La subida de impuestos es un lastre para la recuperación
El Gobierno de la nación pretende, como sabemos, subir los impuestos de manera masiva. Después de la “errata” a la que se refirió Calviño hace unas semanas para decir que retiraban la eliminación de la tributación conjunta en el IRPF tras el revuelo que se armó en plena campaña de las elecciones a la Comunidad de Madrid, ahora insisten, desde que pasaron aquellos comicios, hace ya más de dos meses, en una subida brutal de los tributos, ni más ni menos que de alrededor de 80.000 millones de euros.
Tratan de enmarcar la subida impositiva en las exigencias de Bruselas, pero no cuentan la realidad: la UE pide, por un lado, reformas estructurales, y no “planes E 3.0”, y, por otro, exige que se recupere la senda de estabilidad presupuestaria en cuanto vuelvan a operar las reglas fiscales tras el corto plazo económico circunscrito a la situación derivada de la pandemia. Por tanto, Bruselas no exige una subida de impuestos, sino la estabilidad en las cuentas. De hecho, una reducción de gasto improductivo garantiza el cumplimiento presupuestario, pero una subida de impuestos, no, porque puede perjudicar a la actividad económica y, por tanto, a la recaudación.
Según el Gobierno, serán las rentas altas en IRPF y las empresas las que sufran ese incremento impositivo que prepara. No se debe subir los impuestos a nadie, pero, además o no dicen la verdad o manejan una información errónea, ya que con esas subidas que especifica-rentas altas y empresas- no van a recaudar más, sino menos.
Para empezar, las rentas altas constituyen una parte pequeña de la base recaudatoria, pues el grueso de contribuyentes se encuentra entre 22.000 euros y 55.000 euros, de manera que si quiere incrementar la recaudación subiendo dicho impuesto va a tener que subirlo generalizadamente. No logrará recaudar todo lo que se proponga, pero para que se quede en un tercio -como ya sucedió con la medida adoptada a finales de 2011- tendrá que elevar los impuestos de manera muy agresiva.
Por otra parte, el incrementar ahora los tipos del impuesto de sociedades, cuando las empresas atraviesan por una etapa de caída de ventas, negocio y beneficios no parece que vaya a tener tampoco mucho poder recaudatorio, además del desincentivo que ello generará en todas ellas.
Lo óptimo es no subir ningún impuesto si es posible, pero si no quedase más remedio para equilibrar las cuentas ante la rigidez del gasto generado, habría que bajar mucho los impuestos directos -IRPF, Sociedades y, aunque formalmente no es un impuesto, también Cotizaciones a la Seguridad Social- y compensarlo con el IVA, que distorsiona menos a la economía y hace que la política tributaria sea neutral. Y no es cierto que eso sea regresivo, ni que se vaya a recaudar menos, porque impulsaría más la actividad y el empleo, se ganaría, por tanto en renta disponible y poder adquisitivo para todos -proporcionalmente, mejorarían más quienes menos tienen- y subiría la recaudación. Como digo, es preferible no tocar ningún impuesto, pero si hay que sacrificar unos por otros, hay que bajar los impuestos directos y las cotizaciones de manera importante y urgente.
Sin embargo, el Ejecutivo va por otro lado, el de los impuestos altos. Este gobierno, por mucho que trate de lavar la cara, sigue siendo el mismo que el de antes de la crisis de Gobierno: continúa siendo el de Sánchez, que es el verdadero problema. Sigue siendo el gobierno del gasto desmedido, el déficit estructural crónico, la deuda exponencial, las trabas a la actividad económica y los impuestos altos. Y eso, aunque ahora rebote la economía, la frenará y estancará en su crecimiento potencial en el medio y largo plazo.
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