De Simón a Torra y Puigdemont

De Simón a Torra y Puigdemont

Todos conocemos la gestión realizada por el Gobierno de Sánchez e Iglesias durante la pandemia, y cómo la imprudencia, unida a la firme decisión de no subordinar el calendario político a un riesgo ignorado y subestimado, convirtieron al 8-M en el foco de ignición del coronavirus en Madrid y, desde allí, a toda España. El Gobierno defendió su gestión argumentando que nos encontrábamos ante un enemigo desconocido, y que reaccionó tan pronto como tuvo conocimiento de su rápida transmisión siguiendo en todo momento las recomendaciones de la OMS.

Cuando se puso fin a la alarma el 21 de junio,  Sánchez sacó pecho de su gestión, y todos consideramos que —al menos— habría aprendido la lección para no volver a repetir los errores del pasado. Pero tal y como están las cosas, parece  que regresamos a aquel reciente febrero, en el que prevalecieron la imprevisión, el triunfalismo y la imprudencia.

Ahora el Covid-19 no es un enemigo tan desconocido como antes, y la posibilidad de rebrotes «para otoño» era un riesgo muy presente. Sin embargo, el panorama no puede ser más desalentador y, no en otoño, sino en ya verano: la campaña turística que parecía apuntar a una tímida recuperación, se muestra casi noqueada de muerte al encabezar España el índice de contagios de Europa.

Galicia y el Pais Vasco ya han pasado su particular examen ciudadano de la gestión y los resultados están a la vista, especialmente para Sánchez e Iglesias, aunque también para los gestores autonómicos. Ahora le toca el turno a Cataluña ante la previsible inhabilitación del ínclito Torra. Una campaña electoral en la que prácticamente estamos ya, que va a estar marcada por Procés en primer plano y la gestión de los rebrotes: «No hay mal que cien años dure» ni «que por bien no venga». El dúo del fugado Puigdemont y su vicario interior, nos retrotraen a tiempos que considerábamos —transitoriamente al menos— felizmente superados, y en esa clave hay que interpretar toda su gesticulación que vemos y veremos.

La otra pareja de baile político —Sánchez e Iglesias— aspira a editar un nuevo tripartito —ERC, PSC y la franquicia catalana de Podemos con Colau— que no ha podido surgir en el País Vasco ante la dependencia del PNV para su  subsistencia en el Gobierno. Puigdemont en campaña lanza su OPA hostil a JxCat para aflorar su nuevo partido, mientras algunos  restos de la fenecida Convergencia, exploran una nueva marca política a imitación de los partidos nacionalistas de Escocia y el Quebec.

En esta clave debe interpretarse la concesión del tercer grado penitenciario a unos condenados por sedición —sin mostrar el más mínimo arrepentimiento— con un muy limitado cumplimiento de la condena. La última palabra la tiene el TS, pero las costuras del Estado de Derecho vuelven a tensarse por intereses políticos del Gobierno.

Este escenario político ha motivado la comparencia de Torra de hoy, en la que ha advertido que «no le temblará el pulso, ni se someterá a presiones de ningún sector económico o lobby» para evitar la transmisión comunitaria generalizada del virus. Es conmovedor escucharle apelando a la responsabilidad de los jóvenes, dado que la novedad del rebrote sitúa la edad promedio de los contagiados en los 37 años.

Tras amenazarnos con confinarnos si en los próximos y decisivos diez días no se detiene la tendencia de la curva, hemos pasado del surfista motorizado don Simón a Torra, y no creo hayamos mejorado con el cambio. Solo falta que Illa sea el candidato a la Generalitat para que la campaña sea una reedición de lo ya vivido.

Por si fuera poco, hoy Torra anuncia que sanciona al Cardenal Omella por haberle desobedecido al celebrar el domingo en la Sagrada Familia la anunciada Misa funeral por los miles de fallecidos  por la epidemia en Cataluña —con estricto cumplimiento de todas las medidas de seguridad, no limitando la asistencia a las diez personas dictadas por aquel—, y por no ser separatista.

El virus del lacito amarillo tiene más difícil curación que el del Covid-19. Una pesadilla que nos regresa al pasado.

 

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