Los ‘sindicalistos’ y la pija discontinua

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Los sindicatos convocantes tenían que haber hecho coincidir su manifestación contra el Partido Popular con la salida de los espectadores del teatro Calderón, y así quizá hubieran conseguido que la plaza de Jacinto Benavente no estuviera tan vacía. Porque la verdad es que esa mañana había por ahí menos gente que cualquier otro domingo.

Pero al final parece que esto del relato contra la derecha y la ultraderecha es efectivo para los medios y para el propio PP, pero no tanto para los ciudadanos, que son bastante más honestos que los primeros y bastante menos ingenuos que los segundos. Porque con una propuesta de ley para subir las pensiones registrada en el Congreso por los populares al día siguiente de tumbar el primer ómnibus, y un anuncio de voto favorable al segundo, solamente se les puede reprochar el excesivo miedo al qué dirán, pero no su falta de compromiso con los pensionistas.

Y desde luego que mucha menos credibilidad que Feijóo y los líderes del PP tienen los líderes sindicales. En estos sindicatos de clase con ideología marxista, que son una excrecencia de la era industrial enquistada en la sociedad posmoderna, todo es mentira: afiliaciones, cuotas pagadas, financiación…; y, por supuesto, las funciones y actividades en beneficio de los trabajadores, que debían ser la única razón de su existencia. La realidad es que UGT y CCOO viven por y para la subvención, es decir, son capaces de sobrevivir por las subvenciones y soportes económicos que reciben, y, en lógica correspondencia, seguir obteniendo dichas ayudas se convierte en su principal motivación.

Así queda, por tanto, orientado y condicionado su posicionamiento y su actividad. En los siete años de sanchismo han dejado pasar tremendos asuntos que debían haberles movilizado: se han tragado sapos como la caída de productividad, la precariedad y eventualidad del mercado laboral o la pérdida de poder adquisitivo y el incremento de los índices de pobreza. Sin embargo, pretenden que los trabajadores se levanten contra Feijóo porque el modo en que éste apoya la subida de las pensiones no se corresponde en tiempo y forma con lo que le interesa a Sánchez.

Esta pareja de paniaguados que son Pepe Álvarez y Unai Sordo, que han abrazado todas las farolas y que hasta hacen pandilla con los secesionistas supremacistas y con los filoetarras racistas (quizá para hacerse perdonar su respectiva condición de charnego y maketo), no iban a dejar de hacer el ridículo yéndose el domingo a comer el bocata de calamares cerca de los dominios de Díaz Ayuso.

Y lo que se comen también sin rechistar es la matrioshka de la Encuesta de Población Activa. Como dijo Churchill respecto de la URSS, los datos del paro son «un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma». Además de mostrar los datos de crecimiento de personas empleadas sin explicar que se sustenta en un sector público completamente dopado por los fondos europeos y el incremento del gasto, o de obviar la caída de la productividad y de la tasa de actividad, la mayor trampa en el solitario es la contabilización como trabajadores empleados de los más de 800 mil fijos-discontinuos. Y hay un importante dato sobre los mismos que no nos quieren dar desde hace tres años y que es saber cuántos de ellos son demandantes de empleo. Hay que realizar, entonces, la incontestable deducción del paro, porque lo cierto es que, con independencia de lo que diga la EPA, si no vas a currar, cobras el subsidio de desempleo y estás buscando trabajo… ¡eres un parado!

En definitiva, esta enorme cifra de falsos ocupados enmascara una evolución mediocre y preocupante del mercado de trabajo, en un momento en el que toca hacer una revisión oficial de la efectividad de la reforma laboral (aprobada en 2022) y, más en concreto, de la evaluación de una temporalidad que galopa desbocada, especialmente en las administraciones públicas.

Pero antes de contar correctamente los parados o de evaluar nada, Yolanda Díaz huye hacia delante montada en su obsesión por la reducción de la jornada laboral y por el aumento del salario mínimo, sin preocuparse por saber cuántos trabajadores pierden su empleo o cuántas pymes desaparecen cuando se aplican estas medidas.

No es de extrañar que la ministra maxicursi, que es de letras, ande un poco liada con la denominación y las cifras de los trabajadores fijos y temporales; ella misma se inventó lo de Sumar que terminó siendo restar y dirige la formación con un contrato de pija discontinua.

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