Suerte, Montesinos

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La transición española fue un hecho ejemplar. Que españoles de ambos bandos en un acto de generosidad y de perdón mutuo decidiesen avanzar en un proyecto común de convivencia y bienestar fue histórico. Desgraciadamente, años más tarde, la clase política olvidó la trascendencia de sus responsabilidades, su deber de servicio publico, subyugándose a veces, vamos a decirlo así, a veces a intereses personales y a complejas estructuras de poder. Así es como llegó la corrupción y como llegaron los escándalos, y los ciudadanos cansados y agotados del esfuerzo de una crisis económica muy profunda y de tanta deslealtad abrieron las puertas de par en par a algo igual de malo: a los justicieros del odio y de la demolición.

Desde ese momento todos los políticos, sin distinción, se convirtieron en sospechosos habituales ahuyentando a la excelencia de los escaños y la política en general. Por eso hoy, celebro que haya un buen compañero que haya decidido recorrer el camino inverso y que Pablo Montesinos haya sentido la necesidad, el impulso personal y la valentía de dar un paso adelante para participar activamente en la defensa de los intereses de los ciudadanos. Creo, honestamente, que nuestra profesional, pero también creo que la política gana a una buena persona, honesta y leal.

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