Tengan cuidado ahí fuera

cuidado fuera

Cuando en la personalidad de un individuo coinciden la psicopatía –esa desviación caracterizada por la nula empatía, crueldad y ausencia de remordimiento y culpa–, con el narcisismo –autocomplacencia, arrogancia, sobrevaloración y agresividad ante la crítica–, y el maquiavelismo –sed de poder, manipulación, enmascaramiento de sus pulsiones, propensión al engaño y bajo compromiso ideológico–, estamos ante un carácter denominado en psicología como La Triada Oscura de la personalidad. Cuando un individuo que reúne esas características alcanza el poder institucional, la seguridad pública se encuentra seriamente comprometida.

Estoy refiriéndome a la personalidad contrastada del individuo que preside el Gobierno de la nación, un tipo cuyos actos lo han convertido en un auténtico peligro para la seguridad nacional. Cada una de las decisiones políticas de calado que ha tomado Pedro Sánchez desde que preside el Gobierno de España ha estado precedida de solemnes compromisos en los que negaba la posibilidad de implementar cada una de las medidas que nos han llevado a nuestro país a una situación de inseguridad jurídica –y hasta personal– inédita en un sistema democrático.

Durante todos estos años, pandemia mediante, cada una de las mentiras que salían por la boca de Pedro Sánchez han venido acompañadas de sesudos análisis de politólogos o analistas de todo tipo y condición que coincidían en una misma conclusión: «No lo hará… No, eso no lo hará…». Y cuando lo hacía, los de su cuerda, los del logo PSOE, y los de la prensa pública o concertada , lo justificaban sin ningún tipo de fisura. «Bueno, han cambiado las circunstancias…»; «Eso lo dijo como candidato, no como presidente del Gobierno…»; «Todo sea por la convivencia…». Y así hemos llegado hasta este momento en el que el mentiroso patológico que preside el Gobierno de España puede afirmar sin ningún tipo de critica entre los de su banda de concertados y ovejas que «Hay que hacer de la necesidad virtud».

Recojo en el libro que publiqué la pasada primavera , Caudillo Sánchez, una referencia al libro de Adrian Furnham The Elephant in the Boardroom (El elefante en la sala de juntas), en el que este psicólogo de la personalidad describe caracteres cuestionables que han triunfado en el mundo de la política, y señala que personas maquiavélicas, merced a su tendencia a utilizar estrategias oportunistas e hipócritas, se encuentran bien equipadas para desarrollar una carrera política. Los psicopáticos poseen la capacidad de permanecer impasibles bajo presión y en situaciones de competencia y también se caracterizan por decisiones resolutivas alejadas de sentimientos. Y a los narcisistas, concluye, les beneficia su avezada presencia, así como su autoimagen de líder. Furnham asegura que cuando el carácter oscuro va acompañado de atractivo e inteligencia, el éxito está asegurado. «No existe nada que motive más a estas personalidades que el poder».

El comportamiento de Pedro Sánchez se ajusta como un guante a los parámetros de la personalidad descritos, lo que le convierte en un individuo muy bien dotado para dedicarse a la política. Ya es hora de que comprendamos que lo de Pedro Sánchez no es de análisis sino de diagnóstico; porque la lógica política es un instrumento completamente inútil para analizar y neutralizar los efectos de la pulsión que mueve a un hombre tan ayuno de limitaciones como borracho de ambición de poder.

Un hombre en cuya personalidad coexisten los tres ingredientes descritos, que atesora tanto poder y tan nulos escrúpulos, resulta un peligro para la seguridad y para la democracia. Si a esa circunstancia le añadimos el hecho incuestionable de que en este momento está acorralado por la corrupción política y económica que se origina desde su casa –la corrupción política se irradia desde el Palacio de la Moncloa y desde Ferraz, y la corrupción económica desde su dormitorio– habremos de concluir que, como escribía Jesús Cacho ayer, «esto pinta muy mal».

Sí, esto pinta muy mal. Sostengo que Sánchez, cual Scarlett O´Hara, se hizo una promesa cuando alcanzó el poder: «Aunque tenga que mentir, robar, engañar o matar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre». Y es la única promesa que ha cumplido. Haría bien la oposición democrática en tomarse en serio las amenazas pronunciadas, dedo en ristre, por el presidente del Gobierno en sesión plenaria. Acá en el norte aprendimos, por las bravas, a distinguir el significado entre «cuídate» y «ten cuidado». Por eso les pido a los miembros de la oposición –política, mediática, ciudadana…– que tengan cuidado, mucho cuidado. Porque no hay nada más peligroso que un psicópata con poder que se sabe acorralado.

Tengan cuidado ahí fuera.

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