El sanchismo, un cadáver político no enterrado (todavía)

Pedro Sánchez

El sábado, 16 de noviembre, se cumplirá un año exactamente de la última investidura de Sánchez tras las elecciones generales que convocó anticipadas para el 23 de julio al haber obtenido su partido PSOE, una gran derrota en las elecciones autonómicas y municipales celebradas dos meses antes, el 28 de mayo. En las generales fue también derrotado, siendo superado por el PP con 137 escaños frente a 121 por su parte. Pese a ello, se permitió afirmar desde el primer momento que había conseguido la victoria, cuando la oposición PP y Vox, obtuvieron 170 escaños frente a los 152 de PSOE y Sumar, los socios de la coalición de gobierno. Posteriormente, y como es sabido, los indultos se convirtieron en amnistía a la medida del deseo de Puigdemont (…) para comprar sus «siete votos de plata»; mientras el PNV se garantizó su permanencia en Ajuria Enea a cambio de sus cinco, y con Otegi intercambiaba «presos por presupuestos». Así incumplió todos y cada uno de los compromisos que había asumido de no pactar con ninguna de esas formaciones.

Basta recordar cuando desde la tribuna del Hemiciclo del Congreso se dirigió a los diputados de ERC afirmando que «nunca aceptaría que la gobernabilidad de España dependiera de los separatistas». Pero lo de Bildu supera todo lo imaginable de carencia de una mínima ética pública y privada, que remite inevitablemente a la última vez que lo dijo, ya en vísperas de las elecciones, respecto a que  «con Bildu no vamos a pactar nunca, si quieren lo repetiré cinco o veinte veces». Y les regaló la alcaldía de Pamplona -objetivo emblemático para los bilduetarras- partidarios de la anexión de «Nafarroa a Euskadi», mediante una moción de censura frente a la alcaldesa de UPN vencedora de las inmediatas elecciones municipales. Lo hizo con premeditación y alevosía, esperando a que pasaran las elecciones generales para no quedar retratado ante toda España de su flagrante mentira, repetida «cinco o veinte veces». No debe olvidarse que fue investido con 179 diputados a favor frente a 171 votos en contra, gracias a los votos de los secesionistas catalanes y vascos con 14 y 11 votos respectivamente. Por su parte, Coalición Canaria y BNG le aportaron los dos votos restantes. Este resultado pone de manifiesto la absoluta dependencia respecto de todas esas siglas para sobrevivir en la Moncloa. Actualmente, y con la separación de Podemos respecto de Sumar, bastaría que los cuatro diputados podemitas le retiraran su apoyo, para perder la mayoría absoluta que le haría perder en una moción de censura, y que le impediría aprobar ni una sola ley.

Eso sin tampoco olvidar que sus aliados Junts y ERC, por un lado, y PNV y Bildu por el otro, son rivales (virtuales enemigos) frontales, en Cataluña y País Vasco respectivamente, lo que obliga a Sánchez a sobrevivir en el alambre desde ese 16 de noviembre pasado. Como han dicho Felipe González y Alfonso Guerra: Sánchez «está» en el gobierno, pero totalmente incapacitado de “gobernar”. Este rápido recorrido por este primer año de legislatura arroja un balance desolador para todo gobierno que se precie de serlo, es decir, de querer gobernar trabajando por el interés general de España y el bien común de los españoles. Es un oxímoron existencial pretender que el gobierno de España esté en manos de quienes tienen por objetivo común y compartido la destrucción o separación de España. Objetivo que comparten desde Otegi a Puigdemont, pasando por Marta Rovira y Ortúzar, cuya estima a España es lamentablemente descriptible.

Sánchez, consciente de su precariedad política, ha adelantado en un año el Congreso Federal para cerrar filas ante la eventualidad de un adelanto electoral. Pero es de tal magnitud ahora la corrupción que tiene por epicentro la Moncloa, que las «adhesiones inquebrantables» empiezan a escasear, sumándose Castilla y León y Madrid, a las ya conocidas de Lambán y García-Page en Aragón y Castilla-La Mancha respectivamente. El caso Koldo convertido en caso Ábalos, remite ya claramente a Sánchez, que hizo de ellos y Santos Cerdán, su guardia pretoriana para volver al poder en el PSOE. La ruindad del caso Tito Berni es seguida por los pormenores de esa escabrosa trama corrupta que envuelve a Sánchez. En Moncloa y en Ferraz.

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