comunista, con la proetarra vasca y con la secesionista catalana; llegando incluso a nombrar ministros declaradamente comunistas. Y como guinda del trabajo de Sánchez está esa ley que aprobó a medias con Irene Montero para rebajar las penas y sacar de las cárceles a violadores y pederastas. Como para no aplaudir cada vez que se va de vacaciones nuestro inhábil presidente del Gobierno.