El temerario de Villa Tinaja
Hay un diputado en las Cortes Generales que es el mayor peligro público para las libertades de este país. Un diputado que ya supera en su discurso del odio incluso a los proetarras Oskar Matute y Marian Beitialarrangoitia o al ventrílocuo del golpismo catalán de apellido Rufián. Un diputado que instiga las revueltas callejeras y llama directamente al enfrentamiento civil.
Un diputado que lejos de hacer autocrítica e intentar corregir los errores cometidos no respeta el resultado de las urnas, el tesoro de nuestra Democracia. Un diputado que declara una “alerta antifascista” contra 400.000 andaluces en plena noche electoral. Un diputado que insulta así al 11% de los votantes de Andalucía cuando es él quien abraza al supremacista Torra o acude a la cárcel de Lledoners a besarse con los promotores de movilizaciones tumultuosas y violentas a favor de la secesión de Cataluña. Un diputado que se acuerda groseramente de sus hemorroides cuando le advierten de que tales palabras le harán responsable de los ataques y agresiones que pueda sufrir el rival político al que ha puesto en la diana.
Un diputado que arenga a tomar los barrios desde su chaletazo de 600.000 euros en la acomodada urbanización de La Navata, en la sierra madrileña. Un diputado que se vanagloria de haber contribuido a la difusión del Pásalo de 13-M contra las sedes del PP, dos días después de los atentados de Atocha y en plena jornada de reflexión de unas generales. Un diputado que se “emocionó” al ver cómo unos radicales agredían a un antidisturbio o que llamó a la Policía “matones al servicio de los ricos”. Un diputado que recibió en el Congreso a las familias de los agresores de los dos guardias civiles de Alsasua.
Un diputado que sí apretaba la mano de Felipe VI para recibir una beca de Caja Madrid pero que se la negaba este 6-D en otra de sus fechorías de mamarracho
Un diputado que ha hecho carrera con dinero más que sospechoso procedente de las satrapías de Irán y Venezuela. Un diputado que aplaudió al dictador Chávez. Un diputado que se arroga representar a “la gente” o al “pueblo” cuando hace ya tiempo que se tomó las medidas de “casta”. Un diputado que sostiene que “el nuevo republicanismo será feminista o no será” pero que dice de una mujer que “la azotaría hasta que sangrase”. Un diputado que nunca será ejemplo de nada para generaciones futuras sino de modales abyectos, salidas de tono y actos pendencieros. Un diputado ahogado en el revanchismo que le inculcaron. Un diputado que sí apretaba la mano de Felipe VI para recibir una beca de Caja Madrid pero que se la negaba este 6-D en otra de sus fechorías de mamarracho.
Un diputado que hacía gala de su mala educación quedándose en el escaño al terminar el acto para no cruzarse con expresidentes del Gobierno que ya le han puesto en su sitio más de una vez. Un diputado que desprende toxicidad frente al espíritu de concordia y de convivencia que trajo la Transición y la Constitución. Un diputado al que incomoda ‘su’ himno. Un diputado que debería saber lo que hizo su heroína Pasionaria cuando un 13 de julio de 1977 se reunieron por primera vez las Cortes Constituyentes: aplaudir al Rey “porque algunas cosas de las que decía me gustaban”. El temerario de Villa Tinaja, Pablo Iglesias, un diputado indigno.
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