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El tiempo que aceptamos que nos roben 

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El tiempo es uno de los mayores tópicos que ha tratado el arte en general desde sus inicios. No hay libro, pintura, escultura, película, o canción, que se haya escapado del tema.

Los griegos caracterizaron el tiempo a través de tres dioses, que cumplían cada uno una función diferente. El primero es Chronos, padre del tiempo lineal e inalterable que todo lo devora; los romanos lo llamaron Saturno, y de allí la representación de esta deidad en el cuadro de Goya Saturno devorando a un hijo. Luego estaba Aión (que tiende a confundirse con Chronos), que es un dios sin representación corpórea, que dio origen al mundo, que no tiene ni principio ni fin, y por ello su poder estaba por encima de todos los dioses. El último de estos es Kairos, que significa Momento adecuado u oportuno, considerado como un dios menor y representante del tiempo humano.

Por supuesto, la filosofía se ha ocupado del tema, y a lo largo de estos últimos 2500 años, son muchos los filósofos que han hablado de ello. Uno de los más famosos es el alemán Martin Heidegger, quien en el libro Ser y tiempo escribió 500 páginas tratando de explicar qué significa el «ser-ahí (Dassein)», explicando por qué no podemos pensar en el hombre, sin ubicarlo en un tiempo, o en el mundo.

Sea cual sea el prisma desde el que lo consideremos, el tiempo es una constante en nuestras vidas, y, sin embargo, ¿cómo somos de conscientes con lo que hacemos con nuestro tiempo?

Esta pregunta era impensable hacérsela a una persona del siglo XIX, ya que su tiempo solo les permitía trabajar muchas horas realizando labores repetitivas, y sin derecho a descansar. Es únicamente a finales de ese mismo siglo, e influidos por Marx, cuando los sindicatos logran ganar los fines de semana para el reposo, y cuando las primeras vacaciones pagadas son instauradas por el francés León Blum en 1936. Desde de los años 60, cuando la industria comienza a automatizar los procesos y junto con la llegada de los ordenadores, el internet y la web, el trabajo se ha ido simplificando -aunque especializando- cada vez más. Esto ha permitido que las horas laborales se reduzcan, y que cada vez tengamos más tiempo libre.

Y ahora que tenemos tanto tiempo libre gracias a las máquinas, ¿podríamos afirmar que lo estamos aprovechando?

Según un estudio realizado en 2022 a nivel mundial, las personas pasan en promedio 6 horas y 37 minutos al día en internet; en España el dato es de 5 horas y 45 minutos. En general pasamos una cuarta parte de nuestro día navegando en internet, casi tanto como durmiendo o trabajando.

Cada día las plataformas de internet se hacen más atractivas para que las personas permanezcan el mayor tiempo posible en ellas, y un parte del éxito de los infuencers radica en que algunos de sus seguidores sueñan con llegar a tener el mismo éxito que ellos. Por eso, ahora existen cursos, tutoriales y comunidades creadas por las mismas plataformas, para enseñar cómo tener un perfil de éxito. Millones de personas siguen religiosamente a diario estos consejos esperando llegar a tener sus 15 minutos de fama. Y mientras muchos sigan creyendo en esta probabilidad, las redes seguirán ganando millones de euros gracias de la publicidad que venden a través de sus perfiles.

¿Sabéis la cantidad de tiempo que lleva hacer un vídeo, escoger una buena foto o preparar un live?

¿Podéis imaginar el tiempo que gastan a diario millones de personas a cambio de unos cuantos likes?

Estamos completamente enajenados, ya que hemos entregado a las empresas tecnológicas algo tan preciado y escaso como es nuestro tiempo, y gracias a esto ejercen un enorme poder sobre nosotros, obligándonos a mantener nuestra atención en sus productos. Lo más paradójico de todo es que es gracias a las máquinas por lo que tenemos más tiempo libre, pero que sean estas mismas las que nos los están consumiendo, es terriblemente perverso. El eterno retorno de Nietzsche en todo su esplendor.

Así que, si no queremos terminar como el cuadro de Goya, devorados por el dios del tiempo, la próxima lucha de la humanidad será la de la emancipación de las compañías tecnológicas, y un posible primer paso sería abandonar las plataformas de internet. ¿Estaríamos dispuestos a cerrar nuestras redes sociales hoy?

PD: Aprovechando que tenía tiempo en una sala de espera, decidí trabajar en este artículo, mientras que a mi lado una chica estuvo hablando más de 45 minutos en vivo para Instagram acerca de bolsos de lujo.

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